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My Dirty Secret

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intro-logo
Blurb

Elena Regan fue aceptada como pasante en la mejor empresa automotriz del país, para celebrar su pasantía va con sus amigos a un club prestigioso, en cuanto entra es el centro de atención de un hombre mayor y muy apuesto, queriendo pasar una noche de diversión se va con dicho hombre, sin saber si quiera su nombre. Una noche de locura y sexo, acaba con una mañana de resaca y con la hora justa para que Elena llegue a su primer día en la empresa Blaze. Dejando a aquel hombre sin una nota de por medio, se larga corriendo y se apresura a llegar a la empresa, cuando llega a la empresa y acude a la primera reunión a conocer a su nuevo jefe, Killian Blaze, el mismo hombre con el qué pasó una noche de sexo...

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Inició
Elena Sentados en la cafetería, con mis mejores amigos, Antoni, Gustavo, Karl y Hank, con un sobre blanco de nuestras pasantías, frente a nosotros. La pasantía era algo importante en nuestras carreras, aunque cada uno estudió cosas diferentes, tratamos de que estuviéramos bastante cerca para no alejarnos demasiado. Tomando nuestra tercera taza de café de la mañana, volvimos a mirarnos entre sí y soltando un suspiró abrimos los sobres. — Increíble – dijo Antoni. — No puede ser – dijo Hank. — Mierda – dijo Karl. — v***a – dijo Gustavo. — Dios – dije. Dejamos los sobres y nos miramos. Sentía mariposas y una sensación de querer gritar de euforia. — Qué comience Toni – dije con una sonrisa. — He quedado como Ingeniero Automotriz en la empresa Sanders – dijo Antoni mirándonos. – El maldito Andrew Sanders va a ser quien me capacite. Andrew Sanders y su empresa era casi la más peleada en automotriz, pocos quedaban, había metido solicitud en esa empresa aunque no me emocionaba mucho, no es tanto de mi rama de diseño, pero mi padre me convenció en meter solicitud ahí. — Felicidades, nadie queda ahí – le felicitamos. — Joder, siento mariposas – dijo riendo. – Hank, tú turno. — Yo estaré con los Jackson, prácticamente del otro lado de la ciudad – nos miró. – Creó que seré el más lejos de todos. — Venga, te hace ilusión – dije con una sonrisa. – Felicidades Hank. — Mi pasantía será en el Hospital del Norte, así que estaré cerca de Hank – dijo Karl, siendo el único de nuestros amigos que estudió medicina. — Felicidades, a ver con cuántas enfermeras guapas te lías – sonreí mirándolo. Miré a Gustavo. Él y yo habíamos estado hablando de estar juntos en la pasantía y sabíamos qué lo habíamos logrado. — ¿Qué? – dije sin quitarle la mirada al latino. – ¿Lo decimos juntos? — Venga, dilo – sonrió Gustavo. — Mejor que ellos lo vean. Los dos extendimos nuestras cartas sobre la mesa. — ¡Hijos de puta! – dijo Antoni. – ¡Quedaron en la empresa Blaze! — ¿Vendieron su alma al diablo? – dijo Karl. – Si entrar con Andrew Sanders es difícil, con Killian Blaze es imposible. — Tal vez hicimos un trató con el diablo – dijo Gustavo. Gustavo había entrado por palanca de su hermano Ernesto Escobar, quien tiene tratos con Blaze. Y yo había entrado por mérito propio, siempre fui apasionada por los autos, todo el trabajo de Blaze era de admiración. — Resaltaste en tu clase – dijo Karl. – Es decir, si Blaze no se fijaba en ti sería un idiota – sonrió. — Gracias osito – sonreí. – Mañana empezaremos – dije emocionada. — Pues antes de que se me olvide – Antoni sacó una tarjeta plata que decía VIP en grande. – Tengo cinco pases VIP al Club Cherry 's – sonrió mirándonos. — ¿Cómo lo conseguiste? – dije tomando la tarjeta. — Es un secreto – sonrió Antoni quitándole la tarjeta. – Póngase guapos y tú Elena ponte sexy, está noche celebramos el inicio del puto exito. Todos