CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO UNO
Incluso aunque todos los nobles de Delos no lo estuvieran mirando fijamente, Thanos hubiera sentido los nervios de un novio en el día de su boda. Estaba frente al altar que se había habilitado en la sala de banquetes más grande del castillo y, de algún modo, había conseguido mantenerse totalmente tranquilo, pero solo porque su entrenamiento como soldado le permitía no mostrar ningún miedo. Al estar delante de todos ellos, sentía que se le hacía un nudo en el estómago por la presión.
Thanos miraba alrededor mientras esperaba a su novia. La sala de banquetes nadaba en seda blanca y brillaba por los diamantes, apenas quedaba una superficie que no reluciera. Incluso los sirvientes que atendían a los nobles llevaban ropa que hubiera dejado en evidencia a la mayoría de mercaderes. Y en cuanto a los propios nobles, hoy parecían sacados de la fábula de un poeta, vestidos con seda y terciopelo, rezumando oro y plata.
Para Thanos, aquello era demasiado; pero exactamente no le habían dejado dar su opinión al respecto. La realeza de Delos tenía la boda que el rey y la reina decidían que debían tener y cualquier cosa por debajo de la perfección hubiera decepcionado a su novia. Echó un vistazo y los vio: el Rey Claudio y la Reina Athena, sentados juntos en los tronos de madera de palo fierro esculpido y cubiertos por un baño de oro. Estaban sentados orgullosamente, evidentemente encantados por el hecho de que él había aceptado su decisión acerca de la novia.
El sumo sacerdote, cubierto con una sotana que reflejaba los rayos del sol, estaba a su lado. Parecía un hombre bondadoso y Thanos, que se sentía más solo que nunca, deseaba apartarlo a un lado y preguntarle: ¿Qué se hace cuando estás seguro de que no perteneces a un lugar?
Pero no podía.
No era solo porque Thanos estuviera nervioso por la boda. También era por otras muchas cosas. Era el hecho de que en Haylon, los rebeldes que allí había confiaban en que los ayudara a liberar el Imperio. Aquel pensamiento traía con él un destello de resolución, porque él los ayudaría, costara lo que costara. Pero ahora estaba allí en aquella sala, rodeado por el enemigo.
También estaba el hecho de que Lucio estaba allí, en una esquina, vestido de morado y plata real, sonriendo con superioridad mientras observaba a las chicas del servicio. Thanos tenía que luchar para contenerse las ganas de ir hacia allí y estrangularlo con sus propias manos.
Y entonces estaba el pensamiento que no le dejaba tranquilo:
Ceres.
Esto hacía que el dolor se le clavara de un modo que, incluso ahora, parecía que le iba a estallar en el pecho. Apenas podía creer que no estuviera allí, que estuviera muerta, perdida en un barco prisión mientras él estaba en Haylon. Solo pensar en ello amenazaba con arrastrarlo hacia la oscuridad que lo había consumido cuando escuchó la noticia.
Estefanía lo había sacado de aquello. Ella había sido el único punto de luz en todo aquello, la única persona en Delos que le había proporcionado algo de felicidad cuando él quería acabar con todo, cuando no concebía una vida sin Ceres.
No era que no quisiera a Estefanía; lo hacía. Había aprendido a quererla. Más bien era que no podía olvidar a Ceres. Era como si los dos amores todavía coexistieran en su corazón. No podía entenderlo en absoluto. ¿Por qué Ceres apareció en su vida tan solo para marcharse de ella? ¿Por qué Estefanía apareció en su vida en el momento que lo hizo? ¿Ceres había venido, de algún modo, para prepararlo para aceptar a Estefanía? ¿O no tenían nada que ver la una con la otra?
Empezó la música. Thanos se giró y su corazón se quedó atrapado al ver a Estefanía llegar al compás de música de lira. Su corazón se aceleró mientras ella avanzaba, todos los nobles se levantaron cuando ella pasó, acompañada por doncellas que lanzaban pétalos de rosa y tocaban campanas para ahuyentar cualquier residuo de mala suerte. Su vestido era de un blanco puro y elegante que hacía pensar que toda la habitación se había diseñado a su alrededor. Llevaba una rejilla adornada con diamantes por encima de su cabello dorado y con flores trabajadas en ella con una compleja elegancia. El velo que le cubría la cara brillaba por el hilo de plata y los zafiros diminutos que reflejaban la sombra de los ojos que había debajo.
Los miedos de Thanos se desvanecieron.
Él observaba cómo se acercaba, parecía que se deslizaba por su camino hasta el altar. Se paró delante suyo y él levantó el velo de su cara.
Sintió que la respiración se le cortaba. Siempre estaba hermosa, pero hoy se veía tan perfecta que Thanos apenas podía creer que fuera real. Se quedó mirándola fijamente durante tanto rato que él apenas escuchó que el sacerdote empezaba la ceremonia.
“Los dioses nos han dado muchas festividades y ceremonias en las que reflexionar sobre su gloria”, entonó el sumo sacerdote. “De estas, el matrimonio es la más sagrada, pues sin él no habría prolongación de la humanidad. Este matrimonio es especialmente glorioso, entre dos de los grandes nobles de este reino. Pero también es entre un hombre joven y una mujer joven que se aman profundamente y cuya felicidad debería encontrar un lugar en todos nuestros corazones”.
