Una llamada

1610 Words
Los empleados fueron retirándose silenciosamente, del mismo modo que Gabriel, quien se dirigió al ascensor para subir a su oficina. —Lo veo y no lo creo —murmura Ariel, siendo el único que se queda a mi lado—. Trabajo para el grupo Grimaldi desde hace cuatro años, y nunca vi a Gabriel hacer algo como lo que acaba de suceder. —¿Por qué lo dices? —Bueno… Digamos que en la balanza, pesan más sus defectos que virtudes, con decirte que en un momento de desesperación me pidió que me disfrazara de mujer para que su Nonna se desilusionara de mí. —¿De mujer? ¿E-El te pidió eso? —estaba sorprendida. —Eh… En realidad la idea fue mía, y él me dijo que preferiría comer de un basurero… —bajó la mirada con desanimo—. Dime, ¿crees que como mujer sería fea? —me pregunta, esperando con ilusión mi respuesta. —N-no lo sé, nunca me habían preguntado algo así. —Ya veo… Tú también piensas que soy horrendo… Baja los hombros y da media vuelta con tristeza. —No, yo no he dicho eso. Creo que eres muy atractivo, y como mujer supongo que también. —¿¡De verdad lo crees!? —voltea a verme y toma mis manos para mirarme con una enorme sonrisa—. Tú si sabes apreciar la belleza. —Ja, ja, ja —no puedo ocultar mi risa y estallo en carcajadas frente a Ariel. —¿Sabes? Eres muy agradable, por alguna razón, cuando te vi, me caíste muy bien. Es muy fácil hablar contigo, imagino que debe ser porque tenemos la misma alegría. —Agradezco tus palabras, y pienso lo mismo. Ariel era muy agradable, su manera de ser tan alegre y de decir todo lo que pensaba me hacía sonreír con él. —Creo que ya debemos empezar con la rutina, no queremos que tu esposo se aparezca y me culpe por distraerte. —Imagino que tienes razón, es mejor prevenir cualquier problema. Acompañada de Ariel volvemos a nuestras labores del día, yo regreso a mi oficina y tras encender la máquina me pongo a terminar el trabajo que aún había quedado pendiente antes de que se diera mi inesperado matrimonio. —Ah… —suspiro, descansando un momento mis manos—. Después de todo… Viven una vida normal, ¿cómo si lo que me hicieron no les pesara en la conciencia —dije para mí, recordando el instante en que los vi juntos. Sacudí mis pensamientos—. Son tal para cual. … Pasadas las 2 de la tarde, Ariel toca mi puerta y entra con una pequeña bolsa de papel. —¿Aún sigues trabajando? —me pregunta, sentándose. —Estoy terminando de revisar estos documentos. —Bueno, aún tienes el resto de la tarde, ya deja de matar tus neuronas —agrega, sacando de la bolsa las cosas que había traído—. No sabía cuál te gustaría así que solo adiviné. —Oh Ariel… —quedé encantada con su amabilidad al traerme algo de comer—. Muchas gracias. —Vamos, no es para tanto, solo son unas donas con glaseado y un café latte. —Delicioso —sonreí al probar la dona —. El dulce se derrite en mi boca, gracias por esto, Ariel. Él se queda observándome mientras como, en lugar de comer sus donas y café. —¿Pasa algo? —pregunto al darme cuenta que no deja de mirarme con atención. —¿Eh? —Ariel parece regresar a la realidad. —Es que te quedaste mirándome ¿Tengo la cara manchada o algo así? —Oh no, para nada, no me hagas caso. Solo estaba pensando en algo, no tiene ningún sentido. Te dejo disfrutar de tu refrigerio, ya sabes si necesitas algo más, solo llámame y vendré al instante. —Está bien, así lo haré Ariel. Él se pone de pie y se dirige a la salida, más antes de salir, me mira unos segundos más y yo me despido de él con una sonrisa, mientras aún tengo la boca llena de la dona. Terminé de beber el café latte, y con una sensación de calma, suspiré en mi asiento. Había estado intranquila tras ver a Perla y Lauro, pero la amabilidad de Ariel, me había devuelto los ánimos. —Es hora de continuar —volví a concentrarme en mi trabajo, y mientras estaba concentrada, mi celular me interrumpió con una llamada. Al observar la pantalla, no reconocí el número, pero de todos modos decidí contestar, sin embargo, en ese mismo segundo me arrepentí, escuchando la voz de mi madre con un enojo indescifrable. —Mamá… —murmuré. —¡Eres peor que una put@! —me gritó—. ¡No te importa en lo más mínimo tu hermana o yo! —¿D-de qué hablas? Yo no les he hecho nada. No comprendo el motivo de sus ataques. —¡Cállate la boca descarada! ¡Si estuviera ahí mismo, te reventaría la boca de una cachetada! Te advertimos de que no te casaras con Gabriel Grimaldi, pero te importó poco nuestra opinión, y para empeorar las cosas, le contaste todo. ¡¿TIENES IDEA DE LO QUÉ LE CAUSASTE A TU HERMANA?! ¡Me llamó llorando, al borde de un colapso nervioso! ¡Tú sabes que ella es una mujer delicada y que no soporta que la traten mal! Pero felizmente Lauro, que sí es un muchacho que vale la pena, la está consolando. —Yo no he hecho nada malo, ni entiendo cuál es el mal que hice. —¿De verdad no lo sabes? ¿O te haces a la tonta? —Mi consciencia está tranquila. —¡La conciencia de una huérfana metida! Una recogida qué en lugar de agradecer por tener un apellido como el nuestro, decidió casarse con el ex de su hermana. ¡Malagradecida! Perla sufrió mucho cuando te creyó muerta y Laurito estaba desconsolado, felizmente se fijó en tu hermana, tú nunca fuiste suficiente para él, y lo mismo sucederá con Gabriel, se cansará de ti y te dejará sola como la huérfana que eres. —¡Ya basta! —grité apretando con fuerza el celular, mientras mis uñas se lastimaban en el escritorio—. ¡Piensen lo que quieran! ¡Si quieren odiarme pues háganlo! —colgué con la voz rota. Ahogué el nudo en mi garganta y miré hacia arriba, tratando de borrar de mi mente todas aquellas palabras que me habían lastimado. —Pero es verdad —pensé—. Al final de todo, volveré a estar sola. No tengo familia, no tengo a nadie… —una lágrima rodó por mi mejilla, pero la limpié tan rápido como pude—. Pero eso no importa —traté de sonreír—. Me tengo a mí, y eso es más que suficiente. Nada de lo que me digan podrá volver a afectarme. Soy Rosa, y como tal tengo espinas para defenderme, yo puedo hacerlo. ————— POV Gabriel —Pensé que te quedarías en casa. Brunella había llegado hace tan solo unos minutos a mi oficina. —¿Por qué debería quedarme en casa? Soy una mujer de negocios no pretenderás que me ponga a hacer galletitas o a cuidar del jardín. —Es una actividad interesante. —¿Estás jugando, verdad? Adelante mi viaje porque quería conocer a la nueva Gerenta de Administración. —Y la conociste —le contesto. —Gabriel, te pedí que la entrevistaras, no que te casaras con ella. —Brunella, sabes que no le doy explicaciones a nadie de mi vida. Rosa es mi esposa, y te guste o no, pertenece a la familia. Ella se cruzó de brazos en el asiento, y tras unos segundos, exhaló. —Solo espero que tu jueguito no traiga graves consecuencias. Somos una familia muy respetada y con mucha clase. —No es un juego Brunella. —Pues de todos modos hablaré con ella —ella se pone de pie. —¿Qué vas a hablar con ella? Está trabajando. —¡Necesito saber sus intenciones! Ni quiero que una cazafortunas esté en la familia —Brunella sale de mi oficina y yo voy tras ella, buscando detenerla. Mi hermana toma el ascensor antes que yo, y baja al piso donde trabaja Rosa. —¡Brunella! —le llamó con voz autoritaria, pero a ella no le importa en lo más mínimo. —S-señorita Brunella —Ariel sonríe entre nervioso y sorprendido al ver a mi hermana. —¿Está Beraldi Rosa en su oficina? —S-sí, ¿quiere que le informe que viene a verla? —No hace falta —ella entra a la oficina antes que yo, y cuando logro alcanzarla, la encuentro parada frente al escritorio. —¿Qué le hiciste? Rápidamente me acerco al escritorio, donde Rosa está inconsciente. —No le hice nada a tu protegida, acabo de entrar. —Seguro se asustó al verte. —¡No soy un monstruo! —exclama. —Maldición… ¡Ariel! —grito y él entra corriendo. —Llama a una ambulancia, ¿por qué no te diste cuenta que Rosa se desmayó? —¿C-cómo? Pero si hace un momento estaba bien. —Lo mejor será que la lleves en tu auto —agrega Brunella—. Una ambulancia tardará, claro que eso no me importa, pero si te preocupa tanto esta chica de clase baja, será mejor que te apresures. Decido no responderle, y tomando a Rosa en mis brazos salgo con ella de la oficina para que sea auxiliada.
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