Mi cuerpo se siente caliente y el dolor ha desaparecido hasta cierto punto, ¿Acaso morí y estoy en el paraíso?
Lentamente voy abriendo los ojos y descubro que estoy en una habitación cálida donde todo se ve limpio y extrañamente familiar.
—Con permiso —dice una señora que ingresa a la habitación—. Oh, que bueno que está despierta señorita, el señor estaba muy preocupado de que despertara.
—¿El señor? —dije nerviosa—. ¿Qué van a hacer conmigo? ¿Por qué fuí traída? ¿A-acaso van a secuestrarme? —pregunté temerosa. Miré debajo de las sábanas y traía otro pijama—. ¿¡D-dónde está mi ropa!?
Ella sonríe y se dirige al armario.
—¿Usted cree que un secuestrador le daría un vestido como este? —ella me muestra un lujoso y hermoso vestido, parecía ser más caro que los vestidos de Perla.
Yo seguía nerviosa, no podía confiar en nadie.
—Pobrecilla —me mira con compasión—. Llegaste muy mal, ¿cuánto debiste haber sufrido afuera?
En ese momento, mi estómago gruñó, y recordé qué lo único que había comido en los últimos días, habían sido esas manzanas en la vieja casona, antes de desmayarme.
—Tienes hambre, ¿verdad?
Mi estómago contesta por mí y ella asiente.
—He preparado algo muy delicioso para ti, no es por nada pero soy una estupenda cocinera. Solo dame unos minutos y volveré.
La dama se va y al dejarme sola, me quito las sabanas para salir de la cama.
—Debo salir de aquí —digo para mí—. No puedo confiar en nadie, por muy amable que parezca ser.
Miro todo con cuidado y veo algo una pintura del mar, siento que he visto ese lugar antes, no estoy segura, pero todo aquí me resulta familiar e increíblemente cómodo que me asusta.
Sacudo mi cabeza para quitar esos pensamientos y veo la ventana, miro la altura y afortunadamente estoy muy cerca de la nieve. Con suerte no me lastimaría si salto.
—Debo darme prisa.
Y cuando estoy por abrir la ventana, escucho unas pisadas que se van acercando.
Vuelvo a la cama, en el instante que la empleada de hace un momento ingresa con una bandeja llena de comida. No puedo evitarlo, pero mis pupilas se dilatan y mi boca se hace agua ante el exquisito aroma que la comida desprende.
Ella se da cuenta y sin dudarlo me acerca la comida para que yo pueda comer.
¿Será correcto que acepte esto de un desconocido?
—Adelante linda, come. El señor dió la indicación de que se te atendiera muy bien.
¿El señor? Ahora que lo pienso, no recordaba el rostro de ese hombre, lo único que se me venía a la mente eran esos ojos azules como los del mar.
No debería confiar, pero sin darme cuenta, ya había tomado la manzana para devorarla con prisa.
Luego probé el caldo de cordero y bebí el jugo qué habían preparado para mí. Todo estaba delicioso, que sentí ganas de llorar, por fin llenaba mi estómago.
—Tranquila linda —la mujer notó una lágrima qué resbaló por mi mejilla—. No imagino todo lo que pasaste, pero puedes comer todo lo que quieras. En la cocina hay más. Debes estar en óptimas condiciones.
Entonces, dejé de comer ¿Óptimas condiciones? ¿Para qué? ¿Por qué esta gente me daba de comer y cuidaba?
Había oído de que hay personas que se dedicaban al tráfico de personas para prostituirlas.
—Eres muy linda, tienes unos ojos grises únicos y aunque tu cabello está algo desordenado, si lo cepillamos resaltaremos sus ondas.
Pasé saliva con temor ¡Querían usarme para fines oscuros!
—¿Qué pasa? —cuestiona al ver que dejó de comer.
—E-estoy satisfecha —contesto—. Gracias por la comida.
—¿Estás segura? —vuelve a preguntarme y yo asiento con la cabeza—. Bueno, pero si vuelves a tener apetito, solo avisame. El señor volverá al anochecer, supongo que ya hablará contigo.
¿Hablar conmigo? Ahora estaba más nerviosa.
—Volveré a la cocina, la señora Brunella llegará con apetito del trabajo, y si no está listo, estará de mal humor. Descansa todo lo que puedas.