Hizo una pausa para dejar que las palabras calaran.
“Príncipe Thanos, ¿entregará su brazo para que se una al de esta mujer para siempre? ¿Para amarla y honrarla hasta que los dioses los separen y para ver a sus familias convertidas en una?”
Antes lo había dudado, pero ahora no. Extendió el brazo hacia el sumo sacerdote, con la mano hacia arriba. “Sí, lo entrego”.
“Y Lady Estefanía”, continuó el sumo sacerdote, “¿entregará su brazo para unirlo al de este hombre para siempre? ¿Para quererlo y honrarlo hasta que los dioses los separen y para ver a sus familias convertidas en una?”
La sonrisa de Estefanía era lo más hermoso que Thanos había visto jamás. Ella colocó su mano en la de él. “Lo entrego”.
El sumo sacerdote envolvió sus brazos con un pedazo de tela de blanco puro, el envoltorio era a la vez tradicional y elegante.
“Unidos en el matrimonio sois una sola carne, una sola alma, una familia”, dijo el sumo sacerdote. “Sed siempre felices juntos. Podéis besaros”.
A Thanos no hacía falta que se lo dijeran. Era incómodo, unidos de aquella manera, pero aquel era siempre uno de los entretenimientos menores de un día de boda y encontraron el modo de hacerlo. Thanos sintió los labios de Estefanía contra los suyos, fundiéndose con ella, y por lo menos por un instante pudo dejar a un lado todas las preocupaciones del mundo y estar solo allí con ella. Incluso los pensamientos sobre Ceres se desvanecieron en el fondo, consumido por el contacto con Estefanía.
Por supuesto, Lucio tenía que ser el que rompiera la magia del momento.
“Bien, me alegro de que ya esté”, dijo por encima del silencio de la multitud. “¿Ahora puede empezar la fiesta? ¡Necesito beber algo!”
***
Si la ceremonia de la boda había sido opulenta, el festín que le siguió fue espectacular. Tanto que Thanos se preguntaba lo que habría costado. Parecía que la mitad de los beneficios de los últimos saqueos habían ido a parar allí, sin escatimar en gastos. Sabía que pagaban el rey y la reina, como un modo de mostrar lo felices que estaban por la boda, pero ¿a cuántas personas de la ciudad podía alimentar algo así?
Echó un vistazo a su alrededor y vio saltimbanquis y bailarines, músicos y malabaristas entreteniendo a grupos de nobles. Los nobles bailaban juntos girando en círculos, mientras la comida se distribuía en lo que a Thanos le parecían pequeñas montañas de pastas y golosinas, ostras y deliciosos postres.
Por supuesto, había vino, suficiente para que, mientras continuaban las festividades, las cosas enloquecieran. El baile se aceleró, la gente cambiaba de pareja más rápido de lo que Thanos podía seguir. El rey y la reina ya se habían retirado, junto a otros de los nobles más mayores y habían marchado de la sala. Fue como una señal para que los invitados dejaran a un lado las inhibiciones que les quedaban.
Ahora mismo hacían girar a Estefanía en el tradicional baile de despedida, donde la novia bailaba rápidamente entre todos los jóvenes solteros de la sala, antes de dirigirse a los brazos de Thanos al finalizar. Tradicionalmente, era una forma en que la novia mostraba lo feliz que estaba con su elección comparado con todo lo que rechazaba. De manera más informal, les daba a los jóvenes la oportunidad de lucirse ante las otras jóvenes de la nobleza que estaban mirando.
Para sorpresa de Thanos, Lucio no se unió al baile. Él esperaba de alguna manera que el príncipe hiciera algo estúpido como intentar robar un beso. Aunque, comparado con la parte en la que intentó matar a Thanos, aquello hubiera sido relativamente inofensivo.
En cambio, el príncipe fanfarroneaba por allí mientras el baile estaba todavía en marcha, abriéndose camino entre la multitud a empujones con casual arrogancia mientras sostenía una copa de cristal del mejor vino. Thanos lo miró e intentó encontrar una similitud entre ellos. Ambos eran hijos del rey, pero Thanos nunca podía imaginar parecerse a Lucio.
“Hermosa boda”, le dijo Lucio. “Todas las cosas que más me gustan: buena comida, mejor vino, un montón de sirvientas para después”.
“Ves con cuidado, Lucio”, dijo Thanos.
“Tengo una idea mejor”, replicó Lucio. “¿Por qué no observamos a tu hermosa novia los dos, dando vueltas entre tantos hombres? Por supuesto, tratándose de Estefanía, podríamos hacer una pequeña apuesta sobre cuáles se han acostado con ella”.
Thanos apretó los puños. “¿Estás aquí solo para causar problemas? Porque si es así, puedes marcharte”.
Lucio sonrió todavía más. “¿Y cómo se vería esto, tú intentando echar al heredero al trono de tu boda? No acabaría bien”.
“No para ti”.
