—Por fuerza humana, te refieres a ti mismo, ¿verdad? Ni siquiera se molestó en responder. Le dolía el corazón. Hacer comentarios sarcásticos era la única manera de que ella no reconociera lo que sentía por lo que era. Era un mecanismo de defensa autoactivado, no se podía evitar. —Lo siento si parezco demasiado agresivo o demasiado egoísta, pero es la verdad. Te deseo. Te quise desde el momento en que casi te mato por no prestar atención— Su infame sonrisa de alguna manera se transformó en una suave sonrisa y ella ni siquiera pudo respirar. Era un cliché y una idiotez, pero era la verdad. Ni siquiera era consciente de que el hombre podía forzarse a sí mismo a hacer algo además de fruncir el ceño y sonreír. Y pensar que no creía en los milagros. —Tengo una pregunta. —Por supuesto que