Los sonidos de los autos en las calles eran estrépitos y aunque ya tenía que levantarme, madrugar eran de esas cosas a la que nunca me había acostumbrado.
A pesar de que vivir en el centro de La Capital era un caos ya que se podía sentir el trajín de las personas apuradas para irse a trabajar y hacer las actividades diarias me resultaba algo acogedor aquella sensación.
«¡Levántate Anna!» me decía a mí misma aún somnolienta. Vi el reloj y eran las 7 de la mañana, «¡Cinco minutos más por favor!» Me supliqué.
Y de pronto sonó mi celular. Lo miré de reojo y pude ver que la persona que llamaba era Papá.
Estiré mi mano hasta el velador.
—Aló. - respondí con mi voz ronca de las mañanas.
— Buenos días hija. Quería asegurarme de que estuvieras puntual en tu primer día de universidad — Sostuvo. Con tan solo escucharlo podía jurar que tenía una inmensa sonrisa en su rostro.
— Hola papá muchas gracias por despertarme, la verdad sigo cansada. No quiero levantarme aún.— Respondí mientras cubría mi rostro con la manta.
—Pues eso no te daría buen impresión. Te dije que no ordenaras el departamento hasta tarde.
— Pues era algo que debía hacer papá, habían demasiadas cosas y todo estaba muy desordenado. Son las consecuencias de mudarse de ciudad. — Dije. — Por cierto desde ya extraño el olor a café por las mañanas. — Agregué recordando el intenso aroma que inundaba mi casa a primera hora del día.
— Y yo extraño el delicioso sabor de cuando hervías agua. — Bromeó, haciendo mofa de mis escasas habilidades culinarias. — Tu mamá está aún dormida, creo que no pudo dormir muy bien en toda la noche, está más nerviosa que tú, si que le ha afectado que te hayas ido a vivir sola.
No hubo un solo día desde que era un hecho de que vendría a vivir a La Capital en que mamá no me haya preguntado una y otra vez si estaba segura de esto. Y mi respuesta inmediata era siempre sí.
Mi mamá es la mujer más bondadosa y paciente que existe, y a pesar que estaba feliz de que me hayan aceptado, sabía muy bien que en el fondo tenía miedo de que su hija de dieciocho años se enfrente al mundo prácticamente sola, así que entendía su sentimiento, mientras que papá siempre se ha mostrado más arriesgado y extrovertido, y podría decir que eso heredé de el.
—Bueno Señor chef me empezaré a arreglar, dale un abrazo a mamá de mi parte cuando despierte, y gracias por despertarme papá.— Dije, y agarré fuerzas para destaparme y alejarme de la comodidad de mi cama. Definitivamente no fue una buena idea dormirme a las tres de la mañana.
—Mucha suerte hija, te quiero. - respondió.
—Te quiero.
Vi mi reloj de mesa decorado por fideos pintados de morado y rosa, que fue un regalo de Sebastián, mi hermano menor y me levanté de inmediato. A pesar de que tenía tiempo para llegar, necesitaba un tiempo extra para poder arreglarme un poco más de lo normal, al menos quería hacerlo el primer día.
Fui directamente al baño. Aun no podía creer que estaba a punto de entrar a la universidad. Aunque fue difícil convencer a mis papás, lo hice. Mudarme a La Capital era mi sueño desde niña. Pero que me aceptaran en la universidad más prestigiosa del país con una beca completa era algo que sinceramente sobrepasaba todas mis expectativas. El Instituto Particular de Educación Avanzada de Marcella era la mejor del país. Solo un semestre costaba todo lo que mi familia ganaba en un año, no nos podíamos permitir pagarla, ni en sueños. Y aunque mi padre tenía la única tienda de herramientas del pueblo, y se podría decir que le iba bien, estábamos muy lejos de estar tan bien económicamente como las personas que asistían a esa universidad sin beca. Muchos de los estudiantes eran nietos de expresidentes, hijos de grandes empresarios o simplemente hijos de familias muy adineradas.
Puse un poco de crema dental en mi cepillo y mientras cepillaba mis dientes veía mi reflejo en el espejo. Mamá dijo que me cortara un poco el cabello, pero no lo hice, ya que tenía miedo de arrepentirme después, y ahora agradezco haberlo dejado así.
