Lucien —No te dejaré, Lucien, —dijo Octavia firmemente, su voz revelando una mezcla de preocupación y determinación. —Explícame qué ocurrió allí fuera. Tomando una profunda respiración, le conté todo. Le hablé de la sed incontrolable que me había consumido, de cómo me había abalanzado sobre un ciervo, y de la sangre que había bebido. Cada palabra me costaba, pero sabía que Octavia merecía saber la verdad. Cuando terminé, Octavia me miró intensamente. —¿Cómo te sientes ahora? —preguntó. —Aún tengo sed, es una locura, —admití, la confusión y el miedo evidentes en mi voz. Para mi sorpresa, Octavia se acercó a mí y se remangó la camiseta. —Toma, bebe, —dijo, ofreciendo su brazo desnudo. —¿¡Estás loca!? —grité, levantándome de golpe y alejándome de ella. La idea de hacerle daño era inso