Martina me tomó por sorpresa. Comenzó a mover sus largos y delicados dedos sobre mi clítoris, de la misma forma en que lo haría yo, si me estuviera masturbando. “¿Con que este es el método para probar la lubricación?”, pensé. No puedo decir que me desagrade, porque la verdad es que se sintió de maravilla tener a otra persona tocándome de otra manera. Aunque me invadió el miedo de que mi cuerpo me traicionara. No quería empezar a gemir delante de dos desconocidos, y cuando me tocan así siempre termino gimiendo, quiera hacerlo o no. Me mordí el labio inferior mientras los dedos de Martina encontraban el camino hasta el agujero de mi concha, de allí manaba una modesta cantidad de flujos vaginales, y yo sabía que dentro de poco esa cantidad aumentaría considerablemente. Era cuestión de tie