Ahora Danna tenía veintiún años y Fernando estaba junto a ella, pero ya no eran niños de quince años, no. Ahora Danna podía ver cómo era la vida en realidad, con sus problemas, sus secretos y todo el dolor que ella puede causar.
Poco a poco su felicidad se iba como las palabras que se llevan los vientos de verano, una lágrima que corre sin ser descubierta o simplemente un suspiro que nadie escucha.
La noche se estaba pasando y Danna notó que era tarde, le pidió a Daniel que le diera la hora y él rápidamente sacó su celular del bolsillo y le informó que iba a ser medianoche, despavorida buscó rápidamente a su hermana por toda la fiesta mas no la encontró.
—¿Dónde se pudo haber metido? —refunfuñó entre dientes.
—¿Sucede algo? —preguntó Daniel que la había seguido. Ella volteó rápidamente y se encontró frente a él.
—Mi hermana... No sé.... dónde está y mañana tengo que ir a clases —respondió mientras en su mente se preguntaba él porque le estaba dando explicaciones.
—Puede que esté afuera, me pareció verla salir —explicó Daniel, ellos salieron de la fiesta y no encontraron rastros de Brenda —si quieres, puedo llevarte a tu casa, es muy peligroso que estés a estas horas de la noche sola en la calle.
Danna le pareció que era una buena oportunidad, no quería viajar todo ese trayecto sola hasta su casa.
—Muchas gracias, en realidad, mi hermana no acostumbra a hacer este tipo de cosas; dejarme sola en una fiesta donde no conozco prácticamente a nadie —decía Danna avergonzada, no sabía qué decir, era muy mala en este tipo de cosas, mientras que Daniel sólo le mostraba una leve sonrisa.
Brenda esperaba en el parque, a lo lejos vio a Fernando que llegaba algo confundido al verla.
—Fernando —se levantó Brenda de la banca— disculpa por llamarte a estas altas horas de la noche, pero, sólo tenía tiempo ahora y... Bueno primero toma asiento —ella dejó salir una pequeña sonrisa, él hizo caso y se acomodó en la banca.
—¿Qué sucede? —preguntó Fernando.
—Quiero decirte algo —dejó salir un suspiro—, hoy te vi con mi hermana mientras salían de la universidad y se veían muy bien juntos, no sé qué estás pensando Fernando al creer que ella te ve con otros ojos, sé que ustedes son muy buenos amigos de toda la vida y eso es muy hermoso, pero... Quiero advertirte que ella ya tiene otro hombre en su vida, hay alguien que está saliendo desde hace unos meses con Danna y... este es mi consejo— se miraron fijamente —piensa bien lo que quieres hacer para que en un futuro no te arrepientas de tus actos, porque mi hermana sólo te ve como un amigo más, ustedes estuvieron muchos años separados y era de esperarse que ella ya no te viera con los mismos ojos con los que te veía cuando sólo tenía quince años —Brenda dejó salir una sonrisa llena de lástima— lo siento mucho Fernando, como tu amiga y hermana de Danna sólo quiero la felicidad para los dos, por favor no lo tomes a mal, sólo es que... —puso un rostro de tragedia— yo veo a mi hermana muy feliz ¿entiendes? Ella está muy ilusionada.
—Tranquila Brenda, entiendo que haces todo esto es porque tú amas mucho a tu hermana, tranquila, gracias por el consejo; es bueno saber la realidad desde un principio para no estrellarse, ¿no es cierto? —decía Fernando mientras sus pupilas se inundaban de lágrimas.
—Lo siento mucho Fernando —se lamentaba Brenda, Fernando le dio un abrazo.
Después caminaron hasta la casa de Brenda.
—¿Sabes? Ya me esperaba esto, sabía que después de tanto tiempo Danna pudo haber cambiado, ella ya creció, está en la universidad y ha conocido a nuevas personas —decía mientras miraba a lo lejos.
—Sí..., Pero aun así sigue siendo la dulce Danna —ella sonreía mientras lo decía— creo que eso fue lo que conquistó a Daniel... Él dice que la primera vez que hablaron, ella le contó sobre su vida y él quedó...—Brenda rodó la mirada hacia Fernando que estaba muy triste— ay lo siento yo...
—Tranquila, no pasa nada —dijo él mostrando una sonrisa.
En ese momento ellos vieron un lujoso carro estacionarse frente de la casa de Brenda, ellos se detuvieron algo alejados de la vivienda para que nadie los viera, Daniel se bajó del auto y le abrió la puerta a Danna que salió mostrando una hermosa sonrisa, ellos se dirigieron algunas palabras y después se despidieron con un beso en la mejilla. Fernando lo vio todo, las lágrimas salieron de sus ojos, las retiró rápidamente para que Brenda no se diera cuenta.
