Capítulo 10

2338 Words
Caminando de regreso hacia el centro del pueblo, luego de un largo día de mucho conocimiento obtenido gracias a la "agradable" compañía del alfa líder, Andy caminaba tomando notas. —¿Entonces? La repentina pregunta del alfa dominante provocó que el pequeño hombrecito parpadeara y dejara de escribir para observarlo. —¿Entonces, qué? —preguntó. —¿Qué tan mala es la situación en la manada? —Tan mala como dijiste que era —anunció Andy—. Son varios puntos los que hay que arreglar en la manada, pero supongo que lo principal sería el tema de los alimentos. Aunque estás en el bosque, me percaté de que todos los árboles frutales que vi, ya tenían pocas frutas y de las zonas donde parecían recolectar ciertos hongos comestibles que no son venenosos, están completamente vacías al tomar constantemente sin darle tiempo de crecer. —Ya no estamos ingiriendo mucho de esas cosas desde que un integrante murió luego de comer uno venenoso —reconoció Drake—. Nosotros no somos los únicos que vivimos en el bosque y comemos de aquí, los animales salvajes también están. —Sí, ese parece ser otro problema. Tienes una sobrepoblación de animales omnívoros, y con ello me refiero a aquellos que comen tanto carne como plantas —explicó—. Una solución sería comenzar a cazarlos, o bien preparar trampas para mantenerlos alejados. —No podemos poner trampas descuidadamente —negó el alfa líder—. Viviendo del mismo bosque y con cachorros correteando por todos lados, alguno de ellos podría caer en una trampa sin saberlo —explicó. —Tiene que haber un límite donde no puedan jugar o alguien cuidándoles, porque no creo que dejen a los niños simplemente jugando por ahí con animales salvajes rodeándoles —argumentó Andy. —Son los propios padres quienes se encargan de cuidar y enseñar a sus hijos, aunque si un m*****o ve que está en problemas, inmediatamente acude en ayuda —explicó Drake—. Pero poner trampas alrededor de los animales que nos van quedando no es una mala idea. —¿Cuántos animales tienes y de cuáles? —La última vez que verifique, teníamos unas pocas gallinas, patos y vacas —respondió—. Pero no tengo ni idea del número. —¿Y dónde están? Porque no las vi esta mañana cerca del pueblo. —Tenemos un corral no muy lejos del centro del pueblo, algunos se quejaron de que eran demasiado bulliciosos y no les dejaba dormir correctamente. —¿Y no tienes personas asignadas a una tarea en específico dentro de esta manada? —Gracias al mandato de mi estúpido padre, llegamos al punto en donde era mejor si cada uno se encargaba de sí mismo. Antes no era así, pero con lo abusivo que era Baltasar y los demás miembros sin poder hacer nada para enfrentarlo, todo se quedó de esta manera —contó con cierta molestia. Juntando brevemente sus cejas, Andy observó el perfil del hombre lobo. —¿Qué sucede con esos tres idiotas del círculo interno? ¿No lo molestaron como te molestan a ti? —indagó. El labio superior del alfa dominante se curvó en un gruñido de solo pensar en ellos. —Esos estúpidos estaban en el mismo barco que mi estúpido padre, entre los cuatro se cubrían las espaldas y por eso se enojaron cuando maté a mi padre para quitarle el mando a la fuerza, ya que le puse un fin a su reinado del horror. Deteniéndose, Andy observó confuso a Drake. —No entiendo, si acabaste con tu padre, que fue uno de los factores que terminaron arruinando la manada y le pusiste un alto a los estúpidos abusivos que en vez de ayudar se aprovechaban de ellos, ¿por qué todos parecen temerte y los escuchan a ellos? —indagó sin comprenderlo. —Porque mi reputación de imbécil hijo de puta procede desde mucho antes y los del círculo interno llenaron de mierda sus mentes para que me temieran y rechazaran aún más. Puedo ser su alfa líder en este momento, pero la única razón por la cual me reconocen como tal es por mi poder, porque me temen, no por nada más. —Y una manada no se puede dirigir solo a base de fuerza y temor... —murmuró el hombrecito y luego suspiro—. Creo que tendremos un largo camino por recorrer por delante para arreglar esta manada. —Lo sé, por eso les traje a ustedes para que me ayudaran —le recordó Drake. —Con mi conocimiento te puedo ayudar en muchas cosas, pero primero hay que averiguar cuál es el fuerte de los demás humanos que