Capítulo 24

1887 Words
Octavia Desperté justo cuando el sol comenzaba su descenso, tiñendo el cielo con tonos de naranja y rosa. Aún bajo la luz del sol, estábamos bien cubiertos bajo el gran árbol que habíamos decidido ocupar mientras dormíamos. Las ramas se entrelazaban en lo alto, formando un techo natural que nos protegía. Me levanté al tiempo que me desperezaba, estirando cada músculo de mi cuerpo. Había una sensación de frescura en el aire que rejuvenecía. Miré a mi alrededor y noté la ausencia de Lucien. Tal vez habría ido a buscar más comida, pensé, mientras una ligera preocupación se asomaba en mi mente. Recogí la ropa seca que estaba en las ramas de los árboles, sintiendo la textura áspera del tejido bajo mis dedos. La estaba doblando y guardando cuando el sonido de algo cayendo en el lago llamó mi atención. Me acerqué lentamente, con pasos cautelosos, para ver las ondas moverse en la superficie del agua, confirmando que algo había caído. Estaba cerca del agua cuando una figura masculina emergió, cortando la serenidad del lago. El cabello largo y dorado de Lucien cubría su cara, y cuando lo lanzó hacia atrás para apartarlo, me mojó toda. —¡Mierda, ten más cuidado! —le grité, retrocediendo y tropezando en mi sorpresa. Mi corazón latía rápidamente, la adrenalina mezclándose con una irritación súbita. —Lo siento —se disculpó, saliendo del lago y caminando hacia mi posición. Su mirada preocupada recorría cada parte de mi cuerpo, haciendo que una oleada de autoconciencia me recorriera. Aún estaba en el suelo, mirándolo fijamente con los ojos como platos. Mi pulso se aceleró y la sangre subió a mis mejillas, tiñéndolas de un rojo vivo. La situación era absurda y embarazosa a partes iguales. —¿¡De verdad te bañaste desnudo!? —Medio grité, llevándome las manos a los ojos un poco tarde. Ya había visto demasiado, y la imagen de Lucien así permanecía vívidamente en mi mente. —¿De verdad cielo? ¿Te tapas los ojos por mí? Aunque creo que ahora estamos a mano... —se burló, alejándose de mí. Su risa y sus pasos resonaban detrás de mí, llenando el aire con una nota de diversión. —¿Lo hiciste a propósito? No puedo creerlo —murmuré, enojada con él. ¿Qué pretendía? ¿Qué me arrojaría a sus brazos al verlo desnudo? La idea era absurda, pero no podía evitar sentirme perturbada por su descaro. —No me preocupa que me veas así, y no, no lo hice a propósito, estabas profundamente dormida. Tus ronquidos me lo dijeron —se burló de mí, su tono era juguetón, pero con un filo de provocación. —Yo no ronco —me levanté y me giré, encontrándolo en medio de vestirse. —Bueno... Solo cuando estoy muy cansada —admití, intentando mantener la dignidad en una situación que se había vuelto cómicamente incómoda. A pesar de mi irritación, una parte de mí no podía evitar sentir una chispa de diversión ante la absurda situación en la que nos encontrábamos. Él me dirigió una mirada llena de diversión, una chispa de humor brillando en sus ojos. Maldito. —No importa, cielo, vamos a comer antes de regresar al camino. Nos hemos retrasado unas cuantas horas —dijo, echando un vistazo al reloj en su muñeca. Su tono era práctico, pero había una leve sonrisa juguetona en sus labios. De mala gana me acerqué a él y me senté, revolviendo mi mochila en busca de más barras energéticas. Encontré dos y le ofrecí una, que aceptó con una mirada de desagrado. —Si no te gustan, puedes ir a buscar más bayas o frutas por tu cuenta. Es increíble que realmente seas un viajero si no empacaste lo necesario para un viaje tan largo —dije, disfrutando la oportunidad de poder burlarme de él por alguna de sus fallas. Mi tono tenía un matiz de sarcasmo, y una sonrisa se asomó a mis labios. —No es que no me gusten, pero prefiero lo natural —se quejó, aunque procedió a abrir el paquete y empezó a comer. Su expresión era un poco amarga, como si estuviera tragando su orgullo junto con la barra energética. Extendí el mapa frente a nosotros y nos ubiqué rápidamente. —Estamos en este lago de aquí, podríamos retomar el camino hacia el noreste avanzando por el territorio de la manada, o marchar al norte y acercarnos a las montañas rodeándolas... —Reflexioné en voz alta, estudiando el mapa y esperando alguna sugerencia de mi compañero. Levanté la vista, esperando una respuesta, pero encontré a Lucien mirándome fijamente, perdido en sus pensamientos. —Disculpa, ¿qué dijiste? —preguntó, frunciendo el ceño. Sus pupilas estaban un poco dilatadas y podía sentir cómo su cuerpo se había puesto tenso. Había algo en su mirada que me hizo sentir incómoda, como si estuviera leyendo algo más en mí. —No sé a dónde diablos te acaba de llevar tu mente, pero si lo que estabas pensando tiene relación conmigo, ve borrándolo de tu cabeza y de tu sistema, eso nunca va a ocurrir —dije, cansada de esta situación. No iba a engañar a Orión, por más sexy que fuera Lucien. Tenía muy en claro a quién pertenecía mi corazón. Él se aclaró la garganta, negando con la cabeza como para sacudirse cualquier idea indebida. —Nunca digas nunca, cielo... —comenzó a responder, pero levantó una mano para continuar —posiblemente la mejor opción es rodear las montañas, el frío afecta a las criaturas como las que vimos anoche, pero tendríamos que prepararnos con ropa de abrigo... —Hay una ciudad a unos pocos kilómetros de aquí, podemos pasar por allí