Él no la honró con una respuesta, simplemente la acercó más a su cuerpo, sus ojos buscando una respuesta antes de alcanzar debajo de su falda. Había recibido su respuesta y ella supo por su brusca inhalación que estaba al tanto de su mentira. —No estoy tan seguro de creerte, palomita, te sientes bastante dispuesta a mí— Con eso, sacó los dedos de la tela de sus bragas y se los llevó a la boca. Ella lo miró con fascinación cuando su boca se abrió, aceptando los dedos que estuvieron en ella. Maldita sea—Tan bueno como lo recuerdo— gimió y la miró a los ojos, que se habían vuelto casi completamente negros. Estaba casi avergonzada. —¿Tienes que seguir haciendo cosas así?— cuestionó. Su voz se había vuelto unas octavas más grave y luchaba por mantener la respiración uniforme. Él sabía q