Por supuesto que el resto de ese día Altair estuvo más callada de lo normal, practicó como se lo propuso pero con la intención de no dejar ver un ápice de la pequeña felicidad que abraza su corazón y el leve cosquilleo que constantemente sintió el su entrepierna al recordar el encuentro de la mañana en el auto de Eiron, prefirió mantenerse seria, fingió estar enfocada en los movimientos. —¿Qué te pasó ayer? —le preguntó Lorena en un breve receso de cinco minutos que les dio Franco. —Nada importante, solo quise estar sola, tengo algunos asuntos familiares por resolver. Con esa respuesta acalló las dudas de Lorena, que para su sorpresa no insistió con saber más. Altair al retomar su entrenamiento recordó el gran problema que debe resolver de inmediato. Mientras practicaba tomó una resoluc