Gabriela El calor del abrazo de Oliver aún ardía en mi piel cuando finalmente nos separamos. Cada fibra de mi ser gritaba que me aferrara a él, que dejara que la confortante cercanía disipara el frío miedo que había formado un nudo en mi estómago. Pero había demasiado en juego, demasiado que perder si no lograba convencerlo con las mentiras cuidadosamente tejidas que había preparado para proteger a Jackie y, en cierta manera, a mí misma. Incluso a él. Al entrar a la casa, Oliver intentó besarme, continuar con el abrazo, un gesto que en cualquier otro momento habría correspondido con todo mi corazón. Pero ahora, cada gesto tenía que ser calculado; cada respuesta, medida. Así que me aparté suavemente, poniendo un espacio físico y emocional entre nosotros. Él me miró, una mezcla de confus