No pasa mucho desde que se fue Miriam, cuando suena la puerta de la habitación, Mia se sorprende, “¡Dios! ¿Es que no me dejaran descansar?”. Ya sus ojos se caen de sueño, aun así, se levanta para abrir la puerta. Es Miranda quien esta parada frente a ella, se ve cansada e hinchada, los últimos días tampoco han sido fácil para ella, tiene en su cara una mueca de molestia. – Vine únicamente porque papá me mandó. – Refunfuña. Mia da media vuelta para entrar a la habitación, Miranda la sigue sin cerrar la puerta tras ella, no parece tener la intención de alargar mucho la charla, o eso demuestra. – Solamente tengo una cosa que decir. – Suelta Miranda en tono insolente – Lamento mucho el dolor que te causé, todo el mal rato que has pasado, pero… – Duda un instante. – No lamento lo que pasó c