Hubo una mañana en la que llegué a casa a primera hora de la mañana, pues me había tocado hacer el turno nocturno. Estaba sin ducharme, obviamente, y vestía una camisa vieja, de un color bastante desgastado, un pantalón arrugado, debido a que en el colectivo debía poner en el regazo mi mochila, y finalmente una zapatilla que, si bien se mantenía entera, era obvio que tenía mil años de uso. Melanie estaba a punto de salir. Se encontraba con su amiga Mili. Una chica casi tan delicada y bella como ella. Salvo que era rubia. Melanie me miró horrorizada, hasta parecía avergonzada por mis fachas. —Hola, soy Nacho, la pareja de Daniela —le dije a la chica. Mili miró a su amiga, sorprendida, como no pudiendo creer que la renombrada escritora de la que Mel se sentía tan orgullosa de tener como m