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Te regalo a mi esposo

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Tras un año de matrimonio y de recibir una noticia desalentadora, Rosa descubre que su esposo la engaña con su hermanastra.

Cuando era niña, Rosa fue adoptada con el fin de hacerle compañía a Perla; la única hija de los Beraldi, sin embargo, su simpatía y alegría, siempre ha despertado envidia de Perla, quien crece con la idea de que ella no merece nada.

Con el pasar de los años, Rosa se enamora de Lauro y al poco tiempo se casan, enterándose al mismo tiempo que ella padece una penosa enfermedad. Pero cuando Lauro conoce a Perla, este cae rendido a los encantos de ella, y juntos planean acabar con la vida de Rosa y así cobrar el dinero que ella tiene.

Rosa los descubre y con el corazón roto huye, encontrándose esa misma noche con un misterioso hombre al que cree que jamás volverá a ver.

El tiempo pasa, y tras cinco años, Rosa ha superado su enfermedad, y ahora es una profesional que ingresa a trabajar al Grupo Grimaldi, donde debido a su brillante trabajo, ocupa la gerencia de uno de los departamentos más importantes de la empresa, pero grande es su sorpresa, cuando descubre que entre los empleados, están su ex esposo y hermanastra, aquellos que la creían muerta, mas las cosas no terminan ahí, pues el dueño y jefe del Grupo Grimaldi, es aquel hombre frío y misterioso que le propone un contrato matrimonial, con el fin de complacer a su abuela, sin saber los secretos que él oculta.

