Daniel se acostó y Danna sentía que había un momento incómodo. —Podemos hablar un rato hasta que nos quedemos dormidos ¿Qué te parece? —pidió el joven. Danna sonrió y se acurrucó en sus brazos para así arreglar el momento. Daniel no quería ir tan de prisa con ella, sabía que para Danna no era fácil convivir con alguien con quien no llevaba mucho tiempo conociéndose y por lo mismo no deseaba obligarla a hacer cosas que ella no quería. Además, con tantos problemas era mejor ir despacio, como todo perro viejo que es buen cazador sabe cuándo atrapar la presa y por eso primero estaba acomodando las cartas para que fuera Danna quien avisara cuándo era el momento de la intimidad. Pasaron los días y tuvieron que volver, Danna se mudó al apartamento de Daniel mientras terminaban de edificar su