Subasta
El agua de la ducha cae sobre mi cabeza comenzando a humedecer mi cabello, abraza mi piel hasta llegar a la punta de mis pies y al fin desaparece por el céspol, luego de lavar debidamente mi cabello tomo una esponja con jabon para lavar mi cuerpo, lo hago con lentitud disfrutando de la delicia del agua caliente, de la fragancia que desprende el jabón al hacer contacto con mi piel húmeda, así como de la suavidad que va dejando a su paso. Elevo mi rostro y cierro los ojos sintiendo el vapor que emana de la ducha y crea a su vez una capa que empaña el cancel de cristal.
Cuando termino cierro la llave y salgo de la regadera envolviéndome en una pequeña toalla y comienzo a secar con otra mi cabello. Camino a la habitación cruzando el marco de la puerta que divide el baño de mi recamara, me despojo de la toalla que envuelve mi cuerpo, me coloco mis prendas íntimas y camino con lentitud hasta la silla de frente al tocador, arreglo mi larga cabellera rubia en sutiles ondas que caen con gracia en mi espalda y a los costados, coloco una ligera capa de máscara en mis pestañas, resalto mis labios colocando labial rojo, del closet tomo el vestido carmesí que elegí para hoy, este luce radiante, hermoso y provocativo como a mí me gusta, me coloco mis tacones y cierro los ojos cuando el aroma de mi perfume se impregna sutilmente en mi cuello.
Hoy es la recaudación de fondos para tres de los orfanatos que la empresa de mi padre ha elegido patrocinar y después de acudir al evento, iré a festejar mi cumpleaños con unas amigas, pues, aunque me negué ellas insistieron en querer celebrarlo. El chofer de la casa espera por mi en una limusina que fue enviada por mi padre para recogerme, él tuvo que marcharse desde temprano ya que es uno de los principales anfitriones.
El sol se está ocultando, ingreso pronto a la limusina con el pensamiento de que esta será una noche perfecta, tal como la he planeado y le ordeno al chófer que me lleve a la dirección en dónde mi padre espera por mí.
Esta vez ha elegido una galería, después de la exposición de la artista "Marisa Johnson" se realizará una subasta con el fin de recaudar fondos para los orfanatos.
Ruedo mis ojos porque no son más que meros formalismos, a nadie de ese evento le interesa la caridad y ciertamente a mí no podría importarme menos y no es porque no me guste ayudar a los más necesitados, es solo que a esta gente lo único que le importa es guardar las apariencias y yo detesto hacerlo, tener que poner una sonrisa al saludar a gente que ni siquiera me soporta, pero a pesar de todo me dirijo hasta el lugar como lo hago siempre, dando mi mejor cara y fingiendo una empatía que no tengo con esa gente.
—Buenas tardes, señorita...—
—Camil Stewart— Menciono tajante al hombre que me recibe en la entrada, pues hace frio y este no tiene idea de quiénes son los anfitriones del estúpido evento.
—Perdón, pero su nombre no aparece en la lista— titubea al realizar una revisión rápida en las más de 5 hojas que lleva en aquella tabla.
—Eso es por qué soy la hija del hombre que organiza este evento— le informo con prepotencia, si hay algo que me enfada más que tener que esperar, es la ineptitud de la gente.
—Le ofrezco una disculpa señorita Stewart, José aún no está familiarizado con los rostros de los anfitriones— Inquiere la voz de una mujer que al parecer está a cargo del personal con una pequeña reverencia para disculparse.
—La próxima vez asegúrese de que todo su personal esté al tanto, se evitara estos inconvenientes— respondo elevando una ceja y sin decir más, ingreso al lugar.
