Cuando le dije a mi mamá que tenía luz verde para organizar una nueva noche de póker, creí que lo haríamos ese mismo fin de semana, por eso me sorprendí cuando llegó el sábado y me dijo que iba a cenar a la casa de unos amigos, junto con mi papá. Le pregunté qué pasaba con el póker y me dijo que no había apuro para eso, y si dejábamos pasar unos días, todos lo disfrutaríamos más. Tengo que admitir que eso es cierto, porque la tensión se acumula con cada hora que pasa, y poder liberarla toda de golpe va a ser un gran alivio. Pasaron algunas semanas en las que volvimos a ser una familia normal: hubo buenos momentos, discusiones, peleas, llantos, risas, de todo un poco. Yo tuve que afrontar un pequeño gran problema en el que me metí, por pelotuda; pero es algo que prefiero no pensar ahora mi