A decir verdad, ella vio todo, por dentro brincaba de la emoción al darse cuenta que todo estaba saliendo según lo planeado. Daniel se fue, Danna entró a la casa y ellos dos seguían de pie, nadie decía nada.
Fernando no quería intervenir en la felicidad de su amiga, en esos momentos se sentía con una gran lucha interna, creía que podía cumplir esa promesa de hace años atrás, pero nunca se notó que ya nada era como en esos tiempos.
Él acompañó a Brenda hasta la puerta de su casa:
—Lo siento mucho Fernando, no sabía que él iba a acompañar a Danna hasta la casa, no quería que vieras esa escena que... tuvo que haberte dolido mucho, lo siento mucho amigo —decía Brenda con un rostro muy dolido.
—No te preocupes Brenda, tranquila, mejor entra a la casa, ya es muy tarde —dijo Fernando con su hermosa sonrisa tierna que siempre traía consigo.
—Bueno, te veo mañana —se despidió Brenda.
—Hasta mañana.
Ella entró y Fernando se fue, caminaba cabizbajo mientras dejaba que sus lágrimas corrieran.
Brenda se encontró con su madre plantada enfrente de ella con los brazos cruzados:
—¿Qué son estas horas de llegar? —preguntó.
—¿Desde cuándo te interesa a qué hora llegó madre? —cuestionó Brenda desafiante.
—¿Cómo que desde cuándo? Me haces el favor y me respetas.
—¿Quién eres tú para venir a pedir respeto? Eso lo perdiste desde el día que empezaste a engañar a mi padre, pero tranquila, no diré nada, ese no es mi problema, mientras no te metas en mi vida y yo no lo haré en la tuya.
—¿De dónde sacas esa absurda idea de que yo tengo un amante? —preguntó la señora algo nerviosa.
—Por favor, lo sé todo, así que no te hagas la inocente, al cabo ni me interesa, sólo te pido un favor —se plantó con pose fuerte y demandante—, no hagas escenas en lugares públicos porque se ve ridículo, puede hasta ser tu hijo —dejó salir una sonrisa frívola. Siguió su camino—, que tengas linda noche, madre.
La señora Gloria quedó aterrada, pasó una mano por su cabello mientras miraba el suelo, después las puso en su cintura y dejó salir sus lágrimas de preocupación:
—Dios, esto se me está saliendo de las manos ¿qué voy hacer? —susurró para sí misma, se tapó la boca con su mano izquierda mientras ahogaba un grito de desesperación.
El señor Oscar se encontraba en su cuarto de estudio repasando las cuentas de los pocos ahorros que tenía que eran muy escasos, sólo alcanzaba para la comida del mes y pagar las facturas de la casa, nada más.
Lanzó los papeles que tenía en sus manos al escritorio, frotó sus manos fuertemente por su rostro:
—¿Qué voy hacer? ¡Nada me sale bien! —en ese momento recordó la oferta que el dueño de la empresa de productos naturales le había hecho "te compro el negocio que tienes"— es la única salida que tengo, debo hacerlo, pero... ¿Y si esto me sale mal? —Recordó el rostro de Danna el estando vestida como repartidora de productos— no... Esta idea sí me va a salir bien, tengo que hacerlo por mis hijas —sacó su celular del bolsillo de su pantalón y marcó un número— ¿hola? Daniel, amigo, disculpa la hora...
—Tranquilo amigo, no estaba haciendo nada importante en estos momentos, apenas acabo de llagar de una fiesta, pero dime, ¿pensaste en la oferta que te hice? Yo solo quiero ayudarte y me parece que esa es la mejor opción que te puedo dar —decía Daniel mientras tiraba unas llaves en una mesa de cristal ovalada que había en su sala de estar.
—Bueno... De eso quería hablar... Pero, quiero hablar contigo personalmente, ¿podrías llegar mañana a mi negocio? —preguntó el señor Oscar.
—Claro, estaré mañana por la tarde, ¿te parece bien? —respondió Daniel mientras se dirigía al segundo piso.
—Sí... Es buena idea —aceptó el señor Oscar.
—Bueno, estaré mañana allí —dijo Daniel— oye, ¿y tus hijas cómo les pareció el trabajo? —inquirió algo preocupado.
—Bueno... Sólo llegó mi hija menor y se veía algo optimista, pero tengo que decirte mi buen amigo que yo estaba muy triste con la idea de que ella trabaje, me siento un mal padre al verla en esta situación.
—Hay amigo, cómo me gustaría ayudarte; oye, mañana hablamos mejor sobre ese tema, vamos a encontrar una situación a este problema tan grave que tienes, tranquilo, vas a salir de esta —alentaba Daniel mientras empezaba a preocuparse—, sabes que para eso están los amigos.