Al día siguiente
—Milady, el Rey requiere su presencia en su estudio -anunció la flemática voz de un mayordomo, tras cruzar el salón, donde Ruby solía pasar las mañanas con la princesa.
—¿Te dijo por qué? —
—No lo sé, milady, pero tiene que asistir ahora —contestó el hombre, y aunque la mueca de su habitual cara de póquer era mínima.
Inmediatamente el corazón de Ruby comenzó a acelerarse —Por favor, que no se traté del asunto de quien creo que es, por favor que no sea él — suplicó una y otra vez mientras seguía al mayordomo por el pasillo.
Una vez fuera de la puerta del despacho del Rey Delacroix, se detuvo unos segundos para intentar calmar su pulso acelerado. Exhalando lentamente, comprueba su aspecto en el gran espejo que hay junto a la puerta de roble oscuro. Lleva el pelo recogid
