Narra Ismael
Dos cosas me quedaron claras: una, no pude resistirme a ella. La ansiaba como un adicto ansiaba su próximo golpe. Dos, en este momento, yo era un hombre y ella era una mujer. No es un jefe para hacer prácticas. No es amiga de sus padres. Al menos eso fue lo que me dije a mí mismo cuando decidí aprovechar al máximo esta noche de sábado para consumir su cuerpo lujurioso.
Había roto una de mis reglas; nada de besos y una parte de mí creía que era un error, pero era difícil arrepentirse porque sabía jodidamente delicioso. Su boca era cálida, su lengua suave, al igual que el resto de ella. Rompí esa regla, pero me resistí a abrazarla, a pesar de que se veía tan cálida y acogedora en mi cama.Me dirigí a la cocina con Emma siguiéndome.
—¿Quieres un poco de vino?
—Seguro.
Camin
