—Ay, no… quedé hecha un desastre —dijo Pamela cuando por fin Magda la liberó. —No te preocupes, yo tengo ropa para prestarte. —Cualquier cosa que te preste Magda va a ser mucho mejor que ese vestido, amiga. —¿Y qué hago? ¿Me quedo acá esperando a que lo traiga? —No, vamos rápido a mi pieza. Dale, son solo unos pasos, si te apurás no nos va a ver nadie. Las tres mujeres cruzaron el pasillo corriendo y se encerraron en la habitación. Lourdes y Magda se reían como adolescentes en celo. Entre las dos desnudaron a Pamela y la arrojaron sobre la cama. —Ay, no… esperen… me dijeron que… la ropa… —Eso va a ser después de que te peguemos una buena cogida, putita hermosa —dijo Magda, mientras le quitaba el vestido a Lourdes. —No, no… esperen… No tuvo tiempo a emitir quejas. Magda se lanzó a