AMOR EN PRIMAVERA

El compromiso

A la mañana siguiente

El sol estaba en su esplendor cuando Rubí y su hermana ingresaron a la mansión de Lord Allitsen. La casa estaba ubicada a las afueras de la ciudad y era ideal para disfrutar de un tentempié al aire libre.

Invitadas un día antes para la celebración del compromiso con Ferguson Allitsen.

Cómo anfitriona, de la fiesta Rubí se sentía incómoda, no era su voluntad estar en esta fiesta, varios nobles del pueblo se encontraban invitados al evento, en especial la condesa Rosetti, viuda del pueblo que tenía dos hermosas hijas, doncellas educadas con una acaudalada herencia, Rubí y Elizabeth se dirigieron al exterior, donde varias docenas de personas se repartían en grupos pequeños, algunos sentados cerca de las mesas, caminando por la gran extensión verde, junto a los árboles o a la orilla del lago.

—¡Oh, mi Dios! Esto será más tedioso de lo que imaginé —se quejó Elizabeth en voz baja.

—Pues tratemos de pasarlo lo mejor posible. Al menos hace un bonito día y podremos disfrutar del aire libre —trató de animarle Rubí .

Lo cierto era que ambas estaban preocupadas, siempre marginadas desde niñas por su clase social, no iba a ser fácil, ahora convertirse en alguien distinto.

Las únicas doncellas del pueblo que no las repugnaban por ser campesinas eran las hijas de la condesa Rossetti.

—Mira,¡Allí están las muchachas! —exclamó Elizabeth, señalando con disimulo a las doncellas.

Estas se encontraban sentadas bajo un gran roble y, como de costumbre, no se incluyen en los demás grupos por ser doncellas adoptadas y no consideradas nobles de cuna.

Las doncellas sonrieron al verlas acercándose y les saludaron levantando sus manos.

Celine era una joven extremadamente tímida y nerviosa, su carácter era dulce y hacía gala de un gran sentido del humor cuando entraba en confianza.

Desgraciadamente, su aspecto físico era todo lo opuesto a lo que se consideraba bello o aceptable en el canon de belleza. Demasiado alta, rebasaba por mucho a la mayoría de los caballeros, de cadera y hombros anchos, sus ojos eran verdes y bonitos, pero pasaban desapercibidos tras su escandaloso y rizado cabello color cobrizo intenso y su rostro cubierto de pecas.

Por otro lado, Anna ostentaba una pequeña estatura y contextura voluminosa, ojos café y cabello de color oscuro.

Su rasgo menos favorecedor era su busto, demasiado amplio y abundante para su pequeño tamaño, su personalidad era en exceso extrovertida y despreocupada.

Era incapaz de estar callada y su sinceridad era considerada estrafalaria.

A ellas la habían conocido hace dos años.

Dos jóvenes huérfanas que conmovieron el corazón de la condesa Rossetti, como una mujer viuda y sin hijos.

Decidió adoptarlas a pesar de su origen humilde.

Por esas razones, ambas habían sido criticadas continuamente en el pueblo junto a las hermanas Mcbeath .

—¿Cómo aceptaste casarte con Ferguson ¿ —preguntó Anna, curiosa.

—Padre la obligó— respondió enojada Elizabeth.

—¿Por qué?—intervino con su voz suave Celine.

—Por una mugrosa deuda —contestó, con un ademán despectivo Elizabeth.

—Pero… ¿Cómo es que su padre…? Es decir, teniendo en cuenta su… — tartamudeó sorprendida Celine.

—Sí, teniendo en cuenta su aspecto, pues parece que eso quedó en el olvido, porque nuestro padre no le importa en lo más mínimo vender a su hija como moneda de cambio —les informó Rubí , frunciendo involuntariamente el ceño, con solo recordar a ese hombre.

—¡Oh, no estaba al tanto de eso! — dijo preocupada Anna.

—¿Y que piensas hacer?, Por qué esta fiesta estrafalaria es por su matrimonio — preguntó Celine

—No tengo muchas opciones —comentó Rubí con una cara entristecida.

—¿Qué les parece si damos un paseo en bote? —le cortó Elizabeth, antes de que su hermana terminara llorando .

No quería hablar de ese hombre, ni recordar lo qué pasaría con su vida en tan solo dos días, que se aproxima la luna llena.

Habiéndose resignado a su futuro, con una deuda maldita, estaba expuesta a la decepción y al sufrimiento que le esperaba una vez que se casará con Ferguson.

Ella deseaba casarse enamorada de un caballero el cual agitará su corazón, era inaudito haber conocido solo hace unos pocos días a Ferguson Allitsen y que ya tengan día de matrimonio estipulado, ese hombre no tenía más nada que ofrecer que su fortuna, tenía fama de borracho, además de su aspecto nada favorecedor, no era nada caballeroso tampoco, su padre encubría todas sus fechorías.

Olvídate de ese cretino.— pensé interiormente

Los bonitos botes estaban amarrados a la orilla y disponibles para los invitados que quisieran dar una vuelta por el lago que rodeaba la propiedad.

Después de afanarse con los remos, las cuatro detuvieron el bote tras un conjunto de maleza, que les permitía algo de privacidad, a la vez que les proporcionaba sombra.

—Entonces, dejarás de ser la doncella primaveral y serás Lady Rubí Allitsen — dijo Anna alzando sus cejas con un tono bufón.

—No hagas esas bromas—respondió Elizabeth.

—¡Qué calamidad! —aseguró Celine.

—Ruego por qué está boda no se lleve a cabo —respondió, compungida ella.

—¡Ay, Dios! Pero… ¿No te agrada ni un poquito la idea? —preguntó Anna.

—¡No! Cásate tú en mi lugar si quieres —adujo Rubí ocasionando un suspiro de decepción.

La condesa Rossetti estaba obsesionada con la riqueza y el linaje, y no aceptaría a ningún hombre que no contase con esas cualidades no se casarian con sus hijas y tomaba en cuenta sus opiniones.

— Las uniones por amor, eso solo les sucede a las damas bellas y adineradas —intervino Elizabeth, sonriendo con tristeza.

Rubí lloró por lo injusto que le parecía la vida.

—Ya no llores — dijo Elizabeth dándole un abrazo a su hermana mayor.

Después de ese momento emotivo, Rubí recupera la compostura.

—Si podrías decidir con quién casarte, ¿a quién elegirías ¿— Intervino Celine cambiando el tema.

—Algún duque adinerado de renombre—dijo Anna.

—A ti Rubí , ¿Con quién te casarías?—preguntó con hilaridad Celine.

Rubí lo medito por un momento y espetó

—Con el rey de Inglaterra.—

— Estás loca , eso es imposible—objetó Anna

— Esa es la idea que sea imposible para no casarme nunca. —defendió Rubí .