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Te regalo a mi esposo
—¡Cof! ¡Cof! Cada vez es peor —digo para mí, luego de cubrirme con un pañuelo al toser y mirar las manchas de sangre que he dejado. Miro por la ventana y me doy cuenta que ya es invierno, ¿cuántos meses he estado sin salir de mi habitación? No lo sabía, ya que hace mucho tiempo había perdido la noción del tiempo, y honestamente era mejor así. Desde que el médico me dió pocas esperanzas de vida, todo había perdido sentido para mí, lo único que me mantenía aferrada a este mundo, era mi esposo, con el que apenas me había casado hace un año. —Tengo sed —mi garganta se sentía seca, desde hace dos días no había bebido nada. Mi poca fuerza no me permitía poder estar mucho tiempo de pie, así que tenía que esperar a que mi esposo me trajera algo de comer, pero al parecer el trabajo lo había tenido muy ocupado—. Debo intentarlo —haciendo un gran esfuerzo, logro que mis pies toquen el suelo, y apoyándome en mis brazos me pongo de pie—. Hace más de cuatro meses que no hago largos recorridos. Teniendo cuidado, salgo de mi habitación, encontrando todo sucio y la mayor parte de la casa cubierta de polvo. —¿Por qué todo está así? —me pregunto con un extraño presentimiento. Entonces, escucho unas risas que vienen de una de las habitaciones de la casa. De inmediato reconocí la de mi marido y la otra parecía ser de… ¿Mi hermana? Aquí estaba pasando algo muy extraño, y mi corazón lo sabía. Me apoyé en la pared para no perder el equilibrio y llegar hasta la habitación de donde venía el ruido. La puerta estaba semiabierta, así que al asomar mi rostro, me encontré con la imagen más aterradora que mis ojos hubieran podido ver. Mi esposo y mi hermanastra… Las personas que más amaba en este mundo, estaban desnudos en la misma la cama y riendo como si yo no existiera. Mordí mis labios al mismo tiempo que sentí mi corazón romperse en pedazos. —¿Y ya conseguiste al sujeto? —pregunta ella sin percatarse de mi presencia. —Aún no, es un poco difícil, pero estoy seguro que no tardaré en encontrarlo, la cifra que ofrezco es tentadora, hasta yo lo haría, pero no quiero mancharme la manos. —Pues debes darte prisa, Lauro. Debemos deshacernos de Rosa si queremos ser felices. —Y lo seremos, Perla —le contesta él, tomando su mandíbula para darle un beso en los labios—. Con el dinero de sus ahorros y de su seguro de vida, podremos empezar juntos, y Rosa ya no será un obstáculo en nuestro futuro. Retrocedí un paso después de oír sus planes. ¡QUERÍAN MATARME! Toqué mi pecho y creí que moriría en ese instante. Cubrí mis labios sintiendo como las lágrimas caían amargamente por mis mejillas. Esto no podía ser verdad, debía estar soñando… Teniendo una horrible pesadilla que me mataba dolorosamente. Sin dudarlo pellizque mi brazo con mis dedos, observando como el color de mi piel se oscurecía y el dolor subía con intensidad. —¡SON UNOS MALDITOS! —exclamé con tal fuerza que mi garganta debió quedar destrozada. De inmediato ambos cubrieron su desnudez, sorprendiéndose de verme de pie. —Rosa —dice Perla—. Hermana, hermanita no es lo que tú crees. —¡No se me acerquen! ¡Sé que querían matarme! ¡Son unos malditos! ¡Sinvergüenzas! ¡Traidores! —les reclamé con dolor y rabia. —Baja la voz, Rosa —dice Lauro—. ¿Quieres que la gente de afuera llame a la policía? —¡Pues que la llame! ¡Para decirle que ustedes querían matarme! ¡Malditos asesi…! —sin dejarme terminar siento que mi mejilla arde por un golpe y soy tomada bruscamente del cuello de mi pijama. —¡Ya me tienes harto! —Solo quería hacerte feliz… —susurré con el alma hecha pedazos—. ¿Por qué me hicieron esto? ¿¡POR QUÉ!? —¡Pues muérete! ¡Tú, maldito estorbo! ¿Quieres hacerme feliz? ¡Pues solo muere y déjame en paz! —empujándome con fuerza, mi espalda choca contra el armario. No lograba entender cómo el hombre que me juró amor eterno, me trataba de esta manera, como si yo fuera una bolsa de basura. —Ahora lárgate —me señala la salida, como si la casa fuera suya—. Hazlo ahora, de lo contrario seré yo quien te eche a patadas. —Lauro —Perla se acerca a él—. ¿Qué pasará si acude a alguien y nos delata? —¿En serio crees que va a sobrevivir? Mírala, apenas y puede mantenerse en pie, ya no será necesario contratar a alguien. La suerte está de nuestro lado, las rosas no soportan el invierno. —¿Pero y el dinero? —agrega Perla. —Todo está a mi nombre —le contesta Lauro—. Incluso esta casa, así que ella es la intrusa, la que debe largarse y no volver jamás. —Pero… —No te preocupes… —le digo a Perla—. Te regalo a mi esposo. Tenía muy poca fuerza, y sumado a que mi cuerpo estaba adolorido por la forma en como me había sacudido Lauro, sentía que me desmayaría en cualquier instante, sin embargo, puse toda mi fuerza en mis piernas y salí de casa en medio del crudo invierno. —Tengo que salir de aquí —me di ánimos, alejándome cada vez más y más de la casa. ¿A dónde podía ir? ¿Con quién refugiarme? Llegué a una vieja casona, donde el frío ingresaba con violencia, pero era peor estar en la calle, así que debía soportar pasar una noche y cuando amaneciera, buscar una solución… Si es que aún seguía con vida. —T-tengo hambre —dije al sentir el rugido de mi estómago, mientras me abrazaba yo misma, tratando de darme calor. Me senté en la esquina de lo que parecía ser una vieja chimenea y con la vieja alfombra traté de abrigarme, hasta que debido a la falta de alimento y agua caí desmayada. *Flash back* —Entonces… ¿Ya no se puede hacer nada? Mi mente lo sabía, pero mi corazón no quería aceptarlo, por ello necesitaba oírlo de la voz del médico. —El tratamiento es costoso, y las posibilidades son muy bajas, realmente lo lamento, Rosa. Aquel día creí que se había escrito el capítulo final de mi vida. Apenas hace unos meses me había casado, y tenía tantos sueños por cumplir, pero ahora todo se veía interrumpido. —Perla… —pensé en mi hermana, necesitaba tanto el abrazo de alguien a quien quería mucho. Por lo que sin dudarlo fui a visitarla a casa de nuestros padres, donde después de recibirme y contarle lo que me estaba pasando, me abrazó durante un largo rato. Ella secó mis lágrimas, me sonrió y me aseguró que todo estaría bien. Perla me acompañó a contárselo todo a Lauro y ambos me dieron su apoyo, me abrazaron y me aseguraron que me ayudarían a conseguir a los mejores médicos para tratar mi enfermedad. —Te curarás —me aseguró Lauro—. Y cuándo lo hagas, haremos todo aquello que te gusta. Bajé la mirada, recordando un lugar al que soñaba ir, lo había planeado tanto, pero debido al trabajo y mis estudios, no había logrado escoger una fecha para ir. —El mar —contesté, recordando uno de los momentos más mágicos de mi vida—. Quiero ir al mar, pero con el amor de mi vida. —Así será —me respondió Lauro. —Aunque no seamos hermanas de sangre, yo te quiero más que a nada en el mundo—añadió Perla—. Cuenta conmigo para todo, nunca voy a dejarte querida hermana, nunca… *Fin flashback* —Ah… —desperté sudando con la vista borrosa y un dolor horrible en la espalda. Aún no era de día y la nieve seguía cayendo con fuerza—. Dios mío… ¿A-acaso voy a morir? —me pregunté sintiendo miedo y dolor a la vez—. No quiero… N-no quiero morir… —imploré, tiritando de frío con los labios azulados—. Por favor Dios, no me abandones. Entonces, vi algo brilloso que no estaba muy lejos de mí. —¿Son manzanas? —murmuré, creyendo que estaba alucinando, pero al tocarlas, comprobé qué eran reales y sin dudarlo las comí. No me detenía a pensar en el sabor, solo quería llenar mi estómago vacío, estaba tan feliz de poder comer algo que mis ojos se llenaron de lágrimas. —¡Oye tú! —una voz masculina me alertó. Pero de repente escuché un crujido, este venía de mi espalda y como si mi cuerpo hubiera recibido algo de energía, logré hacerme a un lado, solo segundos antes de que un gran trozo de madera cayera, y de este un animal salvaje volara sobre mí. Casi de rodillas, salí de la vieja casona y corrí con mucha dificultad sobre la nieve. Ya no podía más, mi corazón latía tan fuerte que creí que en cualquier segundo se detendría y caería muerta, pero me negaba a aceptarlo. —Yo no voy a morir, no voy a morir… —me repetía una y otra vez en la mente, hasta que inevitable ocurrió lo que debía pasar, caí sin energías sobre la nieve, al mismo tiempo que unas pisadas se detenían frente a mí—. P-por favor, no me haga daño —supliqué con voz débil—. Lamento haberme comido sus manzanas. —Tranquila, yo no te haré daño, pero dime ¿quién eres? La persona cubría su rostro con una capa que lo protegía de la nieve, más al verme, se lo quitó, mirándome con esos ojos azules que me recordaban la paz qué me daba el mar, y segundos después volví a desmayarme.

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