> Quitó el dedo que estaba en mi culo y sentí un gran alivio; sin embargo agarró mi pierna izquierda y la levantó, obligándome a apoyarla arriba de la mesada, quedé aún más expuesta. Comenzó a frotar otra vez su v***a contra mi v****a, empapándola con mis jugos, los cuales ya abundaban. El corazón me latía deprisa y estaba muy excitada, pero no se lo iba a admitir. > —Cómo se te abre esa concha, putita. Ese agujerito pide por mi v***a —cada vez me costaba más refutar sus comentarios. > —Ya ves, estoy toda abierta y mojada... pero vos no sabés qué hacer con una mujer cuando está así. > —¿Y por qué te pusiste así? —tragué saliva, podía sentir su duro glande amenazando con entrar en mi v****a, sin embargo él lo continuaba frotando por fuera—. A mí se me para con sólo ver tu c