Nicolás la observó en secreto y la vio sentarse, soltar un profundo suspiro y quitarse la gorra y desenrollar la cascada de pelo que le cubría la cara, para pasar sus manos enguantadas por el contorno de los ojos. Durante unos segundos sólo pudo quedarse allí, abstraído en su imagen.
Tenía un aspecto taciturno y cansado, ya no era la joven luchadora del salón, sino una persona derrotada y agotada. Sus ganas de luchar disminuyeron considerablemente y, antes de darse cuenta, ya estaba caminando hacia la joven, que estaba tan distraída que no había notado su presencia.
—Es una noche hermosa, ¿no crees? —comenta, sin saber qué más decir.
Lady Ruby se sobresalta y se quita bruscamente las manos de la cara, sus ojos le miran con incredulidad y luego con indignación.
—Pero... ¿qué haces aquí