Me probé un vestido color n***o y luego desistí en usarlo ya que era demasiado elegante para mi gusto. Quería verme algo formal, pero al mismo tiempo fresca, por lo tanto, luego de un recorrido a mi no tan grande closet, decidí utilizar lo de siempre. Pantalones negros, y una abrigada gabardina café, con unas botas de un tacón nada exagerado pero que ponía en duda mi equilibrio.
A pesar que mi talento en el maquillaje era bastante limitada, hice lo mejor que pude y me esmeré, ya que no era un secreto para nadie que en el primer día de clases daban una fiesta "sorpresa" (nada sorpresa) a los alumnos de primer año.
Estaba con el tiempo suficiente para llegar a la universidad y quizás explorar algunas de las áreas que no están publicadas en su sitio web.
«¡Mierda!» Exclamé cuando bajaba por las escaleras del edificio, y tropecé. El departamento en donde vivía era normal. Un dormitorio, un baño, sala de estar y cocina. Era simple y acogedor, a pesar de ser sencillo la renta era considerablemente alta, pero era de esperarse, vivir en la Capital de Marcella era bastante costoso.
Mis padres estaban haciendo un esfuerzo enorme dándome todo lo necesario para vivir aquí. Al principio estaban indecisos con la idea de que yo viva sola, pero cuando me llegó la carta de aceptación de beca de la universidad, todas su dudas se volvieron inciertas. De cincuenta mil postulados solo aceptaron a 200 estudiantes.
Para poder aplicar la universidad tomaba en cuenta tus habilidades y calificaciones de toda tu vida estudiantil. Si eras apto, el primer paso eran los exámenes de postulación de Matemática, Lingüística y Psicología , en dónde me esforcé estudiando cuatro meses sin descansar lo suficiente para estar segura de no reprobar, ya que solo daban una oportunidad sin la posibilidad de intentar el próximo año. El segundo paso fue un proyecto social, en donde a pesar que en el pueblo en donde vivía mis ideas se veían reducidas, pude lograrlo y pasar a la tercera, ultima y quizás la fase más difícil; un video de presentación a los directivos de la Universidad, mi vida nunca ha sido interesante por lo tanto está fue la que me causó más nervios.
Agradecí que haya una cafetería a lado del edificio. Y por fortuna estaba vacío. Ya con mi cappuccino en mano me dirigí hacia la calle para poder conseguir un taxi.
Y de repente vi una sombra roja pasar casi pisándome los pies.
Después de un parpadeo solo vi el cielo...
— ¡Mierda, mierda, mierda! — Exclamé. Estaba en el piso, prácticamente acostada. Por suerte no había usado el primer vestido que me probé, de ser así mi ropa interior hubiera quedado a la vista. Mi poca estabilidad con tacones ya era suficiente para estar a punto de caerme en las escaleras, solo necesitaba la velocidad de un auto casi pisándome los pies para perder el equilibrio y caerme prácticamente de espaldas.
— Deberías ver por donde caminas. ¿Estás bien? —Dijo alguien. Mientras me veía extendida en el piso. Estaba justo a contra luz. Pero lo poco que pude observar fue su cabello perfectamente peinado.
— Estoy bien. — Respondí algo mareada.— No quiero imaginar que hubiera pasado si hubiera estado tres pasos más adelante. Quisiera saber quién fue la persona irresponsable que conduce a esa velocidad dentro de la ciudad.— Dije mientras me levantaba. — Apuesto a que debe ser el típico adolescente al que le dieron por primera vez el auto y quiere adrenalina— Planché mi pantalón con las manos o al menos eso intenté, y para mi poca suerte el cappuccino no cayó encima de mí.
— Pues no es mi primer auto, y se podría decir que ya soy un adulto. Ian Camber, mucho gusto. — Respondió.
— ¿Perdón? —Pregunté un tanto mareada por la caída. Todavía no estaba del todo en sí.
El hizo una mueca de fastidio.
—Pues he sido yo el del auto, pero para ser sincero, una persona responsable no camina a mitad de la calle. Casi rayo mi auto por tu culpa— Respondió arrogante.