vinieron conmigo para poder hacer un plan de reconstrucción completo —decidió Andy. —El principito me dio unos papales al respecto. Ante el comentario del alfa líder, el pequeño humano lo observó a la espera de que diera más información, pero ante el silencio de Drake, inmediatamente comprendió el problema. —¿Leíste lo que decía y no entendiste, o ni siquiera hiciste el intento de leerlo? —preguntó directamente. —¿Qué te hace creer eso? —resopló Drake. —Que aún no me has dicho cuáles son sus habilidades, a pesar de que me has estado explicando todo el día los problemas de tu manada —argumentó. El alfa líder observó al valiente ratoncito y frunció sus cejas, lo que provocó que su rostro tomara una expresión mucho más amenazante, aunque por supuesto que eso no pareció surtir ningún efecto en hombrecito. —No lo entendí —aceptó con un gruñido molesto. —¿Ves que no fue tan difícil admitirlo? —expresó dándole unas pequeñas palmaditas en el ante brazo—. Vamos a buscar esos papeles, de esa forma sabremos de sus habilidades. —Es más rápido preguntarles directamente —indicó observando esa pequeña mano en su piel. —No, todos los seres humanos, cambiaformas o no, son igual de estúpidos en cierto sentido. No creo que a mí me digan si pregunto, y dudo que a ti te respondan inmediatamente debido al temor. Es más fácil leerlo, así nos ahorramos problemas —expresó. Confundido por las palabras del pequeño humano, Drake quiso preguntar si había algún problema con los otros humanos que lo habían acompañado, pero tan pronto como sus orejas peludas sobre su cabeza se movieron al percibir ruido, su atención se fue hacia otro lado. —Tengo que irme, alguien se está metiendo en problemas —anunció. Con su cabeza inclinada hacia atrás, Andy observaba con genuina curiosidad aquellas orejas de lobo que se movían. —¿Realmente lo escuchaste por esas orejas? —preguntó señalando su propia cabeza. Asintiendo, Drake le entregó al pequeño humano los conejos que había limpiado y despellejado para cenar. —Ya están limpios, solo ponlos al fuego. Y antes de que Andy pudiera preguntarle algo más, como si por ejemplo debía de dejarle algo, el alfa dominante en un simple parpadeo había cambiado su forma humana a un lobo por completo, destrozando su ropa a su paso, y luego había desaparecido ante los ojos del humano. —Interesante. La ropa debe de ser otro problema para esta gente —murmuró para sí mismo. Dirigiéndose a la casa que había sido entregada para su estadía junto a sus compañeros, Andy pasó la pequeña cerca de viejas tablas con enredaderas cubriéndolas y cruzó el jardín delantero, que solo era más maleza con un conjunto de árboles y arbustos mal cuidados. Entrando en la casa, se quitó su bolso y lo dejó colgado en una de las sillas. Dejando su cuaderno sobre la mesa, cruzó la sala y fue hacia el mueble donde había ollas y fuentes, tomando una, dejó los conejos en el interior. Tomando un balde pequeño, lo sumergió en el jarrón lleno de agua limpia que prepararon para ellos y le echó a la fuente para lavar sus conejos. Una vez estuvo satisfecho, ni siquiera quiso hacer el intento de preparar una sopa con ellos, ya que sabía a la perfección que terminaría arruinando su comida. Al contrario de ello, tomó dos fierros delgados y atravesó al animal con ambos. —Tendré que buscar una forma de conseguir algo de sal en este lugar —pronunció observando los pocos condimentos que había para cocinar. Recordando haber conseguido algo de orégano, Andy volvió a su bolsa y sacó la ramita. Volviendo con su cena, dejó caer las pequeñas hojitas que le sacó a la rama sobre el animal. Con su comida ya lista para cocinar, el pequeño humano tomó los dos fierros y se dirigió hacia la especie de chimenea que actuaba como cocina. Colocando ambas puntas de los fierros en el soporte, Andy se agachó y reunió unas ramitas por debajo, encendiendo una pequeña llamita gracias a las dos piedras que chocó entre sí, el hombrecito sopló para agrandar la llama y poco a poco agregó más ramas y finalmente troncos una vez logró que encendiera a la perfección. Dirigiéndose a la mesa, corrió una silla y abrió su cuaderno para anotar la última información que el alfa dominante compartió con él antes de acudir a la ayuda de alguien. Cuando la puerta se abrió, Andy ni