gritaron eufóricos, llamando la atención de todos en la cafetería. Tomaron sus cosas y cada quien se fue a su casa. Estaba un tanto emocionada por haber entrado en las empresas Blaze, trataba de ignorar el hecho de que tendría que lidiar con el “hijo de papi” Matias Blaze, quien se la pasa molestandome casi todo el tiempo y demostrando cómo gasta el dinero de su padre, llegando en un auto diferente cada día, con ropa de marcas reconocidas. Realmente es un dolor de ovarios. Pero eso no me desanimó a querer pasar su pasantía en la empresa de su padre, quien desde la muerte de su esposa se volvió una incógnita, no sale en fotografías, nadie sabe como es ahora, y siempre que se requiere su atención en la universidad envía a su mano derecha Freddy Romano. Podre decirles a mis amigos mañana como es su jefe, ya que podrá conocerlo en persona por fin y saber quien es el rostro detrás de Killian Blaze, el magnate hombre de negocios. — ¡He llegado! – grite cuando entre en casa. Acarició el pelaje de mi gato y entró a la cocina, encontrándome con la sirvienta. — Bienvenido Lena. — Hola María – le sonreí. – ¿Dónde está mi padre? — Su padre salió con la señorita Teresa, dijo que regresaría más tarde. — Ya sé su tarde – susurré. – Bueno, tengo que hacer unas cosas, avísame cuando llegue. Robé un par de fresas y me fui a mi habitación. Tengo una vida bastante buena, gracias a que mi padre, Patrick, se ganó una fortuna estafando gente haciéndose pasar como un psíquico profesional. Estuvo en programas de televisión y era muy aclamado por sus shows, pero su teatrito se vino abajo cuando trató de enfrentarse a un asesino serial que asesinó a mi madre, y por suerte ese día no estaba yo, su única hija en casa. Casi va a prisión pero hizo un trato con la policía y desde ese entonces ha trabajado para la policía. Me toma un tiempo para elegir la ropa, ese club es demasiado prestigioso y cotizado, ni siquiera mi padre ha podido entrar y realmente le quisiera restregar en la cara que iré al Cherry 's, pero sé qué me lo va a prohibir y no quiero eso. — Toc, toc – escucha la voz de mi padre que abre la puerta de su habitación. – Hola Leni – sonríe. — Hola ¿qué tal tu cita con Teresa? – dije mientras acomodaba mi quinto vestido. — No fue una cita, le estoy ayudando en un caso – dice entrando por completo en mi habitación. Teresa es la Capitana de la unidad en la que mi padre trabaja cuando lo necesitan. Pero desde hace unos años ha visto ciertos cambios, no le molesta que mi padre vuelva a salir con alguien, han pasado 15 años desde la muerte de mi madre. — ¿Vas a salir? — Si – lo miró. – Celebraremos nuestras pasantías. — ¿Y? – me mira con entusiasmo. – Dime ¿dónde has quedado? — Pues – lo miré emocionada. – Estás viendo a la futura Ingeniera de diseño automotriz que será capacitado por el mismísimo Killian Blaze. — ¡Las empresas Blaze! ¿¡Has quedado!? — Si – chille con emoción. Patrick me abraza y me levanta del piso, los dos nos reímos, me llena de besos y después toma mi rostro, mirando el intenso iris azul qué los hombre de mi familia tienen y qué soy la privilegiada con ser la única mujer con el mismo iris azul. — Tu madre estaría muy orgullosa de ti Elena. — Lo sé – le sonríe. — Recuerda, mentón en alto, espalda recta, mirada altiva y máscara de hielo. Sí no saben lo qué sientes, nunca hallaran la manera de joderte. El lema de mi familia. Lo he puesto en práctica desde qué entré a la universidad y siempre me ha funcionado. — Lo sé papá – le sonreí. — Killian Blaze, joder, sí que has quedado. Y podrás saber como es, desde la muerte de su esposa se recluyó en las sombras – dijo mirando la ropa que pienso ponerme. – ¿No tendrás problemas con Matias? — Matias seguramente reprobó o tal vez su padre soborno al director y ha salido hasta con maestría no lo sé, y no me interesa, no estaré con Matias, yo voy a aprender del mejor y punto final. — Perfecto – me sonrió. – Bueno, supongo que ya celebraremos tú y yo lo de tu pasantía. — Me parece bien. Patrick me abrazó una vez y se fue. Una hora después, ya estaba saliendo de casa y subiendo al auto de Gustavo. Pasamos por cada uno hasta que comenzamos a seguir la ruta del GPS para llegar al club, pasaron media hora buscando estacionamiento y pudieron ver que la fila para entrar al club era de casi dos cuadras. — Gracias a Dios no haremos final – dijo Hank. Cuando llegamos a la entrada del club, siendo fulminados por muchos que estaban en la fila, el hombre de seguridad que media casi dos metros nos detuvo. — Tienen que formarse en la fila – dijo el hombre. — Tenemos cinco pases VIP – dijo Antoni sacando la tarjeta. El hombre no se fio mucho, tomó la tarjeta y espero a que la verificaran. Antoni estaba un poco nervioso, ya que su primo Dan es un falsificador de primera y le había dado esa tarjeta diciendo que no tendría problema alguno, pero de todos modos, estaba nervioso. — ¿Es real? – susurré. — Lo es coño – dijo Antoni. — Es real – dijo otro hombre. — Bien – el hombre de seguridad le regresó la tarjeta y se hizo a un lado. — Diviértanse. Esto solo era señal de qué todo iba a ser una noche increíble. Ninguno podía creer que estaban dentro del club. Era enorme, con luces neón, música electrónica, un bar enorme, la zona se dividía en dos plantas, la primera era donde todos bailaban, bebían, se drogan y demás cosas, mientras que el segundo piso es donde hay bailarinas y palcos privados. — Aquí está la primera ronda – dijo Karl con cinco shots de tequila. – Por nuestra pasantía. Lo bebimos de un tirón, sintiendo como me quemaba el esofago, pero acostumbrandome a esto. — ¡Vamos a bailar! – grite. — ¡Vamos! Entré en la pista y me dejé llevar, moviéndome de un lado a otro, pero apenas llevaba una canción bailada, cuando sentí una intensa mirada sobre mí. Levanté la vista y traté de buscar de quien se trataba, pero entre tanta gente no encontró quien me miraba así. Seguí bailando, pero mientras más me movía, más sentía esa mirada que me penetraba hasta el alma, levanté la vista a la segunda planta y lo vi. Un hombre con camisa negra, vaqueros, tenía un whisky en sus manos y no apartaba la vista de mí. Su cabello tenía canas, al igual que su barba, lo que lo hacía ver como un maduro sexy. Joder. Mis mejillas se encienden. — ¡Leni! – Karl llegó con un trago. – Toma – me dio una pastilla de éxtasis. – Hank acaba de conseguirla. — Sabes que no soy de esto – dije tratando de devolverle la pastilla. — Por una vez déjate llevar, somos jóvenes. Suspiré. Mi padre me ha hablado mucho de las drogas y yo misma he visto cómo afectan las drogas en las personas, pero Karl tiene razón. Una vez en la vida, no te hará daño. Metí la pastilla en mi boca y la bebí con un trago del whisky que me trajo Karl y seguí moviéndome. Good Feeling comenzó a sonar, miré a sus amigos de inmediato. — ¡Nuestra canción! – grite. En cada fiesta a la que iban siempre pedían esa canción, se volvió nuestra por nuestra forma de bailar, incluso a las fraternidades que solíamos ir con frecuencia ya sabían que esa era su canción. Cuatro guapos chicos rodeando a una sexy chica comenzamos a bailar una coreografía que nosotros mismos impusimos. Levanté la vista a la segunda planta y miré al hombre que seguía sin apartar la mirada de mí, con el alcohol y el alucinógeno en mis venas, di rienda suelta a mi baile, moviéndome de manera sensual en algunas partes de la canción y lo hacía mirando al hombre. Pasando mis manos por sus caderas y haciendo qué mi vestido plata brillara con las luces. Si esa iba a ser mi noche, la iba a disfrutar en grande. Algunos de sus compañeros de la universidad comenzaron a animarnos, gritando y algunos trataron de seguir sus pasos. Nosotros estábamos más que divertidos y disfrutando de nuestra noche. — Conseguí algo para nosotros – dijo Hank. – Vamos arriba. Mientras subía las escaleras busco al hombre y ya no lo encontré. No le di importancia, así que entramos en un palco, los sillones eran de piel, la luz neón era roja y justo había una mesa con un tubo. — ¿Qué es esto? – dijo Karl. — Un regalo – dijo Hank. Una chica pelirroja llegó. Su sensual lencería y su cuerpo con curvas definidas casi les hizo babear a todos. Mi bisexualidad salió a flote esa noche, primero bailando sin quitarle la mirada a un hombre mayor y ahora con una chica ardiente bailando para nosotros. No pedía más a la vida. Era la mejor noche. — Quiero ir al baño – dije. – No tardó. Salió de ahí, fui al baño y terminé de hacer mis necesidades, cuando salí fui al bar y me senté en un banco, pidiendo una cerveza, pero en lugar de mi cerveza me llevaron un martini. — Yo no pedí esto – dije. — Te lo manda el hombre del final de la barra – dijo el bartender. Miré de quien se trataba y cuando vi que era el mismo hombre que no me había dejado de mirar, me mordió el labio y le sonreí. Cuando volteó de nuevo, el hombre ya no estaba, traté de buscarlo entre la gente pero volvió a perderlo de vista. — ¿Te has perdido? La gruesa y profunda voz de un hombre a mi oído me estremeció, cuando me giró vi que era el mismo hombre. Sus ojos color ámbar me dejaron casi sin habla, de cerca se veía muchísimo mejor. Mierda. — No estoy perdida – dije mirándolo. – Gracias por el trago. — No es molestia – me sonrió. Su sonrisa era sensual. – ¿Qué haces aquí sin tus amigos? Así que sí me observó bien… — Deben estar por ahí – dije sin quitarle la mirada de encima. – ¿Y tú? ¿Vienes solo? Mi tono coqueto hizo que el hombre riera un poco. Se acercó a mí acortando la distancia, haciendo que nuestros alientos se mezclaran, trague saliva al sentir la cercanía. — ¿Contigo, me veo solo? – chistó la lengua. — Para nada – relamí mis labios. — Vayamos al grano, no me gusta perder mi tiempo – dijo a mi oído. – Me gustas y es evidente que yo también, así que tú decides, ¿seguimos bebiendo y subimos a mi palco, o te vas conmigo y dejamos que está noche no tenga final? Una noche de diversión. Eso quiero. Fue obvia la respuesta. Fuimos a una habitación y me sorprendió qué trajera la llave, pero ignoré por completo eso, estaba tan caliente qué no pensaba con claridad. Cuando entramos a la habitación lo miré mejor y Dios, realmente es un maduro sexy. Su cabello n***o tiene algunos mechones blancos, al igual qué su barba, mantiene esa sonrisa mojabragas, trague saliva y vino a mí cómo un león con su presa. Se quitó el saco y me fije qué tenía tatuajes en las manos. Esas manos grandes, rasposas, con cicatrices… trago saliva. — Quítate la ropa – ordenó. — Quítamela tú – dije mirándolo, y no sé de dónde salió eso. — Sí te la quito yo – me acorrala contra la pared, no dejó de mirarlo y eso parece prenderlo más. – No volverás a tener ropa. — Quítame la ropa – volví a decir, sin quitar la mirada de la suya. La sonrisa qué me dio me hizo jadear de nuevo. Volvió a besarme, mis manos fueron al frente queriendole quitar la camisa, pero no podía, su risa ronca me molesto más, así qué la abrí arrancando los botones, volví a mirarlo, estaba sorprendido. Me tomó de las piernas y me cargo, volví a besarlo, quería sentirlo todo completo. Sentí sus manos detrás de mí y escuché cómo la tela del vestido se rasgaba. Su boca fue a mi cuello, gemí y sus manos pronto estuvieron en mi piel desnuda, no traía puesto sostén, mis tacones tocaron el piso de nuevo y los restos de mi vestido cayeron al piso. Estaba en unas bragas de color blanco, trague saliva cuando su mirada recorrio todo mi cuerpo. He estado en esta situación antes, pero nadie me ha visto cómo él, nadie se ha apartado de mí para ver mi cuerpo densudo. Se quitó la camisa y mierda… tenía muchos tatuajes, era grande y fornido, algo qué el traje le quita. Volvió a mí, me besó la boca y luego el cuello, bajó a mi pecho y entonces miró mis pechos. Tenía una mirada tan oscura qué me hizo tragar saliva, chupo mi pezón, sentí sus dientes en el piercing de corazón, sus manos tomaron mi cadera con fuerza, dejó mi pecho rojo y se fue al otro repitiendo lo mismo. Arañaba la pared y gemía con fuerza. Su boca fue a mi vientre y pronto sentí cómo bajaba mis bragas, me miró y me dio una sonrisa qué me estremeció por completo. Me abrió las piernas y sin quitarme la mirada de encima, su boca fue a mi coño. Sentí su lengua abriendo mis labios, lamiendo cómo si fuera un helado derritiéndose, gemí con fuerza pegue la cabeza en la pared, mis manos fueron a su cabello, apartándolo de su rostro para seguir mirándolo. Joder era hermoso. Su boca estaba haciendo maravillas, su lengua entró en mí y de pronto sentí sus dedos en mi clítoris, moviéndolo en círculos una y otra vez, sonreí y me deje llevar, recordándome la otra noche frente al espejo ahora un hombre me estaba dando placer con su boca. Mis gemidos se volvieron más fuertes, mi cuerpo se estremecía y sentí la oleada de placer, me sostuvo con fuerza cuando me corrí. Su boca no se apartó, lo miré saborear mi orgasmo. — Jodidamente deliciosa – dijo mirándome. Lo vi bajarse el pantalón y liberando una gran polla, dura y grande, mi boca salió y casi me pongo de rodillas, cuando él me detuvo. – No preciosa. Fruncí el ceño, volvió a tomarme de la cintura y me cargo, lo rodee con las piernas, mis tacones se clavaron en su culo, me sostuve de sus hombros y miré cómo tomaba su polla y la llevaba a mi coño, mojándolo con mis fluidos, trague saliva y entonces entró en mí. Me abrió por completo y mi cuerpo tembló cuando estuvo dentro de mí. Me hizo mirarlo y rodearlo con los brazos, lo besé y él empezó a follarme con fuerza. Duro y rápido, el sonido de mis fluidos cada qué entraba y salía de mí, mis fuertes gemidos. No necesitábamos palabras, estábamos en nuestro acto más primitivo y no necesitábamos nada más qué esto. Mi cuerpo se estremecía de nuevo, volvió a besarme, sentí cómo azotaba mi culo y mi cuerpo volvió a temblar. Sus embestidas fueron más rápidas, cada vez más rápidas y entonces volví a correrme. Mi tacones se cayeron y me sostuvo con fuerza a su cuerpo, sin salir de mí me llevó a la cama. — La noche apenas empieza, dulzura. Ay mierda… A la mañana siguiente, desperté con un horrible dolor de cabeza y no solo eso, me dolía todo el cuerpo. Traté de moverme pero sentí un fuerte dolor en la cadera. Froté sus ojos y pude ver al mayor a mi lado, estaba profundamente dormido, joder incluso así se veía sexy. Se me formó una gran sonrisa, no me arrepentía de nada. O eso fue hasta que vi el reloj. — Mierda – susurré. Tratando de ignorar el dolor, se levantó y cuando vi mi vestido roto, lo único qué pude tomar fue la camisa del hombre, me llegaba a la pierna, era salir así o desnuda. Era muy, muy tarde. Miró al hombre que seguía en la cama, ¿sería bueno dejarle una nota? No, era mejor dejarlo como un buen polvo. Al final de cuentas, ellos nos hacen lo mismo a nosotras. Qué se joda. Tomé un taxi que me llevó a casa, vi que su teléfono tenía llamadas y mensajes de mis amigos, de mi padre e incluso de Teresa. Me van a castigar por eso. Avisé a mis amigos que estaba bien. Llegó a casa y por suerte no había nadie, me dio una rápida ducha y cuando salí para vestirme, vi todas las marcas qué él me dejó. — Ese cabrón. No le parecía mal, pero ahora debía usar cuello alto por unos días. Llamó a