—He estado fascinado por las aves y la forma en que actúan durante años. Creo que tenía unos cuatro años cuando entendí cuál era su propósito— Sus palabras fueron arrastradas pero aún coherentes— Mi mamá tenía una palomita diminuta y yo siempre encontraba excusas para mirarla como si estuviera tratando de entender cada pequeño detalle al respecto— Él capturó un mechón de su cabello y comenzó a acariciarlo— Un día, mientras la observaba, vi la tristeza en sus ojos, ansiaba salir de su jaula. La abrí para la paloma y la vi volar sin mirar atrás. Mi mamá me había preguntado por qué había abierto la jaula pero no tenía respuesta, solo tenía que hacerlo— Confesó. Dejando que sus ojos inyectados en sangre se posaran en la cama deshecha en la que habían hecho el amor innumerables veces antes —