No podía creerlo.
—Y no está nada bien andar a esa velocidad en el centro de una ciudad tan concurrida. — Respondí enojada. Miré hacia abajo y mi cartera estaba justamente a lado de sus pies. El dio unos pasos hacia atrás para evitar pasármela. Puse en blanco los ojos y la agarré. — Además no estaba en media calle, solo trataba de conseguir un taxi.
—En realidad no es de mi interés que es lo que ibas a hacer y ya que por lo visto no tienes ningún hueso roto, me voy a seguir con mis actividades.— Dijo. Pero antes sacó su billetera de su bolsillo y tomó dinero. — Ten. Para que te compres otro capuccino. No andes despistada por media calle, podrías causar un accidente — Dijo con voz de fastidio mientras se dio media vuelta y se dirigió a su auto.
Estaba realmente impactada. Me quede congelada. Fue como si de un momento a otro no podía mover ni un solo hueso. ¡Pero qué tipo tan descarado!
«¡IDIOTA! » Exclamé, estaba furiosa. ¿Quién carajos regala tres billetes de 100 para comprar un capuccino?
Cuando me percate vi que iba acompañado con una chica rubia y delgada...
Él entró al auto y ella le beso los labios.
«¡QUE RAYOS! ¿Cómo una chica puede permitir que su novio sea tan cretino?»
Cuando estuve a punto de acercarme y arrojarle a la cara sus mugrosos billetes él aceleró como si estuviera en una carrera.
Mi experiencia con chicos era bastante escasa, la verdad es que solo tenía 18 años, pero en comparación con mis amigas mi lista de "amores" se limitaba a una persona.
Edison Bastín, alto, cabello rizado, ojos oscuros, bastante atractivo y egocéntrico como para serle fiel a una chica. El pueblo en donde vivía era pequeño, así que toda mi familia se enteró de aquel engaño, pero la verdad es que no me deprimí, a pesar de haber sido mi primer (y único novio hasta el momento) no me afectó, sabía que no valía la pena.
Aun no había sufrido el dolor de un corazón roto, y la verdad es que tampoco me interesaba sentirlo. No me había puesto límites con los chicos, simplemente no había llegado el indicado aun.
— ¡TAXI! ...
Al fin un taxi se detuvo...
«Trataré de olvidar aquel pequeño percance» Pensé... Y eso era lo mejor, no quería dañar mi tan anhelado primer día por un idiota.
Cuando llegué al campus quedé impresionada.
¿A caso era un palacio? Porque lo parecía.
La arquitectura clásica de la universidad era increíble. En la entrada lo primero que podías observar era una pileta descomunal colocada en un lago. Cruzamos el puente que había en la entrada y todo estaba rodeado de edificios exageradamente elegantes. Me parecía demasiado ingenioso que pudieron encontrar un balance entre lo clásico y moderno. A un lado podías ver un inmenso parque cubierto por un césped verde brillante, había muchos árboles, era tan grande que rodeaba el lago que estaba bajo el puente. Y al otro lado estaba el estacionamiento, que se encontraba junto a una cafetería enorme rodeada todo de cristal... Desde afuera podías ver sus hermosos candelabros y mesas de madera, un estilo barroco y moderno a la vez.
—Muchas gracias. —le dije al conductor mientras cerraba la puerta.
La universidad de Marcella era tan grande que tenía tres mapas. El primer mapa indicaba todas las oficinas administrativas, el segundo mapa mostraba todos los salones, auditorios, y laboratorios; y el tercero indicaba la ubicación de las cafeterías gimnasio, bibliotecas, áreas deportivas y piscinas.
Fui directo a la oficina administrativa.
—Buenos días, soy una de las estudiantes becadas que entrarán este semestre. — Dije.
—Buenos días. ¿Me podrías dar tu Identificación? — Dijo muy amablemente la secretaria de la oficina. Vestía muy elegante. Llevaba unos lentes de marco n***o y debajo de ellos tenía unos ojos color café. Era una mujer muy atractiva.
—Me indicaron que venga a la oficina administrativa antes de entrar al salón de clases.— Respondí con una sonrisa.
Esperé unos segundos mientras ella veía el monitor de su computador.
