Capítulo 29

1165 Words
Octavia La ciudad nocturna se desplegaba ante nosotros como un laberinto de sombras, donde cada farola derramaba un halo titilante sobre las aceras húmedas. El aire llevaba el eco de pasos distantes y el murmullo ocasional de conversaciones nocturnas, mientras un aroma a café y asfalto mojado se mezclaba en el ambiente frío. Caminaba junto a Lucien, cada paso que dábamos estaba impregnado de la urgencia de mi búsqueda por Orión, cuya ausencia era un vacío constante en mi corazón. Nuestra misión inmediata era simple pero crucial: encontrar alimentos para el viaje y ropa de abrigo para enfrentar el frío implacable de las montañas heladas que planeábamos bordear. El aire frío de la noche mordía mi piel, recordándome la necesidad de prisa. Mientras nos dirigíamos hacia una tienda de ropa, un grupo de guardias apareció de repente en nuestro camino. Su presencia era intimidante, con armaduras que reflejaban la luz de las farolas y miradas sospechosas que se posaron sobre nosotros. —Deténganse, —ordenó uno de ellos, su voz firme y autoritaria. —Necesitamos verificar su identidad. Lucien y yo intercambiamos una mirada rápida. Sabíamos que cualquier demora podría comprometer nuestra misión. Sin decir una palabra, Lucien asintió ligeramente, y en ese momento, ambos sabíamos lo que teníamos que hacer. Con una agilidad sorprendente, Lucien se lanzó hacia delante, derribando al guardia más cercano con un movimiento fluido. Aproveché la distracción, corriendo hacia el callejón más cercano. Podía escuchar los gritos de los guardias y el sonido de sus pasos persiguiéndonos. Corrimos a través de los callejones estrechos, nuestro aliento formando nubes de vapor en el aire frío. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, cada latido un recordatorio de lo mucho que estaba en juego. A pesar de la adrenalina, mi mente estaba clara, enfocada en la única meta: escapar y continuar el viaje hacia Orión. Los guardias eran persistentes, pero nosotros teníamos un poco de ventaja. Giramos en esquinas afiladas, saltamos sobre barriles y esquivamos a transeúntes sorprendidos. A cada paso, podía sentir cómo nos alejábamos de nuestros perseguidores. Finalmente, después de varios minutos tensos, el sonido de las botas de los guardias se desvaneció en la distancia. Lucien y yo nos detuvimos en un oscuro callejón para recuperar el aliento, nuestras respiraciones agitadas la única evidencia de nuestra huida. —Debemos movernos rápido, cielo —dijo Lucien, la urgencia clara en su voz. —No estarán lejos. Asentí, sabiendo que no había tiempo que perder. Con una determinación renovada, nos dirigimos hacia el borde de la ciudad, listos para enfrentar el siguiente tramo de nuestro viaje aún sin haber conseguido las cosas que necesitábamos. A medida que la ciudad se desvanecía en la distancia, la oscuridad del bosque nos envolvía mientras Lucien y yo avanzábamos con cautela. La luz de la luna se filtraba a través de las copas de los árboles, creando sombras que bailaban con cada susurro del viento. A pesar de la tensión que nos rodeaba, no podía evitar sentir una conexión creciente con Lucien, una complicidad forjada en la urgencia y la necesidad mutua. —No te preocupes, cielo, —dijo Lucien, su voz baja y reconfortante. —Conozco estos bosques. Podemos usarlos para cubrir nuestro rastro... —Tenemos que ser rápidos pero silenciosos, seguiremos por aquí… —susurré, observando cómo se movía con una gracia felina a través del terreno irregular. Lucien asintió, sus ojos oscuros reflejando un brillo de algo más que simple determinación. —Te seguiré a donde sea, —dijo en voz baja. —Hasta el fin del mundo si es necesario cielo. Su confesión me hizo detenerme un instante. Aunque mi corazón pertenecía a Orión, no podía negar la atracción que sentía hacia Lucien. —¿Gracias?, —respondí, mi voz apenas audible. —Tu ayuda significa más de lo que puedes imaginar. Continuamos nuestro camino en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos. El bosque se volvía más denso y oscuro, y la luna apenas se filtraba a través del dosel de árboles. Nos detuvimos en seco cuando una figura emergió de las sombras del bosque, seguida de varios guardias. Un hombre se adelantó, imponiendo su presencia. Era alto, con una postura que denotaba poder y autoridad. Su mirada era penetrante, evaluando la situación con una calma inquebrantable. Él se erigía ante nosotros, su musculatura definida y tonificada destacando bajo la luz de la luna que se filtraba entre los árboles. Su piel de tono oscuro y su expresión seria y concentrada le otorgaban una presencia intimidante. Su cabello corto y bien recortado, de color n***o, complementaba sus facciones nítidas y su mirada intensa y directa. —Soy Alfa Einar, y han entrado en mi territorio sin permiso, —dijo con voz profunda y resonante. Lucien y yo intercambiamos una mirada. Nos pusimos en guardia, preparados para cualquier eventualidad. Sin embargo, Alfa Einar no mostró signos de agresión inmediata. En lugar de eso, nos observó con una curiosidad calculadora. —¿Qué hacen en mi territorio? —preguntó Einar, su tono era firme pero no hostil. —Estamos en una misión para encontrar a mi compañero, Orión, —dije con toda la determinación que pude reunir. El nombre de Orión pareció generar un reconocimiento en los ojos de Einar. —Orión —murmuró, como si sopesara el nombre. —Su reputación lo precede. Pero ¿por qué debería creer que su búsqueda es legítima? Nos hubieran informando si él hubiera desaparecido o hubiera encontrado a su compañera. A pesar de su aparente disposición a escuchar, pronto quedó claro que Alfa Einar no tenía intención de dejarnos pasar. —Dudo que seas la compañera legítima de Orión, —dijo con un tono de sospecha. —Demuéstrame que mereces continuar este viaje. Antes de que pudiéramos responder, él y sus guardias nos atacaron. Lucien y yo nos vimos forzados a defendernos. —¡No mates a nadie! —le grité a Lucien, mientras esquivaba un golpe de uno de los guardias. —¡Solo necesitamos escapar! La batalla era feroz, un torbellino de movimientos rápidos y precisos. A pesar de estar en desventaja numérica, nuestra determinación y habilidades de lucha nos dieron ventaja. Moviéndome con agilidad, golpeé a uno de los guardias, dejándolo inconsciente con un golpe certero. Lucien luchaba con igual destreza, incapacitando a los guardias sin causarles daño fatal. Nuestros ojos se encontraban ocasionalmente, un silencioso reconocimiento de nuestra sincronía en la batalla. El aire del bosque se llenó de tensión mientras Alfa Einar y yo nos enfrentábamos, nuestros movimientos un peligroso baile de poder y agilidad. Einar atacaba con una fuerza bruta, sus golpes potentes y bien dirigidos, pero yo me movía con una rapidez felina, esquivando cada uno de sus ataques con una destreza afinada. —¡Octavia, a tu izquierda! —gritó Lucien, advirtiéndome de otro guardia que se aproximaba. Sin perder el ritmo, giré y lo enfrenté, enviando un golpe preciso a su abdomen, seguido de un rápido movimiento que lo dejó inconsciente en el suelo.
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