Capítulo 37

1205 Words
Octavia Necesitaba sacar de mi cabeza lo que había pasado con Lucien. Todo había sucedido tan rápido, y ahora, mientras avanzábamos por el terreno accidentado, no podía evitar que esos recuerdos invadieran mi mente. Cuando sus dientes rasgaron mi piel, esperaba sentir dolor, un agudo pinchazo, algo... Pero en su lugar, una ola de éxtasis y placer me consumió. Fue algo que nunca había experimentado, una sensación que borró toda preocupación y nerviosismo, dejándome en un estado de excitación total. Me había sorprendido a mí misma con la intensidad de mi reacción, con el deseo que había despertado en mí. Si él no se hubiera apartado a tiempo... No, no quería pensar en eso. No podía permitirme caer en esa espiral de 'qué hubiera pasado si'. Teníamos un objetivo claro: encontrar a Orión y sobrevivir a los peligros que nos rodeaban. Dejar que esos pensamientos me distrajeran no era una opción. Pero era difícil, casi imposible, ignorar lo que había sucedido en la cueva. Cada vez que miraba a Lucien, que ahora caminaba a mi lado con una mirada de preocupación y culpa, sentía una mezcla de emociones que me confundían. La conexión entre nosotros, siempre complicada, se había vuelto aún más enigmática tras ese encuentro. Mientras continuábamos nuestro camino, intenté concentrarme en el paisaje que nos rodeaba, en los sonidos de la naturaleza, en cualquier cosa que me ayudara a mantener mi mente alejada de aquel momento. Pero era inútil; las imágenes y sensaciones seguían volviendo a mí, desatando un torbellino de sentimientos que luchaba por comprender y controlar. En un intento de mantener la calma, me adelanté un poco en el camino, poniendo una distancia física entre Lucien y yo. Necesitaba espacio para pensar, para analizar mis emociones y lo que significaban. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, sabía que tarde o temprano tendríamos que enfrentar lo ocurrido y hablar de ello. Era un pensamiento aterrador y, al mismo tiempo, inevitable. —Allí, —dijo Lucien, su dedo extendiéndose hacia un sendero que se destacaba notoriamente entre la vegetación circundante. —Debemos ir por ese rumbo para evitar el bosque y avanzar más rápido, —agregó, su voz baja, casi un susurro. Lo miré mientras se paraba frente al sendero, evaluando el terreno con una mirada concentrada. Su postura, la manera en que sus ojos escaneaban el camino, todo reflejaba una seguridad en sí mismo y en sus conocimientos que no pude evitar admirar. A pesar de la tensión entre nosotros, no podía negar que Lucien poseía una fortaleza y una capacidad de liderazgo que eran imprescindibles en nuestra situación. Al verlo tan enfocado, tan decidido, una parte de mí quería acercarse a él, hablarle, tratar de entender lo que había pasado. Pero otra parte de mí aún se resistía, todavía confundida y abrumada por la intensidad de nuestros últimos encuentros. —Está bien, —respondí finalmente, asintiendo con la cabeza. —Sigamos ese camino. Comenzamos a caminar por el sendero señalado por Lucien, y me encontré observándolo de reojo. A pesar de todo lo que había sucedido, no podía negar que Lucien había cambiado. Algo en él era diferente, más allá de la transformación física que había experimentado. Había una determinación en él que parecía nacer de su experiencia reciente, un nuevo aspecto de su carácter que estaba emergiendo. El rugido que resonó en el bosque detrás de nosotros hizo que mi sangre se helara. Nos volvimos juntos, Lucien y yo, para enfrentar la fuente del sonido. De entre los árboles emergió una figura fantasmal, su apariencia tan etérea como aterradora. Humo salía de su piel allí donde los rayos del sol lograban tocarla, creando una escena casi sobrenatural. Sus ojos, vacíos y sin vida, se fijaron en nosotros con una intensidad que presagiaba un peligro mortal. —Es el Umbra Bestial que se escapó la otra noche, —susurré a Lucien, recordando la pelea de esa noche. Lucien, con una calma que contrastaba con la situación, asintió sin apartar la mirada del ser. —No puede estar bajo la luz del sol, —me respondió en un susurro igualmente bajo. —Aprovechemos para avanzar. Con cautela, comenzamos a retroceder, manteniendo nuestros ojos en el Umbra Bestial. La criatura parecía vacilar bajo la luz del sol, su forma fantasmal retorciéndose con cada rayo que la tocaba. Era evidente que la luz era su debilidad, algo que podíamos usar a nuestro favor. A medida que nos alejábamos, el Umbra Bestial emitió otro rugido, esta vez lleno de frustración y dolor. La criatura se movió inquietamente entre las sombras, como si estuviera buscando una forma de acercarse sin exponerse a la luz. —Rápido, por aquí, —dijo Lucien, tomando mi mano y tirando de mí hacia el sendero que habíamos elegido. Corrimos, nuestros pasos acelerados por el miedo y la urgencia de la situación. Cada segundo que pasaba era una lucha contra el tiempo y el peligro que nos acechaba. El sol comenzaba a bajar en el cielo, y sabíamos que teníamos que poner tanta distancia como fuera posible entre nosotros y el Umbra Bestial antes de que la oscuridad nos envolviera. Con cada paso, sentía cómo la adrenalina fluía a través de mis venas, impulsándonos hacia adelante, hacia la seguridad y lejos de la sombra de muerte que nos perseguía. El sol se despedía del cielo, sus últimos rayos de luz desvaneciéndose rápidamente, y en ese crepúsculo, vi algo que heló mi sangre: una especie de sonrisa retorcida se formaba en el hocico del Umbra Bestial. La criatura sabía que su momento estaba cerca, que la oscuridad sería su aliada. Corrimos por el sendero, desesperados por encontrar algún tipo de refugio temporal, pero el terreno se mostraba implacablemente desprovisto de cualquier cobijo. Cada vez que miraba hacia atrás, veía la figura acechante del Umbra, su presencia una sombra constante que amenazaba con alcanzarnos. —Sigue corriendo, —grité a Lucien, que corría detrás de mí. Su respiración era pesada, un testamento del esfuerzo y la determinación que nos impulsaba. A pesar de su fortaleza recién adquirida, la fatiga comenzaba a hacer mella en él, como en mí. El sendero se retorcía y giraba, un laberinto en la penumbra creciente. Cada curva parecía llevarnos más hacia la incertidumbre, cada paso nos alejaba de la seguridad y nos sumergía más en el peligro. De repente, ante nosotros, se abrió un pequeño claro. No era mucho, pero ofrecía un breve respiro. —¡Ahí! —señalé, dirigiendo a Lucien hacia el espacio abierto. Era un riesgo detenernos, incluso por un momento, pero necesitábamos recuperar el aliento, planear nuestro siguiente movimiento. Nos detuvimos en el claro, nuestras respiraciones agitadas llenando el silencio. Miré hacia el sendero por el que habíamos venido, esperando ver al Umbra Bestial emergiendo de las sombras en cualquier momento. Lucien se puso a mi lado, su mirada escudriñando la oscuridad. —No podemos quedarnos aquí mucho tiempo, —dijo, su voz tensa. —Necesitamos encontrar un lugar para pasar la noche, algo que nos dé algo de protección. Asentí, sabiendo que tenía razón. —Vamos a seguir moviéndonos, —dije, tratando de infundir algo de confianza en mi voz. —Tal vez encontremos una cueva o un saliente... algo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD