―¡Apa! ―Exclamó mi mamá―. ¿Pensabas ver a alguien en especial con eso puesto? ―Todos se rieron, y tuve que esforzarme por no enojarme.
―Ya decía yo, salías con la intención de irte a un telo con alguien. ―Acotó mi hermano, con su absoluta falta de tacto. El comentario me hizo enojar, pero sabía que si empezaba una trifulca, luego todos me culparían de arruinar el momento. Tuve que morderme la lengua, y tomármelo con humor.
―Quería ver si me traían algo de suerte, ―dije, con una sonrisa―. Siempre hay que estar preparada. Es una lástima que la lluvia haya arruinado todo.
En la siguiente mano me tocó perder otra vez. No tuve más remedio que acompañar a mi madre y a mi hermana en la exhibición de tetas. No quería hacerlo, pero ya no tenía motivos para oponerme. Al parecer los hombres de mi familia se quedarían con un bello recuerdo de nuestros pechos. Los míos eran tan grandes como los de Magdalena, aunque se veían un poco más suaves y juveniles.
―¿A mí también me vas a decir que parecen globos a punto de reventar? ―Le pregunté a mi tío, en tono burlón. Él sonrió y supuse que iba a salir con otro de sus chistes referentes a las grandes tetas; pero en ese momento miró a Valeria, ella parecía algo apenada. Lo más probable era que se debiera al diminuto tamaño de sus pechos.
―No entiendo qué necesidad tienen de tanto abuso de tetas, ―dijo Henry―. Al fin y al cabo no sirven de mucho. Una linda mujer las tiene que tener como Valeria, es el tamaño ideal; estiliza mucho la figura. ―Mi hermana se sonrojó y miró al piso, pero pude notar una sonrisa en su rostro.
―Coincido totalmente. ―Agregó mi papá―. Si bien es divertido apretarlas un rato, al fin de cuenta lo que importa está más abajo. ―Estiró la mano izquierda hacia su esposa, y le acarició una pierna.
―A mí me gustan las mujeres bien tetonas. ―Acotó el boludo de Magnus, tuve que darle un merecido codazo en las costillas.
A pesar del buen humor, el juego se estaba tornando peligroso. Mi tío llevaba una leve ventaja, al tener su pantalón; pero los demás estaríamos en dificultades si perdíamos una mano más. La tragedia cayó sobre Magnus, quien tuvo una de las peores cartas que se habían visto en el transcurso del juego. Eran tan malas que no me hubiera sorprendido ver una sota de basto entre ellas.
―Está bien, perdiste, ―dijo mi mamá―. No hace falta que te quites lo último. Pero ya no vas a recibir cartas. ―Ella se caracterizaba por ser una mujer misericordiosa, pero justa.
―Todavía no perdí, el juego puede seguir. Tengo mi dignidad, ―dijo, como si supiera el significado de esa palabra―. Si me lo tengo que sacar, me lo saco.
Magda estuvo a punto de detenerlo, pero Magnus no le dio tiempo, se paró a mi lado y bajó su calzoncillo con un rápido movimiento. Di un salto hacia atrás cuando su larga y oscura v***a apareció ante mis ojos, bamboleándose como una serpiente que colgaba de un árbol.
―¡Che, que no muerde! ―Dijo mi papá, al ver mi reacción.
Todos se rieron, hasta Valeria, quien miraba fijamente el m*****o de su hermano. Yo estaba sorprendida por el tamaño, si yo podía presumir de mis tetas, él podría hacerlo tranquilamente con su v***a. La tenía a media erección, y no pude evitar preguntarme de qué tamaño sería si estuviera completamente dura. Tragué saliva, sin poder apartar la mirada de esos grandes y peludos testículos. Sentí un poco de orgullo de hermana, si mis amigas sabían lo bien equipado que estaba, seguramente muchas me pedirían su teléfono; incluso aquellas que se burlaban de él por considerarlo algo bruto. Podía ser burro, pero también la tenía como un burro.
A pesar de que soy una mujer voluptuosa, que atrae la mirada y el interés de muchos hombres; tuve muy pocas experiencias sexuales. Estuve en pareja con un chico, con el que cogí varias veces; pero fue un sexo inexperto, los dos éramos primerizos y no nos entendíamos muy bien en la cama. A cada rato debíamos parar de coger para organizarnos un poco, o para decidir qué hacer a continuación. Eso mataba mucho el clímax. Yo creía que mi novio estaba bien dotado, que tenía una v***a que se podía considerar grande. Pero eso se debía a mi falta de experiencia en el tema. Ni siquiera soy de mirar porno… empecé a hacerlo luego de cortar con él. Y al ver la v***a de Magnus pensé que él, tranquilamente, podría ser actor porno.
No fue con el porno que aprendí que mi novio, en realidad, la tenía de un tamaño entre normal, tirando a chica. Eso ocurrió una noche en la que salí a bailar y un tipo me empezó a apoyar de forma descarada. Era un morocho medio gordo y algo feo, que estaba muy borracho. Estuve a punto de mandarlo a la mierda, para que no me molestara, pero vi a su amigo: un morocho medio delgado, y algo lindo. Estaban los dos bastante pasados de copas, y yo, por la insatisfacción s****l que me causaba mi novio, estaba medio cachonda. Me puse a bailar con ellos, a pesar de las constantes quejas de mis amigas, que me decían que esos tipos podían ser peligrosos, y que yo no los conocía. Como pendeja malcriada que soy, las ignoré, y me puse a bailar con ellos. Yo me hice un poquito la puta con el que era más lindo, le rocé mi culo contra el bulto en varias ocasiones; pero él no parecía muy interesado en mí. El que no perdía oportunidad de meterme la mano era el gordito, que ya me había manoteado las nalgas de forma descarada, e incluso me agarró una teta. Me estaba haciendo enojar, pero yo me la aguanté, sólo porque su amigo me parecía cada vez más lindo, producto del alcohol que yo también estaba consumiendo, y de la calentura que tenía encima.
La cosa se fue poniendo más picante cuando estos tipos, sin que me diera cuenta, se fueron acercando a uno de los rincones más oscuros de la discoteca. Incluso llegué a perder de vista a mis amigas. En ese momento debería haberme asustado, pero estaba tan “alocada”, que no vi el peligro ni el riesgo, sino todo lo contrario: vi una oportunidad.
Como una loba en celo me lancé sobre el tipo lindo, que ya me tenía loca, lo arrinconé contra la pared, aplastándolo con mis grandes tetas, y empecé a comerle la boca. Él no opuso demasiada resistencia, pero tampoco parecía estar muy complacido con la situación. Ahí fue cuando se me ocurrió que el tipo tal vez era gay, porque no se me ocurre otro motivo para que pudiera rechazar a una mujer como yo.
Su amigo, el gordito feo, también vio una gran oportunidad en la oscuridad. Se pegó a mí como una garrapata. Me aplastó con su panza y empezó a restregarme el bulto contra el culo, como un perrito en celo. Quise apartarlo, pero si lo hacía también perdería la oportunidad de besar a su amigo.
Mientras yo me esforzaba por meter mi lengua en la boca del tipo lindo, el gordito aprovechaba para manosearme toda. Podía sentir sus rechonchos dedos jugueteando con mi concha, y ya se las estaba ingeniando para correrme la tanga.
Para ese momento yo ya estaba desesperada por algo de acción, estiré mi mano y atrapé el bulto del tipo lindo, y me sorprendí…
Su bulto no era más grande que el de mi novio. Es más… hasta me parecía considerablemente más chico. Me llevé una gran desilusión, ese hombre, con el que creí que podría pasar una buena noche, era un “pitocorto”.
No sabía qué hacer… si me iba en ese momento lo haría sentir muy mal, porque él sabría que se debía a eso. Además su amigo, el gordito, no me dejaría ir tan fácil. Ya había conseguido hacer mi tanga a un lado, y uno de sus dedos me estaba explorando directamente dentro la concha. Feo o no, el tipo ya me estaba calentando… incluso más que su amigo el lindo, quien ya no me interesaba tanto.
Seguramente él pensó que yo ya estaba entregada, porque no opuse ninguna resistencia cuando sus dedos penetraron mi concha, al contrario, separé un poco las piernas y lo dejé obrar libremente.
Por ser un poquito ingenua, creí que él se conformaría con llenarme la concha de dedos, pero no… apenas unos segundos después sentí algo más grande que un dedo… mucho más grande. Me quedé pasmada e inmóvil. No pude hacer nada, estaba en la posición exacta para recibirla. Una gruesa v***a empezó a dilatar mi concha hasta límites que nunca antes había alcanzado. Si solté un grito nadie se enteró, más que estos dos tipos, la música era tan fuerte y la oscuridad nos protegía tan bien, que hubiera dado lo mismo que estuviéramos solos. El gordito me agarró fuerte de la cintura y comenzó a presionar, en el afán de clavarme toda su v***a. Si yo quería una más grande que la de mi novio, ahora la tenía… el gran problema es que yo dudaba que mi concha estuviera lista para semejante m*****o masculino. La presión del gordito comenzó a ser cada vez mayor, me obligó a levantar más la cola y a separar un poco las piernas… quedé en puntitas de pie, sufriendo porque mi concha parecía estar atravesando por un segundo desvirgamiento. Pero no podía negar que era la sensación más placentera que había experimentado en mi vida. Ya me estaba importando poco que el tipo fuera gordo, o feo… o que fuera un degenerado que desde el primer momento había intentado propasarse conmigo, su pija me estaba abriendo como nunca antes lo habían hecho, y yo quería más. Quería que me la metiera tan adentro como fuera posible.
