Víctor —¿No estás muy callada? — habíamos salido de casa hace quince minutos. Estaba Gabriela en la parte de atrás del coche. Su rostro perdido, con la mirada hacia fuera y unos ojos brillosos que no anunciaban felicidad, todo lo contrario—. ¿Tan mal fue? —No me hables con tanta cercanía, por favor— dijo en voz baja, apenas sí podía escuchar algo de lo que decía. —¿Quieres que actúe como si fuéramos dos desconocidos? —No quiero que actúes como si no supieras lo que pasa. —¿Tiene que importarme? —pregunté. Era muy frágil, eso seguía sin gustarme. Le faltaba voluntad. —Entonces, justo por eso, no preguntes. No te interesa. —Intentaba ser cordial. — Entablar una charla que pudiera decirme más sobre ella, además de lo obvio. —No te queda bien— cerró los ojos, sus labios se separar