La boda

1142 Words
Mia despierta sorprendida, Mientras insisten con el toque en la puerta. Medio confusa y con unas sorprendentes ganas de ir al baño, responde invitando a pasar. Se abre la puerta y entra su madre con cara de disgusto, que empeora al verla metida en su cama. — Mia, ¡Por Dios! ¿Sabes qué hora es? Sabías que debías levantarte más temprano. — No grita, pero en su forma de hablar se siente la autoridad. Miriam, es una mujer hermosa y fina, a quién el tiempo no le ha hecho estragos, a sus cuarenta y nueve años de edad, de baja estatura, con curvas muy definidas, rubia, ojos grandes de un azul profundo, puede todavía dejar sin aliento a cualquier hombre. Gracias a ser rica de cuna y de una familia con costumbres tradicionales, también es una mujer severa, correcta, vanidosa y orgullosa, con mucho sentido común y sensata cuando le dan buenas razones. Es una mujer que conoce el carácter de sus hijas y sabe cómo llevarlas, adora a su familia, solo quiere que sean lo mejor de lo mejor y también desea presumirlos ante la sociedad. — Lo siento mamá, pero si sabes que me acosté temprano, tú misma viste la hora en la que fui a la cama, además, casi ni bebí. — Expone Mia rápidamente. Miriam sigue observándola con severidad e impaciencia mientras Mia habla, únicamente espera que por fin se levante de la cama. Mientras que Mia solamente desea ganar tiempo, no quiere levantarse, siente que en cualquier momento se orina encima debido a lo excitada que aún está. Gracias a su sueño, su vientre no para de palpitar y Mia nada más desea evitar cualquier movimiento brusco que pueda causarle un enorme bochorno ante su madre. “Dios mío, ¿Por qué me pasa esto a mí?”, “Ahora ya sé lo que es un sueño mojado, un poco más y me orino la cama, ah que vergüenza, ¡Si las de servicio lo fueran visto!”, “¡Dios! ¡Yo pensé que esto era algo exclusivamente de chicos! Por Dios, ¿Qué pasa conmigo?” supone Mia mientras trata de controlar las contracciones involuntarias, al mismo tiempo que trata de mostrar un rostro sereno delante de su madre, sabe que por lo menos debe estar sonrojada porque puede sentir su cuerpo y rostro caliente, “¡Uffff Qué difícil!”. — Bueno Mia, ¡Levántate ya!. — Su madre la hace salir de sus cavilaciones y reaccionar. Mia aprieta sus piernas lo más fuerte que puede y sale disparada de la cama hacia el baño privado que tiene en su habitación “¡Por Dios! ¡Por Dios! ¡Por Dios!” es todo lo que piensa mientras siente que al moverse se moja cada vez un poquito más. Pudo por fin orinar y fue casi la misma sensación que si fuera tenido un orgasmo de verdad, con todo y el gemido. Entra a la ducha, cepilla sus dientes y al salir del baño, todavía su madre está allí “¿Ahhh porque?”. Mia camina hacia su peinadora con un conjunto sencillo de shorts y franelilla y se sienta frente al espejo para cepillar su cabello, ignorando a su madre. — No entiendo, debes ser la única mujer en el mundo que anda como si nada, ¡En un día como este!. — Comienza Miriam acercándose a Mia que la observa desde el espejo. — Te dije que descansarás y mira las ojeras que traes. Mia se observa mejor en el espejo, sí, carga unas buenas ojeras, pero nada que algo de maquillaje no pueda arreglar, después de todo, es una mujer bellísima y ella lo sabe, con la piel de un tono rosáceo cremoso, sus ojos almendrados, verdes y brillantes como esmeraldas enmarcadas por unas tupidas pestañas, una finas y arqueadas cejas, una nariz pequeña y recta, labios carnosos y seductores, el cabello liso color castaño con reflejos claros que lo hacen destellar, de una estatura promedio (gracias a su padre) y un cuerpo perfectamente proporcionado (gracias a su madre), está muy por encima del estándar. Miriam que conoce el carácter de su hija, opta por no presionarla más con la mala cara. — Vamos hija. — Usa un tono más dulce, trata de ser paciente. Mira su reloj. — ¡Ya es medio día! ¡Vamos! ¡Vamos Mia!. Mia se levanta con desgana, se siente algo cansada aunque se acaba de levantar, sigue a su madre fuera de la habitación, pasa por el largo pasillo con varias puertas de otros cuartos, bajan las elegantes escaleras, atraviesan el recibidor, la sala familiar, el comedor, para llegar a la cocina. La casa es enorme, una mansión completa finamente decorada gracias a Miriam, ubicada en la zona más exclusiva de la capital. No es para menos pues Mia pertenece a una de las familias más ricas e influyentes del país, la familia Herrera. — Come algo rápido. — Le habla Miriam a su hija mientras le da instrucciones a unas personas que Mia no reconoce. Mia saluda al personal de servicio que se encuentra allí y que ya le está sirviendo el desayuno en la barra, comienza a comer mientras observa el ajetreo a su alrededor, hay mucho más personal contratado por ese día, por el evento que tendrá lugar en la mansión. Una vez que termina de desayunar, salen de la cocina, atraviesan un recibidor, el jardín, rodean una enorme piscina y salen a un camino de piedras que pasa por una enorme extensión de terreno verde, con grama recién podada, al final se ven tres toldos blancos instalados. El toldo central es excesivamente grande, se nota como resalta sobre los otros dos, que se encuentran a los costados, es abierto y se observa a la gente moviéndose, acomodando mesas, sillas, un banquete, luces, sonido, flores, globos, todos corretean y a leguas se nota que es una celebración extravagante y exclusiva. Los toldos más pequeños, que tampoco lo son tanto, solo en comparación con el central, son cerrados, muy poca gente entra y sale de ellos, Mia sigue a su madre que se acerca al toldo izquierdo y entra tras de ella. Dentro hay un gran alboroto, unas diez mujeres aproximadamente o más, arreglándose en diferentes estaciones, unas en maquillaje, peluquería, manicura, pedicura, vestuario, todas ellas pertenecientes a la familia o amigas extremadamente cercanas; “Ahora entiendo, el otro toldo debe ser para los hombres”, Mia voltea a ver a su madre y se da cuenta de que aunque estaba elegantemente vestida, aún no se ha cambiado para la ocasión, pero si esta peinada y maquillada. Miriam había ido por su hija, Mia, que es la única que faltaba por arreglar y es la pieza central para la celebración, es el día de su boda.
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