Ahora, además de estar expuesta a una situación que se me hacía sumamente vergonzosa, también pasaría a ser el sujeto de experimento de una joven aspirante a ginecóloga. La idea no me agradó ni un poquito; pero una vez más fue la Magdalena cortés y servicial la que respondió. ―Por mí, perfecto. Si la puedo ayudar a terminar más rápido sus estudios, entonces encantada. ―Bien… muy bien. ¿Estás lista, Martina? ―Le sonrió a su hija. ―No ―contestó ella, tan despacio que apenas la oí. ―Bueno, acá nadie te va a dar un aplazo si no sabés responder a algo, así que relajate. Estás con tu padre, no con esas brujas de tus profesoras. ―Esas brujas son colegas tuyas ―respondió la chica. ―Sí, y algunas son buenas amigas. Pero eso no les quita lo bruja ―soltó una risotada. Hasta su tímida hija se ri