—¿Qué te traes? —inquirió Leslie cuando estuvieron en la oficina de Eiron con la puerta cerrada. Eiron se le quedó mirando por unos segundos y se sonrió para luego darse la vuelta para ir a servirse un trago de coñac, no esperó el que le había pedido a la mesera. —¿Cómo conociste a esa chica? —fue su respuesta mientras vertió el líquido en un vaso. —¿Qué te puede interesar eso? —le preguntó Leslie extrañada. —Responde —exigió en un tono de voz que reflejó el fastidio—, no seas evasiva. —Lorena la trajo aquí un día, estuvimos conversando un rato —le dijo sin intención de darle más detalles—. Me cayó bien la chica. —Ya veo, casi te desvives para saludarla —manifestó Eiron enfático pues Leslie no es de las que se desboque por cualquiera; de hecho, siempre se muestra inalterable. —¿Qué