Gabriela La luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas me despertó con una sensación de calidez que hacía tiempo no sentía. Por primera vez en todo este tiempo que llevaba encerrada sentía cierto sabor a libertad y me aferraría a eso hasta conseguirlo. Hoy, por primera vez desde mi llegada a este exilio dorado, se me permitiría salir. Mi corazón latía con la esperanza de libertad, aunque fuera momentánea, y la posibilidad de un escape. Tenía todo un plan en mente, casi no pude dormir, tan solo pensando en eso. Tras asearme, desayunar y tomar los medicamentos que ahora marcaban el ritmo de mis días, me preparé para lo que sería mi oportunidad de romper las cadenas invisibles que me ataban a este lugar. La enfermera Cleo, quien había sido la que me abrió la puerta para esta