Una mínima esperanza

1314 Words
Días después de llegar a la ciudad de San Petersburgo, en Rusia, buscando un lugar donde asentarse, y de un empleo digno con que ganarse la vida, aunque no tiene necesidad de ello, al conocer el desprecio de las personas por su apariencia física, Altair llega a una cafetería donde la mesera que la atendió, al verla cabizbaja, la aborda. —Желаете что-нибудь еще? Я могу тебе чем-то помочь? (¿Quiéres algo más? ¿puedo ayudarte en algo?) —le preguntó la chica rubia de baja estatura pero no tan baja como Altair. Ella negó en un movimiento de cabeza, sin molestarse en mirarla. Se sentía agotada, ya eran muchos los días que llevaba recorriendo las calles de la ciudad que escogió al azar para recomenzar su vida. Reconoce que le hubiera sido fácil volver a su casa, con sus padres y sus hermanos; pero hacerlo era reconocerse fracasada e incapaz de lograr cumplir sus sueños. Sería darle la razón a sus padres que a regañadientes accedieron a apoyarla. —Ты выглядишь грустным. Ты не из этих мест, да? (Te veo triste. No eres de estos lados ¿verdad?) —insistió la chica. Altair, al comprender que la chica no se iría de ahí, no la dejaría disfrutar de su café en soledad, como estaba deseando, levantó la mirada. —Нет, я не из этой страны (No, no soy de este país) —le respondió seca. La chica en lugar de conformarse con esa respuesta y retirarse, actuando de una manera un tanto imprudente para Altair, tomó asiento en la silla que estaba desocupada al frente. —Если вам понадобится в чем-нибудь помощь, я к вашим услугам (Si necesitas ayuda con algo, estoy a tu orden) —se ofreció la chica. La reacción inmediata que Altair consideró dejar salir ante la actitud intromisoria de la mujer, fue la de mandarla a trabajar; más sin embargo considerando que al no conocer a nadie en esa ciudad se le iba a hacer difícil lograr encontrar un empleo para pasar el tiempo mientras lograba conseguir alguna academía que la admitiera. Ahora le tocaba sola, por pura experiencia demostrar que de verdad tenía los conocimiento y las habilidades, no por pura influencia como bien se lo dejó ver Meriam al arrojarle en la cara la verdadera razón de su ingreso en esa prestigiosa escuela. De modo que, Altair decidió hacer a un lado, sin ceder más de lo que le dictaba la razón, y tratar de entablar una amistad, o una camaradería que estaba lejos de la amistad verdadera, pero que para ella en ese instante le resultaba conveniente. —Вы говорите по-испански? (¿Hablas español?) —le inquirió Altair mostrándose interesada. —Sí —le contestó la chica mostrándose más animada. —Mejor —adujo Altair como si el hablar el idioma de la chica le resultara un peso enorme. —Ahora sí, ¿me vas a contar qué te tiene tan triste? —Volvió a preguntar la chica. —Verás, tengo poco tiempo en este país y he buscado y buscado empleo, no logro que me contraten en ningún lugar. Sé muchas cosas, hablo varios idiomas y nada de eso parece importar. Sin ánimos de parecer acomplejada me rechazan por mi estatura —hizo una pausa—. No te vayas a ofender por lo que voy a decirte —le dice Altair cuidando no levantar tanto el tono de su voz—, yo pensaba que era en mi país donde la ignorancia no tenía límites pero veo que es infinita —mira a los lados—, la gente estúpida está regada por todo el mundo. La rubia en lugar de molestarse o mostrar incomodidad por la sinceridad de Altair se sonrió de manera amigable, mostró diversión ante lo que le dijo y el tono de voz que empleó al intentar no menospreciar a las personas que la rechazó, lo que le resultó difícil dada su personalidad tan transparente. Está acostumbrada a decir lo que piensa, siente y cómo lo siente. Mirando a la rubia Altair reconoce que demasiado duró sin dejar de mostrarse como quien es, a duras penas le tocó amoldar su carácter a las exigencias del sistema durante su estadía en la compañía Ballet de la Ópera de París. Pensando que estaba logrando cumplir su sueño, y que en el proceso debía sacrificarse, se calló muchas veces ante situaciones que consideraba injustas o que no iban de acuerdo a su sentido común. —No te preocupes —le dice la chica rubia—, las personas suelen ser unos gusanos, y más los dueños de empresas, esos son los peores —agregó y miró alrededor—. Dime rapidito qué sabes hacer para ver en qué te puedo orientar, debo volver a trabajar, ya los compañeros me están mirando feo. —Vamos a hacer algo, dime a qué hora sales y a esa hora estaré aquí y podemos ir a cualquier lugar a hablar en tranquilidad, no quiero que seamos dos las desempleadas —propuso Altair imitando y mirando alrededor. Así, acordaron verse cuando la rubia terminara su turno que era pasadas las cinco de la tarde, lo que para Altair representaba pasar horas y horas de ocio que en realidad le molestaba. No obstante ello, decidió irse al pequeño departamento que arrendó en una zona no tan exclusiva como al que su padre escogió para comprarle el departamento que tuvo que abandonar allí en París. Esperando se diera la hora del encuentro aprovechó para ducharse, preparar comida y hacerse un pedicure que no había logrado atender desde que llegó a esa ciudad. Siendo la hora se embarcó hacía la cafetería y esperó a la chica a la salida. Para esa hora el frío comenzaba a pronunciarse, lo que le incomodaba pues no es de tolerar mucho los climas fríos, pero era uno de los tantos sacrificios a los que debía enfrentarse si quería convertirse en esa bailarina famosa. lamentablemente para ella, las principales compañías estaban ubicadas en las ciudades con clima friolento, lo aceptaba, lo que si no termina de comprender es la frialdad de los sentimientos y carácter de quienes las dirigen; sin embargo, comprende que esa es una parte de la naturaleza de algunos seres humanos a la que no había sido expuesta nunca, y que ahora le ha tocado conocer de una manera muy cruda, muy real para quien había vivido bajo el calor del amor de una familia. —Ya sé a dónde podemos ir —le dijo la chica rubia, luego de que Altair le contara el repertorio de virtudes y conocimientos que había adquirido en todos esos años—. Acompáñame —le indicó poniéndose de pie al tiempo que dejó sobre la mesa un billete para pagar la cuenta de las dos bebidas que ambas pidieron. —¿Ya? —cuestionó Altair al no poder creer que la chica encontrara una solución en tan poco tiempo—. ¿A esta hora? —Sí, por lo que me dijiste eres bailarina ¿no? —inquirió la chica curiosa. —Sí, eso soy, estaba casi a punto de graduarme cuando la estúpida esa me sacó así sin más de la academía —recordó Altair. En seguida otro recuerdo la invadió, y fue al chico de ojos bonitos caer al suelo herido de muerte mirándola fijamente. Esa fue la razón principal por la que tuvo que abandonar su sueño en PArís, no en al vida, y al parecer esta chica le estaba dando una mínima esperanza. —Ten confianza, no te pienso meter a ningún lugar inadecuado, soy mujer como tú —le dijo la chica al verla desconfiada y parada al lado de la silla como cual estatua. Desconfiada, lo pensó alrededor de dos minutos y al final metiendo la mano en su bolso y tocar el paralise, decidió seguirla su seguirla.
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