El chico lindo y “pitocorto” se dio cuenta de que sobraba en ésta ecuación, por lo que empezó a liberarse de la prisión de mis brazos. No opuse resistencia a su partida, yo ya no quería saber más nada con él… mi mente sólo podía pensar en esa gran pija que cada vez entraba más en mi concha.
Cuando quedamos sólo el gordito y yo, empezó la mejor parte. A pesar del dolor, mi concha pudo contener todo ese m*****o viril, me la clavó tan fuerte que me hizo gritar de placer… pero allí nadie podía oírme. Mis tetas y mi cara estaban contra la pared, y el gordito, al ver que podía metérmela toda, empezó a bombear con fuerza y sin tener mucha consideración por mi anatomía. Ésto, en lugar de molestarme, me volvió loca… como tarada que soy, empecé a alentarlo… sabía que él sí me podía escuchar, lo tenía respirando muy cerca de mi cuello, con su fuerte aliento a alcohol. Le dije “Metémela toda… bien fuerte… partime al medio”, me sorprendí a mí misma, porque a mi novio jamás le había dicho cosas como esas. Me daba mucho morbo saber que él, a pesar de ser tan feo, había podido excitar de sobremanera a una chica tan hermosa como yo. Unas horas antes lo hubiera creído imposible, pero allí estaba, pasándome la lengua por el cuello y la cara, y clavándome toda su gorda pija… y yo entregada, dispuesta a dejarme hacer lo que él quisiera. Quería que me usara como su muñeca s****l, y me diera para que tenga durante toda la noche.
Tenía toda la concha mojada, y ni un milímetro más para recibir pija, el gordito me tenía completamente llena, y yo movía la cadera como una puta, provocando que las penetraciones fueran más rápidas e intensas.
El tipo me cogió tan bien que me hizo llegar al orgasmo, algo que nunca me había pasado con mi novio. Y como si ésto no fuera poco, empezó a llenarme la concha con potentes chorros de semen.
Jamás me habían hecho gozar tanto con el sexo, ni me había sentido tan morbosamente usada. Al día siguiente tuve que cortar con mi novio, no porque me sintiera mal por haberlo engañado, sino porque ya me había dado cuenta de que no sería feliz con él. Yo necesitaba algo más… grande.
―¿Cómo es eso de que no perdiste? ―El vozarrón de mi tío Henry me hizo volver a la realidad. Le estaba hablando a mi hermano, quien a pesar de estar desnudo, seguía mostrando dignidad y competitividad―. ¿Qué pensás hacer si perdés otra ronda? ¿Cortarte las bolas? ―Ese comentario me causó mucha gracia.
―No gracias, prefiero conservarlas. Pero pueden ponerme algún desafío si pierdo. Como eso que dijo mamá, de salir a bailar bajo la lluvia, o algo así.
―No es mala idea, ―dijo Magda, dejando el vaso en la mesa―. ¿Pero quién va a decidir el desafío?
―El que tenga la mejor mano de la partida, ―dijo Magnus.
Tenía que admitir que la idea era muy buena, aunque ésta proviniera de mi hermano. Tal vez al pobre se le iban a achicharrar las neuronas, por pensar en eso; pero podríamos implementarlo. Así tendría importancia alzarse victorioso. Todos aceptamos, aunque Valeria sólo asintió con la cabeza tímidamente, y no dijo nada.
El juego continuó, y esta vez fue mi tío el que se quedó en calzoncillos. Su cuerpo no era tan firme como el de mi padre, pero aun así era un hombre que podría interesar a cualquier cincuentona en busca de diversión.
En la ronda siguiente mi madre perdió su última prenda. Todos quedamos a la expectativa, pero al parecer ella no quería transformar la derrota en una tragedia griega. Sin mucho preámbulo, se puso de pie y meneó sus anchas caderas, mientras se bajaba la bombacha, dejando a la vista una vulva, con unos gruesos labios que colgaban de ella, y algunos pelitos castaños que la coronaban. Todos nos quedamos en silencio, admirando semejante ejemplar de sexo femenino.
No podía creerlo, quedando desnudos delante de todos los integrantes de la casa, como si fuera lo más natural del mundo. Hay que reconocer que el alcohol tenía mucho que ver con esto, hasta yo misma me sentía menos inhibida. Incluso estaba dispuesta a desnudarme completamente, porque ya había visto a mi hermano y a mi madre haciéndolo. Psicológicamente es más fácil seguir a los grupos y masas, que ir contra ello. Al menos así me lo explicó mi terapeuta, la que afirma que no estoy loca y que soy una muchachita normal de veinte años con problemas típicos de la edad.
Pero en ese momento, disfrutando con mi familia, poco me importaba el boludo de mi ex novio. La única preocupación que tenía era por los supuestos “desafíos” que llegarían cuando perdiera alguien que ya estaba desnudo. Aún nos restaba mucho por jugar, y tenía la impresión de que los desafíos serían humillantes, y muy subidos de tono.