Danna, quince años de edad:
Danna era una joven feliz de la vida, tenía un mejor amigo llamado Fernando que era de su misma edad, ella lo amaba en secreto, pues, no quería que se dañara su amistad:
“Fernando es increíble, nos conocemos desde siempre, nuestras familias son muy unidas y siento algo fuerte por él, aunque a veces me hace enojar, pero, así lo quiero, en un futuro deseo viajar con él y recorrer el mundo, es una promesa que hicimos” pensaba Danna mientras veía a su amigo lanzando pequeñas piedras al mar; tenían un hermoso atardecer frente a ellos.
“Danna es la mejor amiga que he tenido, en un futuro quiero hacerla mi esposa y vivir en una gran casa con un hermoso jardín ya que a ella le gustan las flores, yo quiero hacerla feliz y recorrer el mundo con ella, tomar muchas fotos y cuando estemos viejos al verlas podamos reírnos de esos momentos” pensaba Fernando mientras lanzaba las piedras al mar.
—Fernando ¿qué te dijo tu padre? —Preguntó Danna sentándose en la arena.
—Nos vamos a mudar— respondió él sentándose a su lado—, pero volveremos, así que puedes quedarte tranquila.
—Sé que me olvidaras —ella inclinó su mirada y sumergió sus manos en la arena.
—Claro que no, que boba eres, eso nunca pasará —él empezó a buscar en los bolsillos de su pantalón, ella puso su mirada fijamente en él, después se sorprendió al ver que él sacó una cajita roja y de allí un collar que tenía como dije un corazón— toma, con este collar voy a cumplir la promesa de que algún día volveré, yo nunca me olvidaría de ti, Danna —le ayudó a ponerse el collar, la joven estaba rebozando de alegría.
—¡Es muy hermoso Fernando, muchas gracias! —ella tocó el dije, se abalanzó a él dándole un gran abrazo, cayeron a la arena y soltaron pequeñas carcajadas, ella recostó su cabeza en el pecho de Fernando.
Caminaban tomados de la mano al salir de clases, Danna se subió a un bordillo y tambaleaba como a querer perder el equilibrio, Fernando la sostuvo, ella soltaba pequeñas carcajadas.
—¡Te vas a caer! —regañó él algo enfadado.
Ella no hacía caso, de pronto, cayó al suelo y se golpeó en su rodilla izquierda.
—¿Estás bien? —Preguntó él ayudándola a levantarse.
—Lo estoy, déjame quieta, yo puedo sola —ella quería levantarse, pero se dio cuenta que su rodilla sangraba.
—Pero que tonta eres... —regañó Fernando, la ayudó a levantarse y después la hizo subir a su espalda.
Ellos llevaban una vida perfecta y Danna no conocía todo el mal que el mundo podía traer, sólo estaba ahí, disfrutando de una vida de secundaria junto a su mejor amigo.
Solían subir a una colina cerca de un bosque para disfrutar de la bajada en bicicleta, Danna amaba sentir el viento en su cara, le parecía que por un momento volaba y en ese pequeño instante era la joven más feliz del mundo. Después llegaban a la casa de Fernando que quedaba cerca de allí y Danna se quedaba toda la tarde con él, a Fernando le encantaba tocar el piano y ella amaba recostar su cabeza en su hombro mientras escuchaba la dulce melodía.
Antes de que Fernando se mudara fuera del país las familias decidieron ir a un paseo de dos días en una casa que quedaba en la playa, todos disfrutaban el hermoso momento, Danna y Fernando no habían crecido, seguían siendo niños, corrían por la playa y se mojaban en el agua, jugaban todo tipo de juego que se les viniera a la mente y la pequeña Flor los seguía en todo.
—¡Hey! ¡chicos, por favor, acérquense, vamos a tomarles una foto! —dijo el señor Oscar en medio de la playa, ellos corrieron y se abrazaron, pegaron sus mejillas y soltaron carcajadas, eso hizo que la foto mostrara la gran alegría que los jóvenes vivían en ese instante.
—Cuando ya te hayas ido ¿me podrías mandar cartas? —Preguntó Danna sonriente mientras caía el sol en la hermosa playa.
—Bien, como tú quieras —dijo Fernando sonriente; estaban sentados en la arena y el joven tuvo un gran deseo de besar a Danna en esos momentos, pero se resistió y en cambio la abrazó.
Brenda miraba desde una ventana a la pareja de jóvenes, sentía envidia de ellos dos, nunca en su vida había tenido un mejor amigo y mucho menos a una persona que la tratara de esa manera, ella empezaba su primer semestre en la universidad y recordaba su época de colegio como algo rutinario y llena de clases, en cambio, Danna siempre sonreía y nunca se separaba de Fernando; eso hacía que sintiera un gran resentimiento por su hermana menor.
El día en que volvieron de la playa Fernando se alejó de todos junto a Danna:
—¿Irás a la fiesta de disfraces que va hacer el colegio? —le preguntó.
—Claro que sí, además, será tu despedida, nunca me lo perdería —respondió Danna sonriente.
—Espero que no faltes porque quiero decirte algo —explicó Fernando.
—¿Qué me quieres decir? —Inquirió ella dudosa.
—Espera a que llegue mañana, eres muy curiosa, pero no te diré nada ahora —dijo Fernando sonriente.
Danna sonrió y miró fijamente a Fernando, Brenda había escuchado la conversación y ya se estaba imaginando lo que le iba a decir, por dentro sentía una gran impotencia de que su hermana fuera feliz y ella no.
En la tarde del día siguiente, Danna se había acabado de bañar y estaba buscando su disfraz de hada, pero no lo encontraba:
—¡Mamá! —empezó a llamar—, ¡mamá! —su madre entró al cuarto.
—¿Qué sucede? —preguntó la señora Gloria.
—¿Dónde está mi disfraz? —preguntó Danna algo molesta—, lo había dejado encima de la cama hace un momento, pero ahora no lo encuentro.
—No sé, búscalo bien —dijo la señora Gloria rodando su mirada por todos lados.
—Se me va hacer tarde —Danna buscaba en todas partes muy desesperada.
Brenda escuchaba cerca de la puerta del cuarto de su hermana lo que estaba sucediendo, ella lo había tomado, no quería que su hermana fuera y tuviera la mejor de las noches, aunque… por dentro se sentía mal; ya había caído la noche y Danna estaba llorando en su cuarto.
—Necesito ir a esa fiesta —decía mientras revolcaba su cuarto— ¡¿dónde está ese disfraz?! —gritó de la impotencia.
Encontró en su closet un vestido verde esmeralda de tiras y recordó que ella tenía un antifaz del mismo color, tomó rápidamente el vestido que le llegaba un poco arriba de las rodillas, se puso unos tacones de puntilla color plateado bastante altos y se hizo una coleta alta. Salió del cuarto rápidamente, su hermana que estaba en la sala, al verla se sorprendió por lo hermosa que se veía Danna.
Ella corrió rápidamente hasta llegar al colegio, en el salón de eventos estaban todos reunidos, la fiesta estaba por acabar y Danna visualizó a Fernando al fondo sentado en una mesa redonda, estaba solo y algo triste, ella se puso el antifaz y caminó hasta llegar donde él.
Fernando al ver a Danna enfrente de él no pudo reconocerla al momento, pero después soltó una sonrisa al darse cuenta que era ella, se levantó de la silla, llegó hasta donde ella y le dio un gran abrazo:
—Pensé que no ibas a llegar— le susurró en el oído.
—Fernando, nunca te dejaría plantado —respondió ella cariñosamente.
Todos en la fiesta miraban a Danna, se veía muy hermosa. Ellos bailaron una canción romántica y después salieron al patio del colegio donde se sentaron en una banca, Danna se dio cuenta que él estaba vestido de príncipe y se burló por un corto tiempo, después ella recordó que Fernando le quería decir algo:
—¿Qué era lo que querías decirme? —preguntó.
—Bueno, sabes que me voy a mudar por un tiempo fuera del país, pero, yo voy a volver y quiero decirte Danna que... —miró fijamente a su amiga— todo este tiempo yo he estado enamorado de ti y en realidad me duele dejarte —Danna quedó con la boca entreabierta— por eso quiero decirte que cuando vuelva deseo que seas mi novia. —Danna no sabía qué decir— No sé cuánto tiempo estaré fuera del país, pero... Voy a esperar y sólo te pido que tú también me esperes ¿podrías hacerlo?
—¿Esperar? Fernando... —decía Danna— claro que te esperaré todo el tiempo que sea necesario, tenlo por seguro —Fernando desplegó una sonrisa de alegría, después de unos minutos decidió quitarle el antifaz del rostro a Danna y le dio un beso.
Para Danna esa fue la primera vez que recibió uno, fue hermoso, ella llevó sus manos al cuello de Fernando delicadamente, él dejó las suyas a la cintura de Danna, sintieron que el mundo se detuvo en ese momento, nada existía a su alrededor, solo eran ellos.
Esa noche Danna no pudo dormir de la emoción que tenía por dentro. A la mañana siguiente su emoción se convirtió en tristeza al estar en un aeropuerto con la idea de saber que la persona que más amaba se iba a ir al otro lado del mundo y por muchos años no iba a verlo en persona.
—Por favor no llores Danna —decía Fernando mientras le limpiaba las lágrimas— te voy a estar mandando cartas y hablaremos por videollamadas y muy pronto estaré aquí nuevamente, ya verás que el tiempo pasará muy rápido —la abrazó fuertemente.
—Yo también estoy enamorada de ti Fernando —le susurró Danna al oído de Fernando.