siquiera se molestó en levantar la cabeza y observar de quién se trataba. —¿Aquí has estado todo este tiempo? —espetó Lucio con malhumor—. Mientras nosotros hemos estado afuera arriesgando nuestras vidas al internarnos en el bosque donde hay animales salvajes para conseguir algo de comida, ¿tú solo te has sentado aquí a esperar a que te trajéramos algo? Cerrando su cuaderno, Andy alzó la mirada y contempló a sus compañeros, quienes a diferencia de él, estaban visiblemente más cansados y sucios, aparentemente. —No, al igual que ustedes, acabo de llegar hace poco —respondió tranquilamente. —¿Quién está cocinando conejos? —cuestionó Russell con sorpresa. —Son mío. —No seas mentiroso, es imposible que alguien como tú hubiera logrado cazar un par de conejos —resopló Lucio. —Como me dijeron que debía de conseguir mi propia comida, salí e hice precisamente eso —les recordó. Una especie de culpa apareció en el rostro de Loretta y Marvin, pero Andy los ignoró y se levantó para cruzar la sala e ir hacia la cocina. Agachándose a una distancia prudente del fuego, giró los fierros para dar vuelta a sus conejos. —Es imposible que hubieras logrado cazar algo cuando nosotros no conseguimos nada —resopló Lucio—. Si nos metimos en problemas por tu culpa, porque le has robado a alguien, nadie te defenderá —advirtió. —No se los robe a nadie, me los dieron. —¿Quién te los dio? —preguntó Russell con sorpresa—. Nosotros no logramos que nadie nos diera nada, ni siquiera nos quisieron responder cuando les hablábamos. —Fue Drake. —¿El alfa líder de la manada te dio un par de conejos? —cuestionó Marvin—. ¿Por qué? —Tal vez porque al igual que todos en la manada, se dio cuenta de que me dejaron fuera de su grupo para conseguir comida, y como le prometió al príncipe Caspian que nos mantendría seguros, es que me ayudó —explicó. Levantándose, el pequeño humano volvió a la mesa y cogió una manzana de su bolso. —¿Conseguiste frutas también? —preguntó Loretta. —Sí, no muy lejos del pueblo hay algunos árboles que tienen en la punta, pero al alejarte más te encuentras con otros que se ven más llenos —informó—. ¿Ustedes no consiguieron? —Conseguimos lo suficiente para hoy y mañana —anunció Lucio. —Pero no frutas —indicó Russell y observó directamente a Andy. Pelando su manzana, Andy les observó y empujó sus lentes más arriba. —No tengo ningún problema con entregarles un mapa del lugar en donde las encontré para que ustedes consigan las propias. —¿No puedes darnos de las tuyas? —preguntó Russell—. Todos estamos en el mismo barco, después de todo —le recordó haciéndole ojitos. Y aunque el tipo decía la verdad, y era más conveniente para Andy el tenerlos más como amigos que enemigos, lamentablemente tenía en él una venita bastante muy rencorosa. —Para estar en el mismo barco, ninguno de ustedes parecía especialmente interesado o preocupado por mí luego de que Lucio decidiera que no me daría nada de lo que consiguieran —les recordó—. Creo que tomaré las palabras de Lucio y así como no tenían planeado compartir su comida conmigo, yo tampoco lo haré con ustedes —anunció y le agregó una dulce sonrisa. —Nosotros... —Déjalo. Él ya tomó su decisión —espetó Lucio. —Ustedes la tomaron primero —les recordó Andy. —Quiero ver cuánto vas a sobrevivir aquí con esa actitud malcriada tuya —se burló Lucio—. El líder de la manada no va a estar detrás de ti todo el tiempo para alimentarte, es un imbécil desalmado por naturaleza que ni siquiera se preocupa por su gente. —Si no se preocupara por su gente, no nos habría buscado en ayuda —argumentó el pequeño humano. —Con lo que vimos hoy y lo que escuchamos, creemos que esos tipos que aparecieron en la manada decían la verdad —comentó Loretta—. No debiste de haberles hablado de esa forma, tal vez ellos sean los únicos que nos mantengan a salvo aquí. —Tal vez sería buena idea de que hablaras con ellos y les dijeras que si queremos su ayuda —pronunció Russell. —Yo no necesito su ayuda y no tengo planeado escapar de aquí. Si ustedes quieren eso, vayan y hablen con ellos, pero no me incluyan en ese problema —ordenó. Y como vio que sus conejos ya estaban listos, el pequeño humano tomó su comida y subió a su habitación para comer tranquilamente.
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