CAPÍTULO TERCERO Caitlin caminó con el sacerdote por el pasillo de la iglesia, después de bloquear la puerta principal y de sellar todas las demás entradas. El sol se había puesto y él encendía antorchas mientras caminaba, las enormes habitaciones se iban iluminando gradualmente. Caitlin miró hacia arriba y notó las cruces enormes y se preguntó por qué se sentía tan en paz allí. ¿No se supone que los vampiros temen a las iglesias? A las cruces? Recordó la casa de la Cofradía Blanca en los Claustros de Nueva York, y las cruces que habían forrado las paredes. Caleb le había dicho que ciertas razas de vampiros aceptaban a las iglesias. Él se había enganchado en un largo monólogo sobre la historia de la r**a de los vampiros y su relación con el cristianismo, pero ella no lo había escuchado