Al salir del baño Alan me empezó a tocar las piernas y Sebastián los hombros, fue un masaje relajante, pero mi cuerpo empezó a reaccionar como una verdadera zorra, cuando me di cuenta estaba gimiendo con el contacto de los dedos de Alan entre mis muslos, las manos de Sebastián bajaban hasta mis pechos poniéndolos duros. Y entonces en verdad empezó todo, las cuatro manos me desnudaron totalmente, acariciaron mis nalgas, mis muslos, mis tetas, mi abdomen, todo. No era capaz siquiera de distinguir de quien eran las manos en cada lugar de mi cuerpo, estaba tan excitada que sólo busque las braguetas en busca de esas dos hermosas pijas, ya hinchadas y amoratadas, presas de los slips, las necesitaba, las deseaba más que a nada. Me metí entera la polla de Sebastián, la chupe da arriba a bajo,