Observo la luz tenue de las lámparas que han elegido como decoración, camino entre los pasillos que muestran las pinturas que estratégicamente fueron colocadas para llamar la atención de los presentes y tomo la copa de champagne que me ofrece uno de los meseros, doy un sorbo mientras observo las obras de arte que se encuentran en exposición y pronto veo la figura imponente de mi padre, este cambia su gesto endurecido por una sonrisa al notar mi presencia e interrumpe la plática aburrida que esas personas que se encuentran al frente mantenían con él.
—¡Camil, hija! ven aquí por favor— pide extendiendo su mano para sostener la mía, portando con elegancia un fino traje gris, una vez que estoy cerca comienza a presentarme con esas personas.
El gesto de mi padre parece amable, cualquiera que lo vea pensaría que es un hombre bondadoso, sin embargo, eso está muy lejos de la realidad, pues detrás de esa sonrisa, se oculta un hombre frío y calculador que sabe cómo echarse a la gente a la bolsa, aunque en realidad no lo culpo, en este mundo se debe aprender a hacer negocios y conociendolo sé que en sus adentros quiere reprenderme por llegar tarde.
—así que usted es su hija Camil, Joel nos ha hablado bastante de usted— declara uno de los hombres de mediana edad, mi padre es dueño del hotel más importante en Manhattan, un hotel lujoso de cinco estrellas que lleva por nombre "Diamante". Yo comencé a hacerme cargo de la dirección cuando termine mi carrera en la universidad, es decir hace 2 años, ahora tengo 25. Estás personas con él, deben ser clientes o nuevos inversores.
—Espero que la información que compartió mi padre sea solo buena— respondo fingiendo una sonrisa y el tipo afirma y me devuelve otra encantado.
Mi padre menciona lo que pensé, estos hombres son nuevos asociados, gente que quizá se pudre en dinero y, aun así, busca en dónde invertir para agrandar aún más su fortuna. Sin más preámbulo los presentes conversan, observan las obras de arte y beben champagne, al terminar la exposición comienza la subasta y los cuadros de la artista y otras obras comienzan a ser mostradas, dándole paso al mejor postor no solo para llevarlas consigo, sino para ganar prestigio por la noble causa.
Pronto los presentes comienzan a competir por las piezas de arte, pagando miles de dólares por insignificancias, hasta que una pintura en específico llama mi atención.
—Esta no es una obra de artista famoso, sin embargo, pertenece a una persona con mucho talento que se encuentra hoy entre nosotros— Exclama mi padre y siento mi corazón detenerse por un momento, es una pintura con el rostro de mi madre, la pinté yo misma hace algunos años y no tenía idea de que mi padre la había incluido en la subasta, de pronto siento un dolor en mi pecho.
Las personas me observan y yo trato de ocultar mi incomodidad y mi angustia porque no quiero que se venda.
—Comenzamos la subasta con mil dólares— Inquiere el martillero.
—Cinco mil— ofrece uno de los socios de mi padre —quince mil— habla algún otro entre los presentes —veinte mil— grita la voz de una mujer y poco a poco aumenta la suma hasta llegar a los cuarenta mil dólares.
—cuarenta mil a la una, cuarenta mil a las dos, cuarenta mil a las t.…—
— Cincuenta mil dólares— oferta una voz masculina entre el público.
Busco entre los presentes la voz de quién sea que haya dicho tal cantidad y me encuentro con el rostro sombrío de un hombre apartado de la multitud, este es bastante apuesto sin duda, piel bronceada, cabello n***o y ojos tan oscuros como la noche, su mirada está fija en el cuadro con el rostro de mi madre, una mirada fría y soberbia, aunque está sentado puedo notar que el tipo es alto, lleva un traje tan n***o como el color de sus ojos ceñido al cuerpo y está custodiado por lo menos por seis hombres.
—Vendido al caballero con el número 35— Inquiere el martillero y solo puedo observar con enfado a mi padre cuando dos mujeres retiran la pintura de la vista de todos. Me alejo de la subasta y camino hasta donde está la mesa con el champagne, pido me sirvan una copa y me bebo de un sorbo el contenido en ella.
