CAPÍTULO TRECE Ceres estaba en la proa del barco pirata mientras este se cernía sobre un pueblo con puerto lejos, al norte de Delos y se le llenaba el corazón al ver su hogar. La aldea no era grande. Tenía un puerto natural, edificios de madera apiñados alrededor de una plaza central y pescado secándose al sol en estantes, para ahumarlo después. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Después de todos aquellos meses, estaría por fin en casa. Pensaba en su familia, en los rebeldes, en el destino que le aguardaba y su corazón se aceleró. En la orilla, veía gente corriendo ante la alarma del barco que se acercaba. Desde tan cerca, podía escuchar el tañido de una campana de alarma y ver a los guardias con los uniformes del Imperio formando, preparados para la batalla. Al menos unas cuantas per