Mi intención principal era simplemente acompañar a Pedro al hospital a que le revisasen tras el accidente y marcharme a dormir tranquilamente, sin embargo, aquí estaba, sentada en una silla de la sala de urgencias esperando que el medico me dijese algo sobre el estado de salud de ese estúpido engreído, la verdad que fue un gran golpe en la cabeza y todos sabemos que esos golpes no traen nada bueno consigo.
Ya habían pasado dos horas desde que estaba allí esperando y cada vez que se abría la puerta miraba por si el médico salía a avisarme ¿cuánto más iban a tardar en revisarle?
La puerta se abrió nuevamente y no fue al médico a quien vi sino a Pedro saliendo como si no hubiese pasado nada ¿realmente se dio un golpe? Algo no me cuadraba. Cuando me vio sonrió y se acercó a mí.
- Sigues aquí - me dijo
- Es evidente, te diste un golpe en la cabeza – en realidad no le estaba creyendo, algo no estaba bien.
- Nada, solo fue un golpecito de nada, estoy bien y no va a salir ni un chichón
- Bueno pues me alegra saber que no ha sido nada, ahora si no te importa voy a ir a coger mi autobús y me voy a ir a casa a dormir
- ¿Sin desayunar?
- ¿Cómo que sin desayunar?
- ¡Claro! Ya que estas aquí vamos a desayunar a algún sitio
- No, es tarde y he de irme
- ¡Vamos! ¡Esperaste por mí! Déjame que te invite
No sé cómo logró convencerme, pero nos dirigimos hacia una cafetería cercana a Moncloa. Desayunaríamos y me podría ir a casa, no me gustaba estar cerca de ese chico, algo no me estaba dando buena espina.
- Está bien, desayunemos y después me marcho
- Bueno está bien pero ya veremos
- No, ya veremos no, un desayuno y ya
- Mira que eres testaruda
- No lo sabes bien
Pedro alargó el desayuno todo lo que pudo, me estaba desesperando, cada vez que hacía amago de levantarme para marcharme pedía otra cosa para comer ¿Cómo podía comer tanto? ¿cómo le entraba tanto en el cuerpo tras un golpe en la cabeza? No me quedaba la más mínima duda, había fingido que realmente le dolía la cabeza por el golpe, es más había fingido que se había dado un golpe en la cabeza y pude comprobarlo al pedirle el informe médico el cual se negó a enseñarme.
Pedro se había comido tres montados de lomo y tres cervezas mientras que yo me había tomado un triste café con leche, no logaba entender cómo podía seguir teniendo hambre ese tipo. A ese tipo de personas yo las llamaba zampabollos porque lo que tienen no es hambre sino gula. Agradecí el momento en que dejo de pedir puesto que por fin podría irme a mi casa y alejarme de semejante personaje.
Agarré con fuerza la puerta de la cafetería para poder poner rumbo a mi autobús, pero en ese momento me agarro de la muñeca y me detuvo.
- ¿Porque estas tan desesperada de salir corriendo? - me dijo
- ¿Y tú porque sigues inventando escusas para que no lo haga?
- Me gustas
- Pues lo siento, pero tú a mí no
- ¿Y porque esperaste en la sala de urgencias a que saliese?
- ¡Por favor! Eso se llama ser humana, tuvimos un accidente y te diste un golpe en la cabeza, se llama preocupación desinteresada
- Bueno pues lo que yo hago es agradecimiento desinteresado y quiero conocerte mejor
- ¿y tú me preguntaste si yo quería conocerte?
- Eso no importa – sonrió irónicamente
- ¿cómo no va a importar? ¿Solo importa lo que tú quieres?
- Eso es, así que deja que te invite a comer
- ¡Pero acabas de invitarme a desayunar!
- ¡Solo te tomaste un triste café!
- ¡y tú te comiste media cafetería!
De verdad que ese personaje aparte de persistente era irritante, no quería personas así en mi vida.
- Relájate Daphne, solo vamos a comer, tenía que reunirme con unos socios, pero me escribieron diciendo que no podían asistir y por ello te estoy invitando así mato dos pájaros de un tiro agradecimiento por tu preocupación y no pierdo el dinero de la reserva del restaurante.
- ¿Si acepto me dejarás en paz y podre irme a mi casa?
- Así es – esbozo una sonrisa un tanto inquietante, algo estaba tramando
- Está bien pero antes deja que llame a casa
Pedro asintió con la cabeza y se alejó unos metros para que yo pudiese llamar a mi abuela, seguro estaba preocupada por mi tardanza. Saque mi teléfono del bolso y marque a casa.
- Hola abuela, estoy bien.
- ¿Dónde estás hijas?
- Sigo en Madrid, me acaban de invitar a comer, no te preocupes que en cuanto acabe voy a casa.
