2: Encuentro con Hector Black

1260 Words
Capítulo 2: Encuentro con Hector Black Hoy he recibido un mensaje de mi madre diciéndome los buenos días, sé que es otro intento de hablar, pero lo ignoro, sé que es la mujer que me dio la vida, pero que ella haya tenido una aventura con el que era mi esposo y le llenara la mente para que se divorciara de mí para actualmente vivir con él y quitarme casi todo menos mi auto hizo que la odiara. Más aún porque ahora vive con mi exesposo, en la que era nuestra casa, con la que eran nuestras cosas. ¿Como se perdona eso? Creo que nunca, ella se ganó el premio a la peor madre del mundo. Al llegar a la empresa fui por un café y lo primero que veo es el señor Black. Noto que levanta la vista y sus ojos claros me miran, pero yo me vuelvo ciega de repente y me hago la que no veo de lejos ni reconozco rostros. No quiero saludarlo, siento que hay una linea entre los jefes y personas como yo, no es complejo de inferioridad, es que prefiero tenerlos de lejos, muuuy de lejos. También es que él me inquieta un poco, sé que no deja de mirarme, puedo sentir su mirada traspasándome. Bebo de mi café y lo miro de reojo, nuestras miradas se cruzan y joder siento que se me congela todo al mismo tiempo que mis mejillas se llenan de vergüenza en un fuerte sonrojo. Me levanto para irme dejando el resto de mi café en la basura, de los nervios no puedo seguir tomando o juro que me quemo. Pero la tortura de verlo en el café no acaba ahí, sino que él tomó la oficina principal que queda prácticamente frente a la de mi jefa y me da una vista directa de su puerta como presidente. No me habla, pero siento que me observa por donde me mueva. Intento enfocarme en mis tareas escondiéndome detrás de mi computadora pero es difícil para mí concentrarme por completo porque siempre que alzo la vista me encuentro con su mirada así sea por accidente. Que día tan incómodo el que ha ocurrido hoy. Al salir me voy a comer algo y luego me cambio para ir al gimnasio y entrenar un poco; eso funciona para desestresarme y olvidar todo lo que la pesada de mi jefa me pide, luego al estar rotundamente agotada me voy a mi apartamento que alquilo para ir directo a dormir, esa es mi rutina diaria, de esa forma no pienso en nada ni en nadie solo en lo cansada que estoy y en dormir. Los siguientes días pasan así. El guapísimo señor Black, se encarga de estar en mi radar o en mi campo de visión, es el tema de conversación de la empresa, todos parecen venerarlo y tenerlo como todo un dios, yo por mi parte me siento siempre inquieta y nerviosa. Es muy serio, a veces me da algo de miedo pero muchas veces noto que me busca con la mirada y no logro comprender un por qué o algo que lo justifique. ¿Acaso le intereso...? No, ¿como le va a interesar alguien que le habló de como su exesposo le montó los cuernos con todo su circulo social? Que patético, y yo que no pude mantener la boca cerrada. Trascurrieron los días hasta que una mañana todo fue diferente, en el cafetín crucé una ligera sonrisa con él cuando me miró. Bueno, ¿por qué me miraba como asesino en serie? Algo tenía que cambiar, así fuera que me sonriera un poco. Ese día el señor Hector dejó la puerta de su oficina abierta y puedo mirarlo o más bien admirarlo porque vaya que está bien bueno y guapo, de seguro que también lo sabe y por eso lo hizo... pero eso sería darme más importancia, entonces no creo que sea apropósito... ¿o sí? Ya me estaba haciendo ideas locas. Cada día que pasa que voy a la cafetería accidentalmente me cruzo con su mirada y aunque veo a otro lado, noto que su mirada me traspasa, como si me siguiera. Tenía muchas cosas por hacer este día, mucho papeleo, el secretario de Black es el amante de mi jefa, yo lo sé, los he visto cuando ellos no me ven, pero ella parece darle preferencia por eso y me dejan casi todo el trabajo a mí. Cuando ya es la hora de comer recojo mis cosas, veo a mi jefa ir con el señor Black a almorzar y yo suspiro aliviada. Este hombre tiene algo que me deja nerviosa siempre, más allá de su belleza, siento que es su presencia la que me inquieta. Aprovecho de adelantar más papeles mientras apenas pellizco mi almuerzo y vuelvo; solo quiero terminar rápido todo esto. Comienzo a tararear la canción que puse en mi computadora mientras termino todo el papeleo, seguidamente entro en el despacho de mi jefa cargada con las carpetas y voy a los gabinetes que utilizamos como archivo tanto de la oficina de mi jefa Matilda como la del señor Black, pero como sé que estan comiendo no me incomodo, mientras tarareo la canción de Rauw Alejandro con Myke Towers en Ponte Pa’ Mi. Baby ¿qué tu piensas? Dale ponte para mí, ¿con esta bellaquera quien puede dormir? Voy de camino dime si vas a abrir o te vas a resistir. —Señorita Clare, canta muy mal. Me sobresalto al escuchar esa voz acercarse a mí. —Lo siento, señor Black —murmuro sin comprender como pude enfocarme tanto en lo que hacía y no haberlo escuchado. —Está bien. —dice—. ¿Tú que haces? —Papelo —murmuro. Sin poder evitarlo, mis ojos lo observan; es que está más de cerca y es inevitable, muy alto, rubio, treinta y pocos años en su mejor versión, ojos tan claros como la miel, voz profunda y sensual… uhm, sí, está buenísimo. —Siento haberte asustado. —comenta y no es hasta ese momento que me doy cuenta que tengo una carpeta abrazada contra mi pecho. Suspiro. —¿la señorita Klein ya llegó? —pregunto. —Sí. Oh, no la había escuchado entrar a su oficina, que horror. Me volteo para irme cuando de repente el señor Black me agarra del brazo. —¿Qué cantabas hace un momento? —pregunta. —Una canción. Él sonríe y noto que lleva una sonrisa como de comercial de colgate; bellísima. —Lo sé… me gustó —dice él—. ¿Qué canción es? —Es urbana, de Rauw Alejandro, señor. Él no borró su sonrisa como si yo le diera risa o no sé qué cosa. —¿Ahora que sabes quién soy me llamas señor, Johana? Mi nombre en sus labios me erizó la piel. —Disculpe, señor Black —recalco—. En el ascensor no lo reconocí. Pero ahora que ya sé quién es usted, creo que debo trazar una linea de respeto. De repente él da un paso hacia mí y yo doy otro hacia atrás, me estremezco. ¿Qué se supone que hace? Él vuelve a dar otro paso hacia mí y yo, al volver a dar uno hacia atrás me pego contra el archivador. No tengo salida. El señor Black lo sabe y su sonrisa se amplía pareciendo malvada, está casi encima de mí y se inclina para ponerse a mi altura, puedo sentir su aliento caliente rozar mis labios cuando murmura: —¿Por qué tiemblas?
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