Intenté detenerla, pero sin ninguna convicción. Ella sólo me soltó el pezón para decirme — ¿por qué? Si es muy evidente que te gusta. — Yo sin fuerzas me dejé llevar y la abracé. De esta manera comenzó todo. Una vez que me tuvo entregada, fue descendiendo chupando con fuerza mis tetas y dirigiendo su lengua hacia mi entrepierna, donde yo ya la esperaba con deseo. Su lengua se dedicó a lamer mi concha, penetrando a veces en mi agujero, sobre todo acariciando mi clítoris. De esta forma me fui perdiendo en un orgasmo como nunca había tenido. Sentía que me mareaba, que me subía un fuego desde mi concha y que me invadía una desesperación y un deseo de que nunca terminase de chuparme. De esta forma me fue guiando al orgasmo más intenso que tuve en mi vida, en el que me retorcía en la cama, con u