—Hola Srta. Llobet. Estos son sus horarios, formularios, Itinerarios y manuales de protocolo de la universidad. — Dijo, poniendo cuatro libros gigantes encima del escritorio— Recuerde que en la carrera de Ciencias de La Educación que usted estudiará tenemos una clase que es totalmente virtual. Le pido que después de terminar su jornada de estudio se comprometa a leer el manual de protocolo de la universidad, este es más extendido que el que se encuentra en la página virtual. Y por supuesto firme aquí. — Me dijo mientras me pasó un bolígrafo y una hoja de papel — Firmando esto usted se compromete a no dejar la universidad salvo por alguna calamidad de fuerza mayor, sus calificaciones no pueden bajar de 98 sobre 100 caso contrario perderá la beca, y si no es de su conocimiento para la beca solo se puede postular una vez, si usted la pierde en cualquier semestre que se curse usted no podrá entrar nuevamente y perderá todos los años estudiados.
—Claro. — Respondí. Mientras firmaba...
Ya lo sabía. Cuando me llegó la carta de aceptación de beca, leí todo lo que pude acerca de la Universidad de Marcella. Leí tanto que podía decir de memoria uno de sus Artículos de disciplina.
—Entonces... Bienvenida al Instituto Particular de Educación Avanzada de Marcella — Dijo sonriendo.
—Muchas gracias. — Respondí. Sentía que flotaba nuevamente. Estaba demasiado feliz.
Era muy evidente que era una universidad privada. No vi ningún estudiante que no haya llegado en su Mercedes o algún otro auto de lujo.
Bueno, excepto yo.
Llegué a mi salón. La puerta estaba abierta. Y aún no había llegado nadie, a excepción del maestro. Así que entré y me senté en los primeros asientos.
—Buenos días, bienvenida — Dijo el maestro parándose de su silla de escritorio mientras encendía un proyector.
—Bueno días, muchas gracias. — Respondí sonriendo mientras me sentaba.
La clase fue muy amena, tan amena que apenas me senté sentí una hora como si fueran 5 minutos. Cuando se acabó la clase, salí del salón.
—Hola, ¡Espera! No te vayas, se te ha caído algo. — Escuché, y sentí una mano en el hombro.
Giré y me encontré con un chico. Ya lo había visto hace un momento en la clase de Filosofía, se sentó dos filas detrás de mí. Bajé la mirada y vi que en sus manos tenía mi billetera.
« ¡Diablos! ¿Cómo puedo ser tan despistada?»
—Gracias. Quizás se me cayó al haber guardado mis libros en mi cartera. De verdad te lo agradezco. — Le respondí, mientras guardaba mi billetera en mi bolso.
—De nada. No te preocupes... — dijo — Anna Llobet ¿Cierto?
—Sí, ¿Cómo lo sabes? — Respondí.
—Vi tu identificación en la billetera. — sonrió. — Me llamo Kaleb Tena. — Respondió y extendió su mano.
—Es un gusto. — Le correspondí estrechando su mano.
Kaleb era un chico de estatura media, su cabello era rubio, junto con sus gruesas cejas, su nariz era levemente perfilada y sus ojos... Parecía que tenía el cielo en sus ojos.
Llevaba unos jeans, una camisa con estampados de lunares y un saco hasta los tobillos color beige. Llamaba mucho la atención de manera positiva claro.
—Entonces. ¿Ciencias de la Educación? — Preguntó.
—Pues sí. Creo que enseñar no es nada más y nada menos que un arte. — Le respondí mientras caminábamos. — ¿A ti también te gusta enseñar?
—Sí, aunque mi papá no está muy a gusto con lo que he elegido, pero ha sido totalmente mi decisión. Mientras que mis amigos querían ser Astronautas, policías, o bomberos cuando estaban en la escuela, yo siempre quise ser maestro. Los maestros son la base de nuestra vida educativa y personal. — Respondió, de pronto sus ojos celestes parecían apagados.
—Tengo clases en el salón 408. — Respondí con una sonrisa mientras miraba mi horario.
— ¿Pedagogía? Pues al parecer creo que tenemos las mismas materias— Respondió.
