Praskovya no por la interrogante de Eiron, si no porque toda su casa aparentemente estaba invadida con sus hombres, se mantuvo en silencio.
No pensaba responderle pues decir la verdad sería la traducción a una bala que él mismo se estaría poniendo en su cabeza en ese preciso instante, la misma del arma que Eiron mantiene apuntada en su rostro.
—Responde, no tengo tu tiempo —le exigió Eiron mostrando enfado.
La ansiedad le estaba ganando a Eiron pues al ver que pasaban las horas y el rato que había tenido allí con ese hombre y no le decía absolutamente nada, lo estaba poniendo mucho más nervioso.
—¿A dónde la llevaste? Dime la verdad ¿qué hiciste con ella? —le preguntó Eiron totalmente acelerado.
—Yo no la tengo —le respondió Praskovya—. Si tus hombres te dieron la información como e
