Al día siguiente….
Miranda bajó de su habitación ya arreglada para ir como siempre a dar clases a la universidad; pero antes pasó al comedor a desayunar y allí se encontró a su hija tomando un café.
— Buenos días Katrina, ¿No piensas desayunar?
— No tengo apetito, solo tomaré café. —respondió con un tono de molestia.
— Hija, creo que tenemos una conversación pendiente con respecto a lo de anoche.
— No creo que haya mucho de que hablar, mi decisión está tomada, me voy a casar con Samuel te guste o no.
Katrina se marchó dejando con la palabra en la boca a Miranda. Conocía a su hija y sabía que no iba a existir nada que la hiciera cambiar de opinión. Ella terminó su desayuno ya que en poco tiempo tenía que estar en la universidad, era otra prueba de fuego por la que tenía que pasar si Samuel decidía seguir asistiendo a sus clases.
(...)
Había estacionado su auto y se dirigía a entrar, quería llegar unos minutos antes de comenzar su clase, ya que no le había dado tiempo de preparar el tema del que iba a hablar a sus alumnos. Pero antes de que pudiera seguir avanzando, se encontró en uno de los pasillos con el profesor Emiliano, él era nada más y nada menos que el rector de la universidad. Un hombre maduro en edad, pero sin lugar a dudas muy atractivo, había enviudado hace un par de años, y desde entonces se sentía muy atraído por Miranda.
— Buenos días Miranda, ¿A punto de dar tu clase?
— Hola Emiliano, sí, así es, dentro de diez minutos comienza.
— El tiempo perfecto para invitarte un café. ¿Qué me dices?
— Emiliano, la verdad es que debo preparar la clase, anoche no me dio tiempo de hacerlo y justo iba en este momento, creo que será mejor en otra ocasión.
— No hay pero que valga, además siempre te has destacado por ser una mujer muy inteligente, así que solo te bastará con entrar al salón de clases, para dejar que fluya toda esa sabiduría que tienes.
La tomó por el brazo y se la llevó casi obligada hasta el cafetín de la universidad, mientras que a ella no le quedó otra alternativa que dejarse llevar, al fin y al cabo era su jefe y no había ningún problema si llegaba retrasada a la clase algunos minutos.
Se sentaron a una de las mesas mientras Emiliano sonreía, estaba contento de poder estar cerca de ella aunque fuera tomando un simple café.
— ¿Cuándo vas a aceptar mi invitación a cenar?
— Emiliano ya hemos hablado de eso muchas veces, ya te dije que se me hace muy difícil poder salir de casa, debo estar pendiente del cuidado de mi esposo, sabes que no puede valerse por sí mismo.
— Sí, ya sé que me lo has dicho un montón de veces, pero también se que durante el día lo cuida una enfermera. No creo que no puedas pedirle que se quede con él tan solo una noche. Además, ya no es tu esposo.
— Te equivocas, legalmente sí lo es, porque el divorcio no se llevó a cabo a consecuencia del accidente tan repentino.
— Pero por las condiciones en las que él se encuentra, cualquier juez te daría el divorcio enseguida. ¿No te parece?
— Sí, eso también lo sé, pero si me divorcio de él en este momento, me quedaría en la calle, porque nos casamos por bienes separados. La única forma de que yo pueda heredar su fortuna, es si él llegara a fallecer. Fue una cláusula que colocó en el contrato prenupcial.
— Ahora entiendo, pero eso no es razón para que tú no puedas divertirte y tratar de hacer tu vida con otro hombre. ¿No te parece?
Emiliano tomó su mano con ternura mientras la miraba a los ojos con mucha picardía, Miranda se sentía algo incómoda ya que él no le atraía como hombre, reconocía que era muy atractivo y se mantenía en muy buena forma a pesar de su edad, y por si fuera poco, gozaba de una posición económica bastante estable, pero sin embargo, de quien estaba enamorada sin darse cuenta, era de Samuel.
Justo cuando Emiliano apretaba su mano mientras trataba de convencerla de que saliera con él, pasó cerca del cafetín Samuel, el cual estaba dispuesto a continuar asistiendo a las clases de arte de Miranda.
Cuando vio a Miranda junto al profesor tomados de la mano, se detuvo enseguida y no dudó un momento en acercarse a ellos con la excusa de saludarlos.
— Buenos días, ¿Interrumpo? —dijo en tono irónico.
Ella al verlo se puso nerviosa, y más aun porque tenía miedo as su reacción, ella estaba consiente de que era todo un hombre en la cama, pero fuera de todo lo que le hacía sentir en la intimidad, aun era un joven inmaduro y muy impulsivo que muchas veces no controlaba sus emociones.
Emiliano fue el primero en contestar a su saludo:
— Buenos días Samuel, por supuesto que no interrumpes, solo me tomaba un café con la profesora Miranda.
— Sí, ya me di cuenta de eso. ¿Y cómo está usted profesora Miranda?
Miranda temblaba, estaba pálida, las manos se le habían puesto heladas, trató de disimular fingiendo que estaba perfectamente bien, así que sin titubear le respondió:
— Estoy bien Samuel, y si nos disculpas, el profesor Emiliano y yo estamos en medio de una conversación.