Nos dirigimos al salón y como siempre el primer día de clases los maestros lo utilizaron para conocernos. Kaleb se sentó a mi lado en todas las clases siguientes.
Me pasé conversando toda la mañana con él. Es una persona muy agradable. Me contó que se gradúo y se tomó un año sabático en donde viajó a los países en conflictos para ayudar a las personas afectadas. Me dijo que él no es muy bueno haciendo amigos porque era algo introvertido, y que yo le parecía una persona muy ruidosa ya que me escuchó cuando muy educadamente estaba debatiendo con el maestro de filosofía un tema del que yo no estaba de acuerdo.
Y así era yo, nunca fui una persona que le gustara meterse en líos, pero siempre defendí lo justo, y si no estaba de acuerdo con algo, lo decía sin intenciones de empezar una riña. Mi papá decía que era una gran virtud, yo lo veía más como un defecto.
Mientras conversábamos en un asiento del campus en nuestro momento libre, se nos acercó una chica. Ella le tapo los ojos con las manos a Kaleb.
— ¿Quién soy?— dijo riéndose mientras trataba de fingir otra voz.
— ¡No lo puedo creer! ¡Em! — Él se volteó sacándole las manos de su cara y cuando la vio, la abrazó. — ¡Haz vuelto! ¿Y Venecia?
—Decidí regresar antes. — Dijo ella mientras sonreía. — No quería que estuvieras solo el primer día así que literalmente llegué hace media hora a Marcella, me he perdido cuatro clases pero no pude llegar antes. He mandado las maletas a mi casa con el chofer. Aunque veo que no estás tan solo. — dijo, y volteó a mirarme.
— Sí. Ella es Anna. Anna Llobet. La conocí en la clase de Filosofía. — Le dijo. Volteó su mirada hacia a mi. — Anna ella es Ema Oslen mi mejor amiga.
— Un gusto conocerte— dije y le sonreí. Ella se acercó y me abrazó.
Ema tenía el cabello pelirrojo, largo y rizado, y en su rostro se notaba vistosamente la presencia de unas cuantas pecas. Sus ojos eran cafés y un tanto rasgados. Tenía una nariz perfilada y sus labios ligeramente delgados. Parecía una muñeca de porcelana, era realmente atractiva.
Iba vestida muy llamativa. El color de su vestido le resaltaba con el tono tan claro de su piel. Llevaba botas de tacón hasta las rodillas, y una chaqueta de cuero. Lucía ruda y tierna a la vez.
— Hola Anna un gusto — dijo — Así que ya has hablado con Kaleb, apuesto a que debes estar muy aburrida — Exclamó, y me tomó del brazo tirándome— Él es mi mejor amigo pero es un nerd.— Susurró Ema pero no lo suficientemente bajo.
— Tú y tu habilidad para hacerme quedar mal— Dijo Kaleb siguiéndonos — ¡Que yo no sea tan sociable y que no me guste beber tanto como tú no quiere decir que sea nerd! — Exclamo él. Ema soltó una carcajada.
— ¿Anna que te parece si vamos a la cafetería? — Me preguntó ella.
— Pues me encantaría, la verdad en la mañana derrame mi cappuccino. Necesito algo que me dé más energía. — Le respondí levantándome del asiento y agarrando mi bolso.
— Ema conoce bastantes bebidas alcohólicas e ilegales en este país que te harán tener energía— bromeo Kaleb.
— ¡Kaleb! — Exclamó Ema— Sí, son alcohólicas, y te comento que ya son legales aquí — Nos reímos los tres.
Pasamos a través del aparcamiento y me percaté de algo.
«¿Será ese?» Me dije a mi misma, mientras observaba un lamborghini rojo estacionado.
Mis conocimientos en autos eran amplios, ser la única niña de cuatro hermanos tenía sus consecuencias. Escuchar conversaciones de autos todo el tiempo y ver aburridas carreras era parte de ello...
Hice caso omiso a mis ideas.
Ema tenía un té de matcha, Kaleb un expresso y yo un cappuccino. Por fin pude disfrutarlo.
Mi papá ama el café, y yo lo aprendí a amar también. Todas las mañanas no había nada mejor que una taza muy caliente de capuccino, o un tinto . En Marcella hacia frio todos los días, así que combinaba bien con el clima.