- Ya sabes que no quiero que andes por el centro y menos después de no haber dormido en toda la noche.
- Lo se abuela, pero estoy bien, la cosa se complico
- ¿Como que se complicó?
- Anoche cuando me volví a Madrid con mis amigas un conocido tuvo un accidente de coche y se golpeó la cabeza, me preocupe y le acompañe al hospital para que le revisasen, en agradecimiento quiere invitarme a comer, pero no te preocupes que en cuanto termine voy a casa y te cuento todo.
- ¡Hija tu estas bien?
- Si Abu, yo estoy bien
- Bueno tu ve informándome de todo y si te retrasas vuelves a llamarme
- Claro Abu, tu tranquila, ¿la prima ya se fue?
- Si, ya se fue, ni se despidió de mi
- Tan agradable como siempre
- Bueno ya sabes cómo es tu prima
- Si, lo sé y vaya noche que me dio, bueno Abu voy a comer y en un rato voy
- Está bien hija
- Te quiero Abu
- Y yo a ti mi niña
La verdad es que mi abuela era muy comprensiva, aunque a su vez muy estricta. Guardé mi teléfono en el bolso tras colgar a mi abuela y me dirigí hacia Pedro que no había apartado su mirada de mi ni un segundo.
- Está bien, estoy lista – Pedro esbozo una sonrisa de triunfo
- Pues vámonos princesa de hielo
Se acerco al bordillo de la acera levanto una mano y paró un taxi. Me hizo indicaciones con la mano para que subiese y tras acercarme y subir subió el y dio las indicaciones. Nos paramos en Gran Vía y mientras subíamos dirección al restaurante me pare en la entrada de un cine antiguo. Estaban anunciando la película “Abierto hasta el amanecer”, me encantan las películas de terror y de vampiros desde niña, aunque la única película que he sido incapaz de terminar de ver es “El exorcista”, por algún extraño motivo no puedo con esa película. Pedro noto que me detenía demasiado tiempo viendo la cartelera y se acercó.
- ¿Te gusta esa película?
- Así es
- ¿Quieres verla? - le mire extrañada
- Algún día iré a verla – Pedro serio
- Vamos, ya es casi la hora de la reserva – le miré, asentí y le seguí sin articular palabra alguna
Cuando llegamos al restaurante me sorprendió que los camareros le conociesen demasiado bien.
- Buenos días, Don Pedro ¿La mesa de siempre?
¿La mesa de siempre? Un momento ¿no se suponía que ya tenía reserva? Mi enfado iba creciendo por momentos ¿cómo se puede mentir tanto en tan poco tiempo? Me mintió con el golpe en la cabeza y me estaba mintiendo de nuevo con la reserva
- Por supuesto, la mesa de siempre y el mejor vino
- Para mi agua por favor – le dije al camarero y le dirigí una mirada asesina a Pedro
Pedro empezó a reírse descaradamente mientras se dirigía a la mesa que nos habían asignado, estaba claro que estaba disfrutando de lo que estaba haciendo.
Pidió para ambos sin molestarse en enseñarme la carta y nos trajeron unas merluzas en salsa y almejas a la marinera. Comimos en silencio cuando pude hasta que Pedro rompió el silencio.
- ¿Te gusta la comida?
- Me hubiese gustado más si no me hubieses mentido con la reserva
- Ya, bueno, era la única forma que se me ocurrió para que vinieses
- ¿Y el golpe en la cabeza no fue mentira? - yo seguía irritada y ese neandertal iba a saber quién era yo
- Bueno el golpe si me lo di, pero no fue nada, solo fingí que me dolía para que me hicieses caso
- Eres un sinvergüenza y un mentiroso
- Si, pero terminarás adorándome
- Eso no te lo crees ni tu
- Confías bien poco en mis logros – soltó una sonora carcajada.
No podía creérmelo, en serio estaba disfrutando de la situación y se estaba aprovechando de ello.
- Bueno en cuanto terminemos de comer me iré a casa, ese fue el trato – le dije cortante
- Está bien, ese fue el acuerdo – resoplo frustrado
Terminamos de comer sin mediar una sola palabra más. Por fin podría irme a casa y sin remordimientos de conciencia. Nos despedimos de los camareros y salimos del restaurante. Pedro volvió a parar un taxi me hizo subir a él y le indico que me dejase en el intercambiador de Moncloa tras pagarle la carrera. Se giro a mirarme y me lanzo una medio sonrisa.
- Nos vemos pronto – dijo mientras cerraba la puerta del taxi
¿En serio eso había sido una advertencia? Realmente no tenía ningún tipo de modales ese personaje menos mal que ya había acabado todo y podía volver a mi casa.
El taxi me dejo en el intercambiador de Moncloa, le agradecí la carrera y corrí a coger el autobús que me dejaba en casa, por fin podría descansar y olvidar este infierno de día.