—¿Cómo pudiste? — reclamo a mi padre cuando la subasta termina.
—compórtate querida, es solo una pintura, puedes hacer otra— habla entre dientes para evitar montar un espectáculo.
—Tú mejor que nadie sabe lo que esa pintura significaba para mí, no tenías derecho— aseguro con mis facciones endurecidas y seguramente mis ojos cristalizados por contener el llanto. Me duele, duele que haya metido a esa maldita subasta algo tan valioso como esa pintura.
—Siento la demora, la última junta se retrasó y no me fue posible llegar Antes— Menciona Jason; Jason Roberts es la mano derecha de mi padre y también su abogado, este me extiende su mano y me da una sonrisa que no correspondo pues no sé en qué momento llegó, pero está siendo inoportuno.
—Con todo respeto luces excesivamente más bella— Me alaga detallando cada parte del vestido, sé que le gusto pues lo ha demostrado en más de una ocasión, ignoro su comentario y sonrío sin ánimo puesto que acaba de interrumpir la discusión con mi padre.
—Escuché que donaste la pintura de tu madre, eso habla muy bien de ti, no cualquiera se preocupa por los más necesitados— espeta con un gesto amable y yo agrando una sonrisa aún más falsa que la anterior, de esas que expongo a menudo y que me enseñó a mostrar mi padre.
—Mi hija quiso participar con algo que fuera importante para ella ¿no es así cariño? — me cuestiona y aprieto mi mandíbula asintiendo y mermando también el coraje que llevo dentro.
—Siento dejarlos, pero hay gente importante que me espera— Expone mi padre y luego de disculparse se va a platicar con sus socios.
Trato de calmarme y actúo con naturalidad, el evento dura un rato más y cuando veo que son cerca de las nueve de la noche me despido de Jason pues prometí a Beca y Kendra que sin falta hoy celebraríamos mi cumpleaños y ya es tarde.
—¿Necesitas que te lleve? —Cuestiona Jason, pero niego de inmediato explicándole que el chófer que me trajo es quien me llevará con mis amigas y este asiente y continúa la charla con algunos inversionistas.
Camino hasta la salida, pero antes de que pueda retirarme soy detenida por mi padre.
—Ven aquí, quiero presentarte a alguien— detengo mis pasos y resoplo antes de dar la vuelta y caminar hasta donde se encuentran mi padre y un hombre que está de espaldas, aunque no veo su rostro lo reconozco de inmediato, es el sujeto en la subasta, el mismo que compró mi pintura, como lo suponía es bastante alto debe medir más del metro noventa, su espalda es ancha y puedo observar algunos tatuajes sobresalir ligeramente del cuello de su camisa, como también de sus puños.
—Ella es mi hija Camil— Menciona al sujeto que se vuelve a mí en seguida y me recorre con esa mirada extraña. Su gesto es helado, engreído y su mirada oscura es tan penetrante como la brisa helada. Me desconcierta ¿Quién es? me cuestiono, jamás lo había visto.
—Un placer Camil— mi piel se estremece cuando mi nombre sale de sus labios y es mencionado con una voz gruesa y amedrentadora, sujeto su mano y este la lleva hasta sus labios y sin dejar de observarme fijamente con sus orbes negros, deposita un beso sobre mis nudillos, la fragancia de su colonia es exquisita, cada facción de su rostro es poderosa y le da un semblante seguro y misterioso, puedo observar que no se trata de cualquier persona, su gesto es altivo y su aspecto es tan rudo como severo y eso lo hace aún más intrigante.
—Jesse Brown— Culmina elevando su barbilla y ensombreciendo aún más su gesto, haciendo que un escalofrío recorra mi cuerpo porque por alguna razón ha causado en mi interior una sensación extraña, su mirada es tan penetrante como cautivadora y muchas preguntas vienen a mí mente, pero ahora solo presto atención a una ¿Quién es Jesse Brown?