“Recuerda tu lugar, Thanos”, dijo Lucio bruscamente.
“Oh, conozco mi lugar”, dijo Thanos con una voz que anunciaba peligro. “Los dos lo conocemos, ¿verdad?”
Aquello hizo que Lucio reaccionara con un ligero parpadeo. Incluso aunque Thanos no lo hubiera sabido, aquello lo hubiera confirmado: Lucio conocía las circunstancias del nacimiento de Thanos. Sabía que eran medio hermanos.
“Te maldigo a ti y a tu matrimonio”, dijo Lucio.
“Estás celoso”, replicó Thanos. “Sé que querías a Estefanía para ti y ahora soy yo el que se casa con ella. Yo soy el que no escapó del Stade. Yo soy el que realmente luchó en Haylon. Ambos sabemos qué más soy. Así que, ¿qué te queda, Lucio? Eres tan solo un matón del que la gente de Delos debe protegerse”.
Thanos escuchó el chasquido cuando Lucio tensó su mano alrededor de la copa de cristal, apretando hasta que la destrozó.
“Te gusta proteger a las clases más bajas, ¿verdad?” dijo Lucio. “Bien, piensa en esto: mientras tú planeabas una boda, yo destrozaba aldeas. Continuaré haciéndolo. De hecho, mientras tú todavía estés en tu lecho de boda mañana por la mañana, yo saldré a darles una lección a otro grupo de campesinos. Y no hay nada que puedas hacer al respecto, quienquiera que te creas que eres”.
Thanos deseaba pegar a Lucio entonces. Deseaba golpearlo y seguir golpeándolo hasta que no quedara más que una mancha de sangre sobre el suelo de mármol. Lo único que lo detuvo fue notar la mano de Estefanía, que se acercó al acabar el baile, sobre su brazo.
“Oh, Lucio, se te ha derramado el vino”, dijo con una sonrisa que Thanos deseaba poder igualar. “No hay problema. Deja que uno de mis asistentes te traiga más”.
“Ya me lo cogeré yo mismo”, respondió Lucio con evidente mala gana. “Me trajeron este y mira lo que le pasó”.
Se marchó ofendido y tan solo el tirón de la mano de Estefanía sobre su brazo frenó a Thanos de seguirle.
“Déjalo”, dijo Estefanía. “Te dije que habían mejores maneras y las hay. Confía en mí”.
“No puede escapar con todo lo que ha hecho”, insistió Thanos.
“No lo hará. Sino, míralo de este modo”, dijo ella. “¿Con quién prefieres pasar la noche? ¿Con Lucio o conmigo?”
Esto hizo que se le dibujara una sonrisa en los labios a Thanos. “Contigo. Indudablemente contigo”.
Estefanía lo besó. “Buena respuesta”.
Thanos notó que la mano de ella se escurría en la suya, empujándolo en dirección a las puertas. Los otros nobles que había allí los dejaban pasar, soltando de vez en cuando alguna risita por lo que iba a suceder a continuación. Thanos seguía a Estefanía mientras esta se dirigía a los aposentos de Thanos, abría la puerta de par en par e iba en dirección al dormitorio. Allí se giró hacia él, le rodeó el cuello con sus brazos y lo besó profundamente.
“¿No te arrepientes de nada?” preguntó Estefanía mientras se apartaba un poco de él. “¿Estás feliz por haberte casado conmigo?”
“Estoy muy feliz”, le aseguró Thanos. “¿Y tú?”
“Es todo cuanto siempre quise”, dijo Estefanía. “¿Y sabes lo que quiero ahora?”
“¿Qué?”
Thanos vio que levantaba los brazos y su vestido le caía por partes.
***
Thanos despertó con los primeros rayos de sol que se colaron por las ventanas. A su lado, sentía la cálida presión de la presencia de Estefanía, que tenía uno de los brazos sobre él mientras dormía acurrucada a su lado. Thanos sonrío por el amor que rebosaba en su interior. Ahora estaba más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.
Si no hubiera sido por el tintineo del arnés y el relinchar de los caballos, podría haberse acurrucado de nuevo junto a Estefanía y se hubiera vuelto a dormir, o la hubiera despertado con un beso. Pero no era el caso, se levantó y se dirigió hacia la ventana.
Llegó justo a tiempo para ver a Lucio abandonando el castillo, yendo a la cabeza de un grupo de soldados, con las banderas volando al viento como si fuera un caballero andante en una cruzada más que un asesino preparándose para a****r una aldea indefensa. Thanos lo miró y después echó un vistazo a Estefanía, que todavía dormía.
Empezó a vestirse en silencio.
No podía quedarse quieto. No podía, ni siquiera por Estefanía. Ella le había hablado de mejores maneras de encargarse de Lucio, pero ¿qué suponían? ¿Buena educación y ofrecerle vino? No, tenían que parar a Lucio, ahora mismo, y solo había un modo de hacerlo.
En silencio, con cuidado para no despertar a Estefanía, Thanos salió rápido de la habitación. Una vez fuera, corrió hacia los establos y gritó a un sirviente para que le trajera la armadura.
Era la hora de hacer justicia.