e ir de compras —dije con una sonrisa irónica en mi rostro. La idea de algo tan cotidiano como ir de compras en medio de nuestra surrealista aventura era, sin duda, una ironía. —Aprovecharemos también para comprar comida —dijo Lucien, observando con desgana el envoltorio de la barra energética en su mano. Soltó un suspiro resignado, como si la mera idea de comer otra barra fuera una tortura para él. —Comida de verdad. Bufé ante su comentario, realmente era quisquilloso con la comida. Mi mirada se posó en él con una mezcla de diversión y exasperación. —¿Cuánto dinero te queda? —Pregunté, hurgando en mi mochila para comprobar cuánto dinero había traído. El sonido de los billetes y algunas monedas al moverse demostraba nuestra precaria situación. —¿Unos doscientos, tal vez doscientos cincuenta? —Preguntó más que afirmó, revisando su billetera que sacó del bolsillo trasero de sus pantalones. Sus cejas se alzaron ligeramente en sorpresa. —Sí, eso me queda. Juraría que había tomado más dinero... —Tengo un poco más, con eso compraremos la ropa y "comida de verdad", ¿de acuerdo? —propuse, sintiendo una sensación de responsabilidad y control sobre nuestra situación. —Bien cielo, de acuerdo —respondió Lucien, poniéndose de pie con un movimiento fluido y colocando su mochila en su espalda. Lo imité y comenzamos a caminar nuevamente hacia nuestro destino. La noche envolvía el lago como un manto de terciopelo, y la luna nueva apenas era un susurro en el cielo. Emprendimos la caminata desde la orilla del lago hacia la ciudad, atravesando el bosque calmado. Mis pasos eran suaves sobre la alfombra de hojas y tierra, y cada exhalar de la brisa nocturna traía consigo el aroma fresco de la naturaleza. Estaba atenta al camino, agradeciendo el sonido de los insectos y la vida nocturna del bosque. Mientras se escuchara eso, sabía que no nos encontraríamos con otra Umbra Bestial ni con un domador. Mientras avanzábamos, el cielo comenzó a aclararse, y las primeras luces de la ciudad aparecieron a lo lejos, prometiendo el calor y el bullicio de la vida urbana. Pero en ese momento, bajo la tenue luz de la luna nueva y envuelta en la serenidad del bosque, me sentía en paz, en un equilibrio perfecto entre el recuerdo y la expectativa. —¿Crees que habrá tiendas a esta hora de la noche abiertas? —preguntó Lucien, añadiendo otra pregunta a su colección de cuestiones irrelevantes. —No lo creo, vamos a tener que parar a comprar alimentos y avanzar unas ciudades más hasta que sea de día y encontremos algo que sirva —respondí mientras observaba la pequeña ciudad a la que habíamos llegado. Las casas estaban ya a oscuras y las calles apenas iluminadas con farolas cada tanto. Algunas casas parecían abandonadas, totalmente descuidadas, desde la pintura de las paredes hasta el largo césped y mala hierba. Cuánto más avanzábamos, la ciudad iba cobrando vida, cuánto más cerca del centro del lugar, se podía escuchar el murmullo de la vida nocturna. Nos cruzamos con unos cuantos adolescentes borrachos, y no pude evitar pensar que, si no fuera porque estaba caminando con Lucien a mi lado, me hubieran interceptado hacía rato. —Los adolescentes de hoy en día —gruñó Lucien detrás de mí, mientras veíamos a una pareja meterse en un callejón oscuro. —¿Tú no hacías travesuras de adolescente? —pregunté, alzando una ceja y girando mi cabeza para mirarlo. —Claro que no, a diferencia de otros, tuve que trabajar desde muy pequeño... —murmuró, evitando mi mirada. Un nudo se formó en mi garganta al pensar en él en esas circunstancias. Yo lo había tenido todo, no sabía cómo era crecer en un ambiente menos favorecido. —¿Qué edad tienes? —pregunté, sumando una cuestión más a nuestro repertorio de preguntas irrelevantes. —24, cumpliré en unos días, por si te apetece darme un regalo —respondió, dirigiendo su mirada a la mía y guiñándome un ojo. —Tacharé de los posibles regalos las barras energéticas —me reí, mientras él soltaba un bufido burlón. —¿Sabes? Podríamos seguir a esos dos al callejón y... —comenzó a decir, pero me detuve de golpe. —Ni siquiera pienses en terminar esa frase —le gruñí, sintiendo cómo el enfado crecía dentro de mí. —Cuando empiezas a caerme un poquito mejor, vas y la cagas. —Estaba pensando en que nos indicaran dónde podríamos encontrar una tienda de comida de verdad a estas horas, no es mi culpa que tu mente, cielo, viaje a cualquier dirección —se burló, pasando por mi lado y avanzando. —Aunque si quieres algo más, estoy completamente disponible. "Diosa Luna, estoy segura de que mi karma debe ser altísimo para que me pongas en esta situación," me lamenté interiormente. Lucien era mi castigo por haber hecho algo malo en mi vida anterior. —Ya deja de insinuar cosas y estaremos bien... —dije, intentando mantener la calma. —Que te quede claro de una vez por todas, cielo, —dijo, volviendo hasta mi lugar y parándose frente a mí —aquí no hay insinuaciones, realmente estoy dispuesto a todo contigo. —Diosa, apenas y nos conocemos, ¿qué diablos te pasa? —lo confronté, mi enfado evidente. Lo esquivé, pasando a su lado y empujándolo con mi hombro de forma brusca. Escuché su risa detrás de mí seguida de sus pasos. "Bueno, parece que la noche será muy larga," pensé, resignada a lidiar con su comportamiento impredecible y provocador.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD