Todos estábamos esperando ansiosos el sábado, porque mi madre ya había anunciado que ese día volveríamos a jugar al Strip Póker. Charlando con mi hermana llegamos a la conclusión de que este peculiar juego se estaba convirtiendo en una tradición familiar y que, probablemente, había llegado para quedarse. A menos que causara problemas… De momento no teníamos que lamentar ningún problema grande. El enojo de Valeria porque la tratamos como a una niña indefensa ya se había difuminado. Mi relación con ella dio muchos pasos hacia la confianza más absoluta. La mañana del sábado las dos estuvimos conversando, acostadas desnudas en mi cama. Valeria tenía los dedos más inquietos de lo habitual. Se puso a jugar con mis pezones, acariciándolos y pellizcándolos, y cuando ésto la aburrió, bajó hasta