Al día siguiente, Valery se despierta con un humor extraño. Se deja vestir por su doncella, Ruby, que aún está conmocionada por la noche anterior.
Cuando va al comedor, se siente aliviada al encontrarlo vacío, excepto, por supuesto, por el gran lacayo que, tras saludarla, le sirve el desayuno.
Su hermano odiaba levantarse temprano y su madrastra rara vez aparecía antes del mediodía. Su padre, en cambio, se levantaba con las primeras luces del alba y se dedicaba a sus asuntos en el reino.
Algo que le gustaba, ya que era uno de sus momentos favoritos del día.
Le gustaba tomar la primera comida del día en silencio y en soledad, escuchando el alegre piar de los pájaros y observando, a través de las ventanas que rodeaban el comedor matutino, la salida del sol sobre el cielo azul.
Aquella m