Karl y puse el altavoz mientras me arreglaba y resumía la noche. — Pasaste la noche con un extraño – finalizó Karl. — Ni siquiera sé su nombre, me siento sucia. — Ay, por favor Elena – soltó una risa. – Te gusto y no lo niegas. — Me encanto, tuve más orgasmos está noche que en toda mi vida, fue como ser follada por un Dios del sexo – dije divertida. – Ojalá hubiera sabido quién era. — ¿Y no tienes curiosidad de quién es? — La tengo, pero no buscaré quién es, fue solo un polvo – sonrió. – Un buen polvo. Me concentraré en mi carrera y punto final. — Es cierto, es por eso que te deseo que no te encuentres con Matias Blaze para que no te joda el día. — Sí, ruega por eso – suspiró. – Me voy, hablamos está noche. Me puse una falda de lápiz gris, una blusa blanca, las marcas estaban bien maquilladas y no se notaban, me puse accesorios y amarre mi cabello, estaba bajando las escaleras cuando vi a mi padre y Teresa. — Elena. — Ahora no papá, sé lo que hice y ya me castigaras cuando regrese, pero ahora de verdad tengo que darme prisa – les di un besó a los dos y salí rápido antes de que me detuvieran. Subí a mi auto y conduje rápido, pero sin rebasar los límites de velocidad. Media hora después ya estaba estacionando el auto, bajé mis cosas y fui a la entrada. — Hola, soy Elena Regan, pasante de diseño automotriz – dije a la recepcionista. — Llegas tarde – dijo la mujer. — Si yo lo… — Tercer ascensor a la derecha – me entregó una tarjeta. – Quinto piso. — Gracias. La tarjeta de entrada, sonreí emocionada, me la puso y fui hacía el ascensor. Cuando llegue al quinto piso, vio varias oficinas, mucha gente en traje, tanto como hombres como mujeres. — ¿Pasante nueva? – dijo un hombre. — Sí, llegó tarde, mil disculpas – dije. — Descuida, el jefe ni siquiera ha llegado, soy Freddy Romano – estrecho su mano. – Te llevaré a tu oficina. — ¿Mi oficina? Creí que me darían un escritorio. Freddy soltó una risa. — Elena fuiste la mejor de tu clase, vimos tus trabajos todo, estarás en el equipo como prueba, tú necesitas tu espacio para trabajar. — Sabes quien soy – sonreí un poco, aguantando la emoción. — Lo sé y además lo tiene escrito tu tarjeta – le sonrió, claro qué tonta, me llevó hasta una puerta negra que decía “Diseño automotriz” abrió la puerta y me mostró el lugar. – Es pequeño, pero en cuanto pases la prueba, te darán algo mejor. — Genial, gracias. — Eres la primera pasante que veo emocionada, todos están intimidados por presentarse ante Killian Blaze. — He estudiado su trabajo, mi tesis fue de su trabajo, estuve por venderle mi alma al diablo por dejarme pasar mi pasantía aquí – dije dejando mis cosas sobre el escritorio. — Lo imagino – suspiró. – Deja tus cosas, creó que el jefe llegó – revisó su teléfono. – Convocó una reunión, vamos. Seguí a Freddy, me agradaba, realmente lo conocía en facetas malas. Digamos que siempre que Matias Blaze estaba en problemas él estaba ahí y siempre se veía molesto, pero realmente es agradable. Subimos un par de pisos arriba, y entramos a una gran sala de reuniones, vi a Gustavo sentado del otro lado, no lo reconocía por el traje que tenía puesto, sólo le di una sonrisa antes de que vieran al jefe. Un hombre con un traje n***o, bien peinado, lentes de sol, se sentaba en la cabeza de la mesa. Lo miré y me parecía familiar cuando se quitó los lentes, tuve que mirar a otro lado. Mierda. El hombre qué dejó está mañana en la cama, es el mismo qué acaba de llegar. Mi puto jefe. — Buenos días señoritas – era su voz, la reconocía. – Soy Killian Blaze. Levantó la vista y lo miré, Killia me miró, tragó saliva. ¿En qué lios me metí? Killian Blaze, el hombre qué más puto admiro, es mi puto jefe. Estoy pagando un mal karma. — Y soy su jefe. Estaba acabada.

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