— ¡Ah claro! Por supuesto, entiendo perfectamente , bueno no los interrumpo más, la espero en el salón de clases profesora Miranda.
Samuel se marchó del cafetín hecho una furia, ya estaba cansado de tener que ocultar su relación con Miranda, y más aún ahora que se había dado cuenta de que Emiliano le estaba coqueteando.
Emiliano había notado el malestar que había en Samuel, pero no se imaginaba qué era en realidad lo que pasaba entre ambos.
— No se si son ideas mías, pero me parece que Samuel actuó como si estuviera celoso. Si no fuera tu alumno, juraría que estaba molesto de que estuvieras aquí conmigo.
— ¿Celoso? ¡No para nada! La verdad es que yo no me di cuenta de que estuviera molesto. Creo que son ideas tuyas. Pero celoso jamás, no tendría por qué estarlo, solo soy su profesora y mantenemos un trato como tal.
— Bueno, pero no me extrañaría que se sienta atraído por una mujer como tú, los chicos de esa edad tienen las hormonas a millón, y se encienden con mucha facilidad cuando ven a una mujer tan bella como tú. De hecho a mi me tienes encendido desde hace tiempo, solo que no has querido apagar ese fuego.
— Por favor Emiliano, no comiences con lo mismo, y es mejor que me vaya a mi aula, ahora si se me ha hecho tarde para dar mi clase.
— Pero recuerda mi invitación, no voy a quedarme tranquilo hasta que me digas que sí.
Miranda se levantó de la mesa, recogió sus carpetas y su Tablet y se marchó a toda prisa. Estaba ansiosa por hablar con Samuel, quería pedirle que renunciara a su clase, ella no soportaba tener que verlo en la universidad todos los días, no quería perder su puesto de trabajo a pesar de no necesitar su sueldo, el trabajar en algo que le apasionaba era para ella uno de los pocos logros que había alcanzado en su vida.
Abrió la puerta del salón de clases y entró, luego al cerrarla salió Samuel de forma sorpresiva dándole un susto que casi le hace pegar un grito, la tomó por la cintura y la puso contra la pared, luego se puso muy cerca de su boca mientras le susurraba:
— Ese profesor Emiliano jamás te hará sentir lo mismo que sientes cuando yo te toco.
— Por favor Samuel suéltame, mira que puede entrar alguien y encontrarnos así.
— Dime que no te gusta lo que te hago cuando te tengo clavada en la cama. Anda dímelo, dime que no quieres sentir como te doy duro mientras me pides que te de más.
Era inevitable para Miranda no excitarse, el solo hecho de tenerlo tan cerca de ella, sentir su olor, su piel tan joven, eran un completo detonante para que ella perdiera el control por completo.
— Ya basta Samuel, no podemos continuar en esto, falta poco para que entren los demás alumnos, así que te pido por favor que me sueltes.
Samuel metió su mano por debajo de su vestido y comenzó a tocarla suavemente para excitarla, quería que ella se saliera de control y se dejara llevar por el deseo.
— Ya no sigas haciendo esto, por favor Samuel ya déjame.
— Comenzó a pasar la punta de su lengua por sus labios húmedos, mientras le decía susurrando:
— Sí aceptas que nos veamos al finalizar la clase, te dejo tranquila. O de lo contrario te juro que no me va a importar que me encuentren tocándote.
Ella sudaba a cántaros, era una sensación de miedo por no querer ser descubierta, pero al mismo tiempo sentía un deseo desenfrenado porque Samuel le hiciera el amor allí mismo.
— Está bien, al finalizar la clase hablaremos. Pero por favor ya suéltame antes de que alguien nos sorprenda.
— Muy bien, te esperaré como siempre cerca de tu auto.
De pronto se abrió la puerta de repente y ambos se soltaron rápidamente, se trataba de una de sus alumnas que desde hace tiempo veía muy sospechoso el trato que había entre ambos. Pero además no era cualquier alumna, ella era la hija de Emiliano, la cual también recibía clases de arte con Miranda.
— ¡Disculpen no quise interrumpirlos! No creí que estuvieran aquí, como la puerta del salón estaba cerrada pensé que no había nadie.
— No hay nada que disculpar Emily, la puerta se cerró sin querer, pero adelante ya voy a comenzar con la clase.
Samuel tomó asiento al igual que Emily, quien lo miraba con una expresión sospechosa.
Miranda se veía agitada y sudorosa, era más que evidente de que algo extraño estaba pasando entre ambos.
Al finalizar la clase, Miranda se fue caminando al estacionamiento en donde tenía aparcado su auto, estaba nerviosa, miraba a su alrededor ya que no quería ser vista por algún alumno, pero al mismo tiempo estaba ansiosa por encontrarse con Samuel, sin embargo, para su sorpresa Samuel no había llegado aun, pero la que se encontraba en su lugar era su hija Katrina.
— ¡Katrina! ¿Pero qué haces aquí?
(…)