La señora se fue con la bandeja, dejándome sola con miles de temores recorriéndome.
—Brunella —murmuré. Seguro ella era la esposa del hombre que me trajo hasta aquí, y juntos elegían a las chicas para venderlas—. Yo no seré vendida.
Esta vez con un poco más de energía, me levanté de la cama y abrí la ventana.
—Sin temor, Rosa —me di ánimos y salté al exterior. Por suerte la nieve amortiguó mi caída y no me lastimé —. Es hora de seguir.
…
¿Qué lugar era este? Nunca había llegado por aquí, poco a poco empecé a ver más personas que se sorprendían de verme en pijama, sin embargo, no tenía otra opción, no traía más ropa y era lo único que me separaba del frío de la ciudad.
—Disculpe señorita —de repente, alguien toca mi hombro y me sorprendo con que se trata de un oficial—. ¿Podría vestirse adecuadamente?
—Eh… Lo lamento, pero es todo lo que tengo, ni siquiera sé dónde estoy.
Él policía parecía incrédulo.
—¿No tiene familia?
Niego con la cabeza.
—No tengo a nadie —respondí con una profunda soledad—. Desde que enfermé de cáncer me quedé más sola de lo que estaba, y los ahorros que tenía los perdí.
—Ya veo… —el oficial parecía creerme—. Tal vez pueda ayudarla, venga conmigo.
¿Sería esta la ayuda que había pedido al cielo?
En un principio el oficial me llevó a la estación de policías, hizo una llamado y mientras esperaba, me ofreció un café caliente. Aproximadamente una hora después, una mujer acompañada de un médico, llegaron a verme.
Él policía me presentó, señalándome como una indigente, lo cual dada mi situación, no estaba muy lejos de la verdad.
—Dinos jovencita, ¿tienes familia? —me pregunta la mujer amablemente, y soy honesta.
—En realidad soy huérfana desde que tengo uso de razón, fui criada en un orfanato y posteriormente fui adoptada por una familia que tenía una sola hija, me llevaron a esa casa porque la señora no podía tener más hijos, pero deseaba que su única hija tuviera compañía, sin embargo, las cosas no se pueden obligar.
—Comprendo —me responde la amable mujer—. También sabemos que padeces de una enfermedad delicada, el doctor que me acompaña es un especialista y podría ayudarte.
—¿D-de verdad me ayudarán? —contesto con algo de esperanza en mi pecho.
Ellos vieron mi emoción y asintieron.
—Tenemos un refugio para mujeres que tienen la misma situación que tú, ¿te gustaría venir?
Sin dudarlo asentí.
—Perfecto, ya no tienes nada que temer linda, te vez tan joven, ¿cuántos años tienes?
—T-tengo 19 pero tendré 20 la próxima semana.
—Oh, entonces no hay tiempo que perder, tendremos una hermosa celebración con todas las chicas del refugio.
¿Esto era un sueño? ¿Era real? ¿Realmente iban a ayudarme? ¿Al fin se había terminado esa tortura? La respuesta llegó cuando aquellas promesas que me hicieron, se realizaron.
Llegué a un refugio donde conocí a otras mujeres que tenían la misma condición que yo. Fuí tan bien recibida que después de muchos años, me sentí en casa.
Por primera vez, habían personas que se preocupaban verdaderamente por mí, que me estimaban, y me consentían por ser la más joven del grupo.
…
Él tiempo transcurriría, el proceso era duro, pues en el camino no todas podían resistir, y ese era mi temor, ya que anteriormente no había tenido un tratamiento.
Mis cabellos caían del mismo modo que la vida de las otras mujeres. Era doloroso. Cada una de esas personas tenían sueños por seguir, y de disfrutar cada segundo de la vida, pero la muerte se había interpuesto en su camino.
Entonces, me hice una promesa. Mientras viviera, lucharía por mis sueños, me aseguraría de vivir cada día como si fuera el último, porque a pesar de todo lo malo, sabía que había algo bonito esperándome afuera, mi vida no se acabó a los 20, tenía muchas cosas por hacer y descubrir.
….
(Cinco años después)
—Felicidades Rosa —recibo el cordial abrazo de quien hasta ese momento había sido mi jefa.
—Muchas gracias señora, yo le agradezco la confianza en todo este tiempo.
—¿Y cómo no? Fuiste una excelente pieza en este equipo, y tu energía siempre nos mantenía muy activos. Se te extrañará, pero entiendo que debes seguir creciendo como profesional y esta es una oportunidad que no puedes desaprovechar.
—Muchas gracias por su comprensión.
Nos dimos un último abrazo, y cuando estaba por salir de su oficina, mis ex compañeros de trabajo me esperaban con una gran sorpresa de despedida.
Hoy a mis 25 años, terminaba una etapa importante de mi vida, para iniciar otra.
Durante el tiempo que había estado en el refugio, retomé mis estudios, tanto la señora como el médico, me ayudaron a conseguir una beca y de este modo poder culminar mi etapa de formación como profesional. Logré curarme después de tanto esfuerzo y dedicación, recuerdo que cuando me gradué estaba tan delgada que la toga me quedaba más grande que a mis compañeros de estudios, pero la sonrisa en mi rostro, nadie me la quitaba.
Conseguí un trabajo donde pude demostrar mis habilidades, con el dinero que ganaba alquilé un departamento donde ahora podía darme ciertas comodidades que antes hubieran sido solo un sueño.
Ahora estaba aquí, a punto de continuar escribiendo mi vida.
…
Al día siguiente, luego de salir de mi departamento, me dirigí a la empresa donde habían admitido mi curriculum.
—Grupo Grimaldi —murmuro al ver el enorme edificio que está ante mis ojos. La empresa láctea era muy famosa por su productos A-1 en el mercado—. Bueno… Ya estoy aquí, veamos cual es el nuevo capítulo de mi historia.
Di el primer paso y ya no me detuve hasta ingresar al nuevo mundo de mi trabajo.
Todos los que estaban dentro, caminaban de un lado a otro, teniendo una tarea por cumplir.
—¿Puedo ayudarla? —me dice una señorita qué estaba en recepción.
—Oh sí. Soy Rosa Beraldi, fui contratada para el cargo de…
—Claro, la señorita Grimaldi ya me lo había informado, pero ella ahora está de viaje como representante del Grupo Grimaldi, así que tendrá el honor de presentarse con el jefe. Él la recibirá en su oficina.
—Estupendo, ¿y dónde queda la oficina?
—No te preocupes, yo te llevaré.
—Muchas gracias, eres muy amable —le contesto.
—Pareces ser una buena chica, y aquí todos nos llevamos bien, o bueno… Tratamos, siempre hay uno que otro que le gusta el desorden.
—¿Desorden?
—Ya tendrás oportunidad de conocer a esas personas, trabajan en el departamento donde tú serás la gerenta.
Subimos en el ascensor hasta el piso más alto, la señorita que me había atendido me señala la oficina del jefe.
—Aquí es. El señor Gabriel Grimaldi te recibirá, recuerda mostrar respeto, es muy exigente.
—Gabriel… —murmuro—. Como el ángel, apuesto a que lo llaman Gabo.
—¡Qué no te escuche! Detesta que lo llamen así, solo llámalo señor Gabriel o Grimaldi.
—Oh, supongo que esta bien.
Con mi anterior jefa había tenido un trato muy cercano, y la conversación que teníamos siempre era amigable, pero parecía que ahora todo sería diferente.
Aunque era muy pronto deducir algo, seguro Gabriel era muy amigable en el fondo.
La señorita abrió la puerta y tras hablar unos segundos con el jefe, me permitió ingresar.
—Señor Grimaldi, le presento a la señorita Rosa Beraldi, ella fue seleccionada para el cargo de Gerenta de Administración.
Con mi mejor sonrisa, pretendo causar una buena impresión, pero cuando veo al hombre que está sentado detrás de su escritorio, mi piel se torna pálida.
—¿Tú? —él me reconoce.
—Rosa, ¿ya conocías al señor Grimaldi? —me pregunta la señorita.
Mi mente por fin recuerda el rostro del dueño de esos ojos azules que vi aquella noche de nieve.
—¡El proxeneta! —grité y salí corriendo.
Al instante, la señorita que me había ayudado logró alcanzarme.
—¿Qué te pasó? ¿Cómo pudiste llamar así al señor Grimaldi?
—Pero él es un proxenet@.
—¡Claro que no! Él es un respetable señor.
—Oh, entonces metí la pata.
—Yo diría que las cuatro.