El punto de vista de Bryan
El auto se detiene frente a la pequeña casa que puede pasar por las dependencias de mi portero. Inclino la cabeza a un lado para mirar dentro de la casa, con mi ira en su punto máximo por haber sido engañada.
La luz de la casa ilumina la ventana haciéndome ver la sombra de una mujer que supongo que es ella, la mujer que se escapó con algo que me pertenece.
Parece estar haciendo algunas tareas mientras se mueve por la habitación y se gira para mirar a alguien antes de continuar con su trabajo. Sigo mirando, recordando lo que pasó entre nosotros hace tres años y cómo desapareció en el aire. Al principio, estaba preocupado por ella, pero era demasiado tonta para dejar rastros de adónde iba y en dos semanas, mis hombres la encontraron quedándose con su anciana tía en Los Ángeles. Les dije que la dejaran en paz.
Ahora que sé que tiene algo que me pertenece, no puedo pasarlo por alto y estoy aquí para recuperarlo. No me importa lo que ella piense o lo que diga, lo voy a recuperar y la castigaré por negarme el derecho a saber sobre mi heredero.
"¡Abre la puerta!" ordeno, sin apartar la vista de la ventana.
Kelvin, el conductor, sale y me abre la puerta del Ferrari. Echo un último vistazo a la ventana y salgo con mis zapatos de gamuza brillando en la oscuridad. Giro un poco la cabeza para mirar la cabeza del guardaespaldas, que viene del otro coche.
"Maxwell y Patrick, síganme".
"Sí, jefe", responden y dan un paso adelante de inmediato para hacer lo que me ordenan.
Ajusto mi traje italiano de corte agresivo con confianza y meto las dos manos en el bolsillo antes de dar un paso hacia la pequeña casa.
No tengo ni idea de por qué está haciendo esto, escondiéndome a mi bebé y privándome del derecho a saber de su existencia, pero sé que cualquier razón que tenga no es lo suficientemente genuina. Huir es un error en sí mismo y la ofensa de no contarme sobre su embarazo es un crimen que merece castigo.
Me paro frente a la puerta y sin la cortesía de tocar, Maxwell abre la puerta y entro. Oigo un jadeo y un suave grito de pánico de la mujer que está dentro mientras corre hacia su bebé.
Me aventuro de lleno en la casa hasta que su mirada se posa en mí, dejando a los dos fornidos guardaespaldas en la puerta.
"¿Bryan?", llama con los ojos desorbitados por la sorpresa.
Me cruzo de brazos y miro alrededor de su pequeña sala de estar. Sigue igual que cuando le ofrecí una oportunidad que cambiaría su vida y que ella aprovechó mal. Se fue antes de que terminara nuestro contrato y sin recibir su p**o final. Pensé que volvería a cobrar su sueldo, pero nunca lo hizo.
Coge al niño que tiene los ojos puestos en mí. Lo miro intensamente y puedo ver sus ojos azules y el claro parecido entre nosotros. No necesito ningún adivino que me diga que este bebé es mío, pero sé que ella lo va a negar.
—Bryan_
—Cuánto tiempo sin verte, Celine —la interrumpo, mirando su atuendo. Tiene un delantal atado alrededor de la zona del cuello, lo que explica por qué caminaba de un lado a otro de la habitación cuando yo estaba afuera. Obviamente estaba cocinando una comida para ella y mi bebé. No puedo creer que mi hijo viva en una casa destartalada como esta y coma migajas. La idea de esto me enoja aún más.
—¿Qué estás haciendo aquí? —exige, respirando con dificultad y ocultando la cara del niño—.
Tomar lo que es legítimamente mío —digo sin andarme con rodeos.
—¿Qué? ¿Qué... quieres decir con lo que es legítimamente tuyo? —tartamudea en cuestión.
—Mi hijo —señalo al niño—. Sé que es mío. —Lo
deja caer de nuevo en el sofá y se cruza de brazos desafiante mientras se acerca—. ¡No es tuyo! —Antes
de que pueda decir algo, el niño pequeño llama—. Mami. —Se
da vuelta abruptamente al escuchar su voz. —Sí, cariño —se pone en cuclillas a su altura en el sofá.
El chico me señala—. ¿Zaddy?
Ella niega con la cabeza. —No, cariño. Él no es tu papá.
—Yo soy tu papá —le digo.
Celine se levanta inmediatamente y corre hacia mí.
—No es tuyo —afirma con una mirada segura y firme—.
¿De quién es hijo, entonces? —pregunto, mis ojos vagando hacia el chico con ojos azules penetrantes como los míos.
Celine entrecierra los ojos con las manos apretadas. —Él es mío. —¿Y
qué pasa con su padre? —¿Quién es su padre? —dejo caer mi mano perezosamente y la miro intensamente, estudiando su expresión. Todo en ella muestra lo mala que es mintiendo.
Se queda callada por un rato antes de responder a la defensiva—. Eso no es asunto tuyo. —Entonces
significa que es mío y me lo voy a llevar —concluyo con una sonrisa y paso a su lado para recoger al niño que ya se está quedando dormido—.
¡No, no, no! —canturrea ella bloqueando mi camino—. Por favor, no te lo lleves. ¡Te lo ruego!
Me quedo mirando su cara llorosa. Sigue siendo la misma llorona que conozco, pero no me afecta. No puedo dejar que mi hijo se quede aquí.
—Dame una buena razón por la que decides acoger al hijo de un multimillonario en este barrio bajo —digo suavemente, con cuidado de no despertar al niño dormido—.
Lo siento, Bryan. Por favor, no te lo lleves.
—Me lo llevo y no hay nada que tú ni nadie pueda hacer al respecto —paso a su lado con el niño en mis brazos mientras ella me sigue, suplicando entre lágrimas. Llego
a la puerta cuando Maxwell la abre de golpe para mí y le susurro—: No la dejes salir hasta que me haya ido.
Maxwell asiente y cierra la puerta de golpe detrás de mí. Oigo sus gritos ahogados mientras doy grandes zancadas hacia el coche con mi hijo en mis brazos, durmiendo pacíficamente.
Kevin está afuera esperándome y me abre la puerta para que entre tan pronto como estoy cerca. Me encorvo en el coche con cuidado para no despertarlo.
Kevin vuelve al asiento del conductor y entra. Enciende el coche y se aleja.
Oigo su grito de "¡No!".
Me doy cuenta de que me está mirando desde la ventana mientras grita de nuevo, su voz resonando por toda la residencia. "¡No!".