Nos fuimos a nuestra siguiente clase. Por un momento pensé que Ema estaría en nuestra facultad, pero me sorprendí cuando se fue por otro rumbo. Nunca me hubiera imaginado que quería ser Psicóloga.
— No puedo creer lo rápido que se ha pasado el día — dijo Kaleb volteándose hacia mí.
—Si. La verdad es que ha pasado rapidísimo. —Respondí.
— ¡Atención jóvenes! — Dijo nuestro maestro — Como saben esta es la última materia del día. Pero es una tradición de la Universidad dar la bienvenida a los nuevos estudiantes de todas las carreras en el Salón de Actos Effeil . La asistencia es de manera obligatoria no solo es una celebración de bienvenida para ustedes, también podrán conocer a los directivos, maestros y estudiantes del consejo de la Universidad. Así qué por favor diríjanse al Salón Effeil que se encuentra en el tercer edificio.
Recogimos nuestros libros y nos encaminamos hacia el salón.
Cuando entramos quedé impresionada.
Las paredes y el techo eran de color dorado, dorado brillante. Daban la impresión que estaban cubiertas de oro. Del techo colgaban candelabros gigantescos.
Había muchas mesas que al parecer estaban etiquetadas por carrera. Y una mesa principal en donde supongo iba a sentarse los directivos.
Frente a las mesas había un escenario enorme.
Nos sentamos en las mesas que nos correspondía por carrera y Kaleb se sentó a mi lado. Me sentí triste que Ema no se siente con nosotros, a pesar que conversé una hora con ella me pareció una persona muy agradable y divertida.
Kaleb y yo nos quedamos absortos en la decoración del lugar. El Salón Effeil debía ser el mejor. No me imaginaba un Salón más elegante que este. Cada mesa tenía etiquetas con los nombres de cada estudiante, y en el centro de cada una había arreglos florales. A un lado del salón se encontraba una mesa con una infinidad de bocadillos. ¡Y champagne! ¡Much Champagne!
En mi cumpleaños 17 probé por primera vez una bebida alcohólica. La curiosidad me mataba, y aunque a penas fue una copa desde entonces le tengo un amor secreto al vino.
Cada vez el salón se iba llenando más y más. Cuando la mesa de la junta directiva estaba completo. Empezó el acto.
—Sean todos ustedes Bienvenidos. Esta noche seré su anfitrión. La universidad de Marcella tiene la tradición de recibir a sus alumnos nuevos desde hace 30 años. Para nosotros es un honor recibir a los futuros prometedores de nuestra sociedad. Mi nombre es Gale Von— dijo el hombre en el escenario. Desde donde yo estaba sentada se veía que su traje era de una tela sumamente elegante. Era alto, delgado, su cabello parecía que estaba cubierto por una espesa capa de gel. Según por lo que escuché él era uno de los maestros más jóvenes de aquí, se había graduado unos años antes en esta misma universidad.
Cada uno de los directivos tomó el micrófono y dedicó unas palabras a los estudiantes nuevos. El decano principal William Webber parecía una persona muy amable, a simple vista lucia como un hombre sabio y elegante.
Era alto, y de contextura media, su barba blanca enmarcaba su quijada, y en su cabello también se podía notar unos destellos blancos que se mezclaban con otros cabellos negros y lisos que estaban perfectamente peinados.
Aunque nos contó que ya tiene la edad suficiente para jubilarse nos supo decir que no pensaba retirarse aún, su vocación por orientar a los jóvenes era admirable. Hizo un brindis por esta nueva etapa que estamos viviendo, y para que nunca nos falten las ganas de luchar por cada una de nuestras creencias. Sus palabras fueron conmovedoras.
Cuando todos los integrantes de la Junta Directiva hablaron, Gale el anfitrión tomó el micrófono nuevamente.
— Muchas Gracias a todos los directivos por hacerse presente. — dijo, mirando a la mesa en donde estaban sentados.
— ¡Falta más Champagne! —Exclamó alguien, cuando voltee estaba Ema sentada a un lado. La voz de Gale con el micrófono opaco su comentario, solo aquellos que estábamos cerca de ella pudimos escucharla.
— Hola muñequita de ojos verdes, si yo fuera ladrón ustedes son un blanco fácil. Ni siquiera se han dado cuenta que me he robado los bocadillos de sus platos. — dijo sonriendo, mirándome a mí y a Kaleb
— Ema, pensaba que estabas con los de Psicología. — le dije sonriendo y poniendo mi silla más cerca de Kaleb para escucharla mejor.
—Lo estaba, pero son aburridos. Me he colado a su mesa, nadie se dará cuenta. — dijo, metiéndose un bocadillo a la boca.
— ... Antes de culminar con el acto y que puedan interactuar y disfrutar de la deliciosa cena, el presidente del consejo de estudiantes de la Universidad de Marcella les dedicará unas palabras — dijo Gale con una sonrisa.—Con tan solo 22 años este chico ha logrado cosas de admirar. A continuación les presento a este destacado y brillante alumno, Ian Camber. — Aplaudió y las luces lo enfocaron.
—Vaya, de verdad que ese tipo está bueno. — dijo Ema con la copa de champagne en la mano.
«¡Mierda! El es el que casi me atropella por la mañana» Pensé.
Y la verdad es que el comentario de Ema era muy acertado. En la mañana estaba tan furiosa que no me di cuenta de su atractivo.
Ian tomó el micrófono.
A simple vista pude calcular que su estatura era de 1.85 como mínimo. Tenía el cabello ondulado, castaño muy oscuro. Tenía la piel brillante, como si se hubiera bronceado con pintura dorada. Su mandíbula era lo suficientemente marcada como para que se notara desde la mesa en donde me encontraba.
Iba vestido con un pantalón n***o ajustado de tela satín, una camisa blanca con cuello redondo, y un saco azul marino con destellos plateados, llevaba mocasines de charol n***o.
Era extremadamente atractivo nadie lo podía negar, pero no deja de ser un patán.
«Solté una mueca de disgusto» Por suerte nadie se dio cuenta.
— Buenas noches compañeros, es un privilegio para mí no solo darles la Bienvenida a que sean parte de esta familia, si no también es un honor representarlos como estudiantes durante mi periodo de Presidente. Y quiero que se sientan totalmente confiados en acudir a mí si necesitan ayuda académica. Como saben... —
—¿Camber? ¡Claro! Ya sé quien es... Él es el hijo de los Camber; de Camber's Company. — dijo Kaleb mirando a Ema y a mí. — Él se hizo presidente de consejo en su segundo semestre, nadie había conseguido eso, me parece haber leído que estudia Administración de empresas internacionales.— dijo.
— ¿Camber's Company? — Pregunté.
—Sí, básicamente Camber's Company es la empresa más grande de Marcella y una de las más grandes del mundo. Su abuelo fue uno de los accionistas principales en una empresa en Rusia. Eso lo convirtió en un empresario internacional hace 40 años. Es una de las familias más poderosas del país. — Contestó.
— Claro que sé de ellos, pero realmente no recordaba que su hijo era tan joven. ¿tendrá otro hermano así de guapo que él?— Contesto Ema asombrada.
— No sé Ema, no lo sé. — Respondió Kaleb mientras le quitó de su mano uno de los bocadillos que Ema nos había robado.
— Estás muy sensible últimamente — Respondió Ema Dejando la copa de champán en la mesa.
— Bueno, puede estar muy atractivo y tener todo el dinero del mundo, pero no deja de ser un cretino — dije — El día de hoy en la mañana estuvo a punto de atropellarme, se acercó solo para verificar si no me ha hecho daño y se fue, ni siquiera me ha pedido disculpas, y como para ponerle la cereza al pastel me ha echado la culpa de mi caída es un idiota — Agregué.
— Pues entonces lo que tiene de guapo lo tiene de imbécil. — Respondió Ema. Dándole otro sorbo a su copa.
—... Y recuerden, todo esfuerzo tiene su recompensa. Nosotros somos el Futuro de un mañana. Depende de nosotros que nuestras próximas generaciones no solo sean personas capaces, si no también que sean personas nobles, que siempre tengan por delante la justicia. Solo me queda decir... ¡Bienvenidos a la Familia! —dijo Ian, dando fin a su discurso de cuarta.