—Lo hace de maravilla. Tiene mucho talento para chupar conchas —aseguró Valeria. —Interesante… algún día me gustaría probar, para saber qué se siente. —No, ni hablar —espetó Lourdes, mirando a su hija con ojos autoritarios—. Sabés muy bien que eso está mal. Ya lo hablamos en más de una ocasión. —Qué injusta sos, Lourdes —dijo Magdalena. Mi madre se acercó a los sillones y se sentó justo detrás de Magnus y Lucía, como si quisiera ver de cerca la escena de sexo anal. Como ya no estábamos hablando de él, mi hermano siguió con la tarea de enterrar la v***a en el culo de esa preciosa chica—. Vos sí sabés lo que se siente probar conchas, al parecer te diste un buen festín cuando eras joven. —Sí, y por eso mismo sé que está mal. Solo estoy cuidando a mi hija. Quiero que lleve una vida sana, s