Yo tenía mis dudas de que no fuera algo personal. Como dije antes, después de ese día en el minimercado, nos habíamos cruzado varias veces, y cabía la posibilidad de que hubiera otras tantas en la que ella me vio sin que yo lo notara, por lo que la idea de que me recordara se hacía más factible. Pero me sentía entre la espada y la pared. Podía comentarle a Daniela de aquel encuentro. Ni siquiera sería necesario mentirle demasiado. Le diría que quizás su hija había malinterpretado alguna cosa de esa corta conversación que habíamos tenido. Pero si lo hacía, dejaba en evidencia que recordaba un suceso, supuestamente insignificante, que había ocurrido hacía más de un año, lo que seguramente llamaría la atención de Daniela, quien de tonta no tenía nada. Pero por